06 septiembre 2015

Mostrar hasta que duela

Como muchos hijos de la década del '90, frente a la crisis de la escuela pública originada por el modelo capitalista neoliberal mis viejos me enviaron a un colegio privado. Hiperfinanciada por el Estado, una escuela católica de buena calidad resultaba un oasis en el medio del desierto para la clase media del conurbano bonaerense: una clase acostumbrada a que la crisis económica le toque el culo. Si mal no recuerdo fue allí, entre las frases de Santa Teresa y la Madre Mercedes, que leí -y aprehendí- esta cita de la Madre Teresa de Calcuta: "Dar hasta que duela y cuando duela, dar todavía más".


Esta semana conocimos a Aylan. La foto de su cuerpo en la arena entró a las hogares de todo el mundo. Como pocas veces, la imagen del niño sirio causó un fuerte impacto y las redacciones se preguntaron si convenía o no publicar la imagen. Y viendo el resultado, la respuesta claramente es sí. Es sí porque te pueden explicar una y mil veces de qué trata el conflicto, pero ves una imagen y te cambia todo. Quedás desnudo. Estás tomando el desayuno frente a la tele o abriendo los diarios en la oficina, y la realidad te pega un golpazo. Blum. Lo ves a Aylan y lo lógico es que esté durmiendo, cansadísimo de tanto haber jugado en la playa. Y no ahogado escapando de una guerra sin sentido. Sin sentido porque ninguna guerra la tiene.

Después de tanto andar, Aylan encontró la paz que buscaba. Ya no seguirá huyendo ni chocando contra la indiferencia de quienes tienen el poder para cambiar la realidadAhora sólo queda que su muerte nos haga doler. Que nos haga pensar que podría haber sido uno de nuestros hijos, sobrinitos o hermanos. Que nos haga ver desde nuestro sofá que hay muchos mundos injustos. De mierda. Donde los niños no juegan, sino que sufren y se cagan de hambre. Que donde cae una bomba mueren chicos. Que ni el fundamentalismo religioso ni toda la ganancia del mundo le dan derecho a nadie para que la existencia de otro sea una bosta.

Que la imagen de Aylan nos haga ver la crisis de los refugiados. Pero que también nos haga ver a los tantos que mueren en la Franja de Gaza. Y también a los que no comen. A los que duermen en la calle. A los que tienen frío. Y que ese dolor no dure las 24 horas que dura la tapa de un diario. Que perdure. Porque el dolor nos hace humanos. Porque es bueno sensibilizarnos con el sufrimiento ajeno. Porque la indiferencia y el mirar para otro lado nos dehumaniza, nos desgarra el almita y nos endurece el corazón. 

Decir "que su muerte no sea en vano" sería un lugar común. Un significante vacío con el cual lavarnos las manos. Y no. Que el periodismo muestre las injusticias. Y que las injusticias nos duelan. Mucho. Porque, sufriendo con los que sufren es el único modo de presionar para que cambie algo. No sé qué. Pero algo.

Que Aylan nos duela. Es el único modo de comenzar a construir un mundo mejor.