13 diciembre 2018

La virgencita, el malvón y el mate cocido


"Para que vean que yo también escribo cosas bonitas"
Calle 13 - Un beso de desayuno 

"Cuando se te muere alguien tan cercano, hay una parte tuya que también se va"
Mario Borges - El Marginal


"Hoy los chicos creen que el mate cocido viene en saquito", le dice la señora Clotilde a Daniel, el pollero, mientras este le elige una pata-y-muslo para el guiso de la noche. "En mi época...", comienza a decir la señora, pero ya sé para dónde va la historia. Lo sé porque recuerdo aquellas tardes de verano, en las que el sol se colaba por el toldo de la casa de Lanús, iluminaba al comedor de un tono sepia, y la abuela Neli agarraba dos cucharadas de yerba, las volcaba en una jarrita y la ponía a hervir. A los minutos, mágicamente, el agua se volvía verde y voilà: mate cocido. Lo servía en una taza, caminaba los diez pasos que separaban a la cocina del comedor y sumergía el pan duro.

Esa mezcla de pan duro mojado con yerba hervida me pareció sabrosa durante muchos años hasta que comencé a adoptar el sentido de la vergüenza de los otros y a notar que el trozo de pan se deshacía una y otra vez en el líquido, dejando varias pequeñas balsas de harina flotando. Además, llevar ese pan que se iba degradando desde el trayecto de la taza a la boca era bastante desagradable: con suerte el trocito que se arrojaba al abismo volvía a caer dentro de la taza. Ni hablar si el pan era más grande que la boca y chorreaba alrededor de ella.

Recuerdo también que en aquellas tardes de verano había algo mucho más seductor que el mate cocido y era jugar a la pelota. Mi familia aún vive en un pasaje, el Pasaje Grela, y al tener sólo una cuadra, la geografía nos permitía que prácticamente no pasaran autos. Imagínese: vacaciones de verano, una calle vacía, una pelota y una manada de niños. ¿Hay algún modo de ser más feliz a los 12 años? Entre goles, patadas y botellas de agua fresca, fuimos ganando nuestra propia guerra fría contra los vecinos que estacionaban los autos y las viejas que no quería ruidos a la hora de la siesta. Por supuesto que no todas fueron victorias: una vez la pelota cayó en la casa de Don Luis y al día siguiente apareció en la calle con un tajo. En otra oportunidad, la Gallega rompió una botella de vidrio y tiró los pedacitos frente a la puerta de su casa. Creo que se dio cuenta de que se fue a la mierda porque más adelante cambiaría su estrategia: "¿Por qué no tenés novia? Ya estás grande para andar jugando a la pelota en la calle". No le funcionó porque seguí sin novia y pateando la pelota frente a su casa.

Entre tanto berenjenal, una de las víctimas que también sufrieron la derrota fue la abuela Neli. Junto a los tres árboles de la vereda (de los cuales dos hacían de arco), también había un cactus y un malvón. El cactus se convirtió rápidamente en nuestro enemigo porque nos pinchaba las pelotas. Hasta que un día se llenó de hormigas y papá lo sacrificó. Diferente era el malvón que no molestaba. Al contrario, las lluvias eran más bonitas por el olor a tierra y malvón mojados. Pero, como las rosas y sus espinas frente a un cordero, era indefenso. Pelotazo a pelotazo lo fuimos demoliendo. Éramos chicos; no lo hacíamos a propósito. Simplemente no podíamos apreciar el valor, la belleza y la vida de una planta. Hoy veo una contradicción maravillosa: cada vez que la pelota ingresaba por el ángulo inferior izquierdo de nuestro arco hecho con árboles la planta perdía hojas y flores, al mismo tiempo que el olor a malvón regaba el aire. Es lindo el olor a malvón. Solo hay que tocar las hojas y oler luego la yema de los dedos.

De aquellos veranos en la casa de Lanús, lo que menos me gustaban eran las noches. Era muy miedoso. Especialmente para ir al baño que quedaba lejos. Había que cruzar un patio de invierno. Recuerdo que en aquellas noches, me pasaba en secreto a la cama de la abuela Neli y ella me contaba cuentos interminables hasta quedarme dormido. Tal vez hayan sido las mejores historias de mi vida. Tal vez de allí la incansable insistencia en narrar historias. ¿Quién sabe? A la distancia me sorprende su capacidad de invención nocturna y su amor a su nieto. Sin embargo, no siempre lograba que me durmiera, entonces la abuela Neli ideó un plan. Una técnica anti-miedo. Me regaló sus dos virgencitas de plástico que brillaban en la oscuridad. Eran dos: Nuestra Señora de Lourdes y la Virgen de Fátima. 

"Tomá, te las regalo. Las dos virgencitas tienen un poder secreto y siempre te van a cuidar. Cuando quieras ir al baño, las virgencitas van a estar brillando. Las agarrás y las llevás", me dijo la abuela Neli en secreto, con el tono de quien explica una poción mágica. Le prometí que no le iba a contar ni a mamá ni a papá ni a mi hermano. Ni a nadie: ¿quién no querría estos dos poderosos amuletos?

Falta poco para el verano. Llueve mucho. Un mate cocido caliente acompaña mi escritura. Por la ventana veo a mi malvón recibiendo a las gotas de lluvia kamikazes que se estrellan sobre sus hojas. Estaba radiante con sus flores rojas, pero con la llegada de mi perrita Tania su cuidado pasó a un segundo plano. En lugar de dos virgencitas hay una: Nuestra señora de Lourdes. Cuando mamá murió, pensé que poner la otra virgencita dentro de su cajón era un modo de estar unidos los tres.

Cuando se te muere alguien tan cercano, hay una parte tuya que también se va. Y no sé si vuelve. Creo que se transforma. Desde las muertes de mamá y la abuela Neli, gané una hermana. Su nombre es Laura. Por las noches me acompaña la virgencita que brilla en la oscuridad. Aunque ahora también estoy protegido por mi perrita, que es muy guardiana y ladra ante el menor ruido. Y hace poco me puse de novio. Su nombre es una hermosa casualidad.

20 noviembre 2018

Álvaro García Linera: “Toda hegemonía es un tipo de nacionalismo porque está reorganizando los sentimientos profundos con los que se ordena el sentido de una comunidad”

Álvaro García Linera es un caso poco común en las ciencias sociales: tras estudiar matemática intentó la revolución por la vía armada, fue encarcelado durante cinco años, estudió sociología por su propia cuenta durante la prisión, al salir de la cárcel se convirtió en un intelectual respetado en los medios y, finalmente, fue un actor fundamental como compañero de fórmula de Evo Morales para que la clase media boliviana votara al primer presidente indígena de Bolivia. Criticado por las izquierdas bolivianas y respetado por las izquierdas latinoamericanas, tras toda una vida dedicada a las luchas sociales, hoy ocupa el rol más importante de su vida: fue padre de Alba. Si acepta una recomendación antes o después de leer la entrevista, le sugiero que lea la carta que le escribió. La categoría de hegemonía en Gramsci, su aplicación en el Estado Plurinacional de Bolivia, la relación entre nación y hegemonía, la importancia de la economía para lograr el apoyo de la sociedad, la derrota de Evo Morales en el referéndum del 21 de febrero de 2016 para permitirle presentarse a una nueva elección y la dificultad de los movimientos colectivos para construir nuevos líderes son algunos de los temas que aborda el Vicepresidente en esta entrevista.


DA: ¿Cómo entiende el concepto de hegemonía en Gramsci?
AGL: La hegemonía es un concepto bien fuerte porque requiere la capacidad de tener un sector social, un conglomerado de los sectores sociales para influir, para orientar, para conducir los esquemas reflexivos básicos de una sociedad. Los modos de organizar el mundo y ubicarse en el mundo. Es un modo de conocer. Pero es un modo de conocer el mundo y, mediatamente, actuar en ese mundo. Un mundo producido. No por generación espontánea, sino producido por luchas, por enfrentamientos, herencias, sedimentaciones que están en el cuerpo y la piel de la gente, en su cerebro, en sus neuronas y que luego actúan casi de una manera medio automática. Es más que la conciencia en Althusser. Mucho más que eso. Porque hay cosas que no están en tu conciencia, pero actúan y te permite entender tu vida cotidiana, tu familia; tus expectativas para tus hijos, en tu trabajo, con tus amigos; tu manera de colocarte frente a los gobernantes. Es transversal a tus actividades políticas y culturales, a tus distracciones, es transversal a tus gustos, a tus expectativas. Por eso es una categoría bien complicada. No es fácil definirla ni tiene un modo específico de poder medirla.
DA: Su definición sobre la hegemonía se asocia con otra categoría de Gramsci: el sentido común. Y también al rol que Gramsci atribuye a los intelectuales orgánicos cuya función radica en transformar ese sentido común que se ha construido durante siglos.
AGL: Lo que pasa es que el sentido común es una manera de manifestarse. No hay que confundir. Al hablar de hegemonía estás hablando de la orientación del mundo como una construcción. En el caso del sentido común ya eres tú mismo, pero como sujeto pasivo. Sin embargo, son la misma cosa. Sólo que el sentido común ya ha sido construido, te mueves en él. Se trata del mismo proceso: uno visto uno como lucha y el otro visto como ejecución casi pasiva. Entonces esta categoría es muy importante porque te ubica en el centro de la política. En las ideas, pero más que las ideas: los esquemas mentales. Más que los esquemas mentales: los preceptos morales. Más que los preceptos morales: tu orden lógico. Y te ubica en todo ese fenómeno verbalizable, pero mucho más que verbalizable. Te ubica en el escenario de la lucha política. Esa es la virtud de esta categoría gramsciana.
DA: ¿Cuáles serían las dimensiones de la hegemonía?
AGL: Tiene dos dimensiones. Por un lado, lo cultural, lo lógico, lo discursivo, lo moral, lo simbólico y lo ecléctico. O sea, lo pre-reflexivo. Esta dimensión es el engranaje necesario donde se construyen sujetos e identidades. La segunda dimensión es el lugar de lucha, de conflictos y de antagonismos. Tal como Gramsci la utilizaba, no debemos perder de vista los núcleos de condensación de la hegemonía: la acción colectiva, la lucha política, el Estado. Esto te muestra que uno de los problemas con esta categoría es que, si el sentido común está en todos las partes de tu vida cotidiana, es muy fácil caer en discutir infinitos aspectos de la vida. Pero hay importante de importantes. Hay momentos en que todos esos debates de tu cotidianeidad se condensan, se articulan y adquieren un flujo distinto, una direccionalidad distinta, una influencia distinta que son estos lugares: el sentido común, las tolerancias morales, la lucha política, la acción colectiva, el Estado. Todos estos conceptos más fuertes son lugares donde hay mayor condensación, mayor intensidad de flujos. Los otros también forman parte, pero están menos capilarizados por la acción social. Mientras hay otros donde tú tienes una concentración enorme. Esto te permite Gramsci. Si no, entrarías en una lectura culturalista, que es un uso de Gramsci no peligroso y atemperado. Esa lectura no analiza lugares de condensación. Cuando tienes una mirada demasiado laxa sobre la hegemonía en Gramsci, tienes un problema.
DA: Teniendo en cuenta estas dos dimensiones. ¿Cuándo comenzaría la hegemonía?
AGL: Es que siempre estás en la hegemonía por mucho que te remontes a nuestros ancestros. No hay un punto de partida de la hegemonía. Forma parte del vínculo humano, de las relaciones humanas. En mi lectura, no hay una prehistoria de la hegemonía. La hegemonía no comienza con el Estado. Cuando tú estudias a las sociedades sin Estado, como las guaraníes, y ves su manera de organizar la vida y realizar la guerra, tú tienes ahí una condensación de relaciones de hegemonía entre las personas. La propia autoridad moral de los mayores ya establece una relación de liderazgo y de autoridad moral que no se utiliza para usufructuar personalmente las cosas, pero que te coloca en una posición de mayor atención e influencia. Y eso se vuelve más denso cuando tienes que ir a la guerra porque hay que obedecer a alguien y operan otro tipo de mecanismos atribuidos a fuerzas sobrenaturales en el líder. De este modo, se estructura una red de mandos, jerarquías, decisiones y conducciones. No puedes imaginarte una sociedad sin hegemonía. En las relaciones humanas la gente busca influir en la decisión de las otras. Lo que no sé es si podemos aplicar el concepto de hegemonía a la relación de uno a uno. Ahí tengo mis dudas.
DA: Desde mi perspectiva, no existe un comienzo puntual de la hegemonía, sino que son memorias que se van articulando, como cadenas, que se van pasando la posta. Creo eso, pero, ¿para usted no hay un punto de partida?
AGL: En términos generales, cuando hablas de sociedad siempre vas a hablar de relaciones de hegemonía. Siempre. Porque la gente está ubicada e interpreta de una manera el mundo. No hay un ser humano que no tenga una manera de conocer el mundo. ¿Pero cuál es la diferencia? Que siempre hay hegemonía que se realiza bajo otros determinados tipos de hegemonía. Hay una construcción de una nueva hegemonía en tanto vas vaciando a la antigua. Nunca vas a encontrar una sociedad sin hegemonía. O son momentos muy cortos. Muy acotados. Nunca vas a encontrar una sociedad donde no haya hegemonía, pero sí la vas a poder fechar. La segundo cosa es que aún en tiempos históricos hay varias hegemonías en juego. No hay una sola hegemonía. Hay hegemonía de largo aliento.
DA: Al momento de analizar la hegemonía del Gobierno de Evo Morales en Bolivia comencé pensando en la Guerra del Agua y la Guerra del Gas. Pero luego pensé en la construcción de Evo Morales como líder y en el crecimiento político de los cocaleros en el Chapare. Y luego fui aún más atrás y pensé en los kataristas, en la Revolución del ’52, la Guerra del Chaco y Tupac Katari. ¿Cómo aplicaría su lectura a la construcción de hegemonía de su Gobierno?
AGL: La idea de nación, de parentesco ampliado entre las personas en un territorio, es un tipo de hegemonía profunda de largo plazo. Y sobre ellas hay hegemonías de corto plazo. En el caso de Bolivia, la idea que se tiene de nación se la construye en 1952. Las clases sociales dominantes definen un patrón de ordenamiento de la identidad de las personas que viven en un territorio, que las cohesionan, que las hacen partícipes de una preferencia y de un futuro. Pero esta hegemonía profunda de largo plazo del nacionalismo revolucionario que se quebró en el año 2000 -cuando los indios surgen como sujetos de la nación- aceptó por lo menos dos hegemonías: la civil-democrática y la militar-dictatorial. Ambas van a interactuar con la hegemonía como nación, pero ésta es mucho más duradera. Escarba en los seres humanos los elementos más profundos, mientras que la hegemonía política es más inmediata, superficial, y también tiene efectos en la primera, y viceversa. Uno puede verlo como por olas: una profunda y otras que interactúan. Cuando uno ve los ámbitos de lucha política y discursos se fija en las más cortas, pero nunca dejas de ver los efectos en la de más largo aliento. Más difícil de transformar. Pero si llegas a transformarla estás logrando la perdurabilidad de las otras. Cuando tú veas a los niños en su colegio con sus amiguitos asociar su sentido de patria -que despierta su sentimiento más noble y el compromiso de los niños- y que lo repitan de manera inconsciente hasta que se mueran; cuando los veas asociar a la ritualidad, a la liturgia del Estado Plurinacional, entonces lo que se ha construido en términos de discurso político, de organización política, de interpretación del mundo ha horadado el alma y eso es muy difícil de modificar. Todo nuevo bloque histórico también es una construcción de nación. Viene asociado. Y no hay discurso, liderazgo o hegemonía duradera que obligatoriamente no deba a su vez construir una manera de nación. Por eso toda hegemonía es un tipo de nacionalismo porque está reorganizando los sentimientos profundos con los que se ordena el sentido de tu comunidad. El estudio de la identidad nacional en el fondo es el estudio de las hegemonías duraderas, de la hegemonía de largo plazo.
DA: ¿Cómo se vincula esta relación entre hegemonía y nación en Bolivia?
AGL: En el caso de Bolivia la idea de nación -que emerge del nacionalismo revolucionario del ’52- está asociada al castellano, un idioma único, la pequeña propiedad, el mercado, la ciudadanía adquirida mediante el voto, el servicio militar obligatorio, el mestizaje como el gran horizonte. Eso lo construye la clase dirigente que no solamente toma el poder, articula las elites a las inteligencias locales que venían del viejo régimen, reestructura la economía y moderniza el discurso político, sino que también carga toda una idea distinta de nación. Por otro lado, la emergencia de los movimientos sociales trazó el concepto de plurinacionalidad. Ahora somos muchas naciones, ¿no era que éramos todos mestizos? No puede haber clase social que no imponga en su lógica organizativa del mundo una manera distinta de ordenar la historia larga de la sociedad. Ahora tú tienes el Estado Plurinacional, la existencia de muchas naciones pertenecientes a Bolivia, todos somos bolivianos, pero hay bolivianos que aparte de ser bolivianos son aymaras o quechuas. Y esas naciones han preexistido a Bolivia. Esta es la segunda cosa que quería decirte: la hegemonía no es un corpus cerrado, sino que hay partes hegemónicas en diputa. En toda lucha hegemónica hay varias hegemonías en disputa. En términos sincrónicos, en términos de temporalidad. Y la tercera cosa que quería decirte es que estoy convencido de que la hegemonía no debes reducirla a un tema meramente ideológico, meramente discursivo, que es un poco el riesgo al que se acercan nuestros compañeros Ernesto Laclau e Íñigo Errejón. Ellos tienen una propensión a reducirla al discurso, como si fuera ensamblable: mi discurso constituye al sujeto y ya tengo mi proceso. No está mal hacer este juego porque te permite ver la operatividad del hecho hegemónico, pero es insuficiente. Es aplicable, parcialmente, en momentos de crisis, donde este juego discursivo puede funcionar. Sin embargo, la crisis siempre es una excepcionalidad, inaugurable de lo nuevo, pero una excepcionalidad. En tiempos de normalidad -que es el 98% del tiempo social- ya no funciona ese esquema.
DA: Si no debemos reducir la hegemonía a lo ideológico, ¿qué otros aspectos debemos tener en cuenta?
AGL: En primer lugar, lo económico, que el politólogo y el sociólogo no lo toman en cuenta, y es un hecho elemental, básico y fuerte. En segundo lugar, olvidamos que en el 98 por ciento de su tiempo real la sociedad funciona dirigida por otros parámetros más profundos que el simple juego del discurso político. Y ahí quien te ayuda es Émile Durkheim con los esquemas morales y lógicos que en tiempos de normalidad son resilientes a las construcciones discursivas políticas. También ahí está la hegemonía y la habilidad de un partido de un Estado es cómo transformar y guiar esos esquemas lógicos y esos esquemas morales de la sociedad. Esas son las hegemonías profundas. Que la lectura de Laclau no la puede ver. No la ve. No la visibiliza. Pero cuando tú logras entrar a esa parte del cerebro de las personas estás en otro mundo. Esa es la hegemonía de largo plazo. Que también es lucha. Los esquemas de Gramsci siguen jugando. No es sólo un tema de conciencia, de discurso, de reflexión, ni de masaje a la conciencia althusseriana. Es más que eso. ¿Cómo influyes en los resortes de las vergüenzas de las personas? Uno se avergüenza sin pensarlo. Te pones rojo. O te irritas. Te pones incómodo. ¿Cómo influyes en eso? La vergüenza está ahí en las personas. Y salta cuando hay un problema. ¿Qué cosa construyó lo que luego te va a manifestar como sonrojamiento, como pasión, como odio? ¿Cómo se construyó esos mecanismos? Quien logre construir eso logra construir la hegemonía duradera. Y eso es mucho más que un discurso.
DA: No sé cómo se construyen esos mecanismos que activan la vergüenza, pero le puedo decir que soy un excelente amo de casa: cocino, lavo, limpio… Pero no plancho. Y ayer estuve planchando esta camisa para esta entrevista durante una hora. Ahí tiene un “resorte” que usted ha activado.
AGL: (Risas) Entonces, ¿cómo monopolizar eso? Eso es parte de una hegemonía de largo aliento. Y esos son los mecanismos que regulan tu vida en un 98 por ciento. Ahí está el verdadero momento hegemónico. Ahí ya no es suficiente Ernesto Laclau o Juan Carlos Portantiero. Ellos se quedaron en el ámbito del discurso. En cambio Émile Durkheim trabajó este rol.
DA: Se construye hegemonía en la sociedad civil y se accede a lo que Gramsci denomina sociedad política. ¿Por dónde pasa la lucha por la hegemonía una vez que se tiene el control de Estado?
AGL: Por la derrota de tu adversario. No puedes construir hegemonía duradera o un nuevo ciclo hegemónico sin la derrota de tu adversario. En ese tema yo me peleo con algunos gramscianos que asumen que la lucha de la hegemonía en la sociedad civil se la va construyendo en distintos ámbitos de la vida cotidiana, la actividad cultural, los discursos, el arte, la literatura, los bailes, las universidades o los medios de comunicación. Si eso no se traduce, primero, en un hecho político estatal como dice Gramsci, pero a la vez en derrota política y cultural de tu adversario tu hegemonía es inconclusa. Es una hegemonía bloqueada. Por lo tanto, no es una hegemonía en el sentido pleno de la palabra. Debes derrotar a tu adversario. No puede haber nuevo Estado ni nueva hegemonía si previamente no estás derrotando a tu adversario, al portador de la antigua o de la nueva proto-hegemonía. Y derrotar a tu adversario es un tema discursivo, es un tema simbólico, de esquemas lógicos, de esquemas morales de la vida, pero también es un hecho de arrebatarle su fuerza política, su fuerza moral. Debes deshacerte de ellos, dejarlos sin bandera, sin voluntad colectiva, tienes que desarmar al emisor, a las clases sociales, al bloque, al grupo constructor, irradiador e impulsor de esa antigua hegemonía. Tienes que hacer eso. Sólo así hay una nueva hegemonía. En ese sentido hago mi formulita: Gramsci, Lenin, otra vez Gramsci. Gramsci construyó desde abajo la hegemonía, el liderazgo moral, el liderazgo intelectual, el liderazgo cultural, el liderazgo ideológico, la capacidad de articular a la sociedad en torno a tus discursos, tus propuestas y tu manera de organizar y conocer el mundo. Para ello, tienes que haber derrotado y desarmado a la antigua manera. Tienes que haber liquidado su fuerza histórica. ¿Qué es algo importante para la nueva hegemonía? Haber derrotado a la vieja. No sólo como bloque social y político, sino como fuerza cultural y fuerza ideológica. Tienes que haberla debilitado, deshilachado, fragmentado. Y ahí tienes muchas herramientas: quitarle sus banderas, desorganizarlos, fragmentarlos y transformarlos. Eso es un primer elemento para la consolidación de la nueva hegemonía.
DA: A ver si lo sigo. Primero se construye hegemonía desde abajo en la sociedad civil. En un segundo paso se accede a la sociedad política y se derrota al adversario. ¿Y luego?
AGL: El segundo elemento es que la hegemonía que establece un tipo de conformismo moral entre gobernantes y gobernados se construye sobre cierta satisfacción material de la gente. Muy pocos gramscianos se fijan en la economía. Y ese es un gran error. La autonomía de la política, la fuerza transformadora de las ideas, de los discursos, de los objetos existe. Sí. Pero ellos surgen, se vuelven eficientes, visibles y movilizadores porque ha habido previamente un debilitamiento de tus satisfacciones materiales cotidianas, de tu manera de vivir, de cuánto pan comes, de si puedes mandar a tu hija al colegio, si puedes ahorrar para comprarte un libro. Cuando eso falla lo político comienza a adquirir relevancia, predominancia y se vuelve un factor decisivo, pero para que esta nueva construcción política que ha de derrumbar el viejo régimen vaya a consolidarse tarde o temprano, más pronto que tarde, tiene que darte resultados prácticos en la economía de tu vida cotidiana. Si no ha de derrumbarse. Parte de la hegemonía duradera, de esta duración del conformismo moral entre gobernantes y gobernados, es porque hay una mejora de las condiciones de vida de la gente. La economía. Lo que vengo discutiendo en cada foro: “La clave va a ser la economía, compañeros”. La gente no se moviliza perpetuamente, la gente no va al sindicato perpetuamente. No lo hace. Lo hizo por un tiempo. Luego irá su casa y si en su casa ve que vive peor, todo se va a derrumbar. Y si ve que vive bien: valió la pena. Si vivo mejor que antes significa que este proyecto tiene un efecto práctico en mi vida cotidiana. Y ahí la hegemonía se vuelve duradera. La hegemonía requiere un tipo de mejoramiento de las condiciones de vida de las personas. Si no, no va a ser hegemonía por muy excelentemente que tenga construido el discurso o el ensamble de significantes y significados como quieran hablarle los gramscianos idealistas que sobredimensiona el papel de lo ideológico. En el fondo esa es la meta. ¿Por qué Lenin tiene que pasar a la NEP? Porque si no los iban a botar. Y los obreros iban a botarlo. Kromstadt fue el primer momento revelador como un rayo que te dice que las cosas no están bien. Tengo que comer, no puedo morirme de hambre. La NEP es la respuesta leninista a la importancia decisiva a una base económica que te dé tiempo para construir más hegemonía, para irradiar, para vincularte con el mundo. Pero tu estabilidad te la juegas no en la excelencia del discurso hegemónico. Al revés, el discurso hegemónico logra su estabilidad en la economía.
DA: Si analizamos la economía, el Estado Plurinacional de Bolivia se diferencia de otros gobiernos postneoliberales en que ha realizado un sólido manejo macroeconómico. Mientras Venezuela, Brasil y Argentina han tenido déficit fiscal e inflación, Bolivia cumplió con el orden fiscal pregonado por el neoliberalismo, con la diferencia de que mejoró la vida de las personas a través de la disminución de la pobreza y el hambre, y la mejora de la redistribución del ingreso y el coeficiente de Gini.
AGL: Sin embargo, nosotros no tomamos el equilibrio fiscal como meta. No es eso. Tomamos la experiencia de la Unidad Democrática Popular [NdeR: la UDP fue una alianza de los partidos de izquierda que gobernó Bolivia después de la Dictadura entre 1982 y 1985 y se fue eyectado por una hiperinflación que provocó una crisis económica] como algo que no deberíamos repetir. Somos una generación marcada por la UDP. Yo tenía 20 años y hacía fila desde las 4 de la mañana para comprar cinco panes. Era un gobierno de izquierda: estaba el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), el Partido Comunista de Bolivia (PCB), Movimiento Nacionalista Revolucionario de Izquierda (MNRI) y el Partido Revolucionario de la Izquierda Nacionalista (PRIN). Es más, me invitaron. Guardabas la plata y en una semana valía 40 por ciento menos. En un mes, 80% menos. Si caminabas por la calle y encontrabas a alguien que vendía un queso, cómpratelo porque luego no vas a volver a encontrar ese queso. Esta idea de la escasez, de las filas, de la falta de alimentos, del desabastecimiento, de la inflación, de que te comprometes sin tener, de que gastas lo que no tienes... Esa experiencia vale para nosotros más que mil artículos y reflexiones sobre la importancia del equilibrio fiscal. Significa simplemente que tú no puedes gastar más de lo que tienes. Tú quieres gastar más, pues ten más. Así de claro. Y en el caso del Presidente, se suma su lógica campesina. Más que Luis Arce Catacora debes enfocarte por otro lado en el manejo económico: guarda para tiempos duros, no te los gastes todo ahorita, no gastes más de lo que tienes. Es una especie de lógica económica campesina. A partir de eso, como nacionalista y como revolucionario puedes nacionalizar el gas y el petróleo. Puedes acogotar los banqueros. Tienes una mezcla de lógica campesina y marxista. Y eso ha dado esta idea de economía. Pero muy importante fue para nosotros la experiencia de la UDP: no tenía plata, aumentaba los salarios, el banco central imprimía más plata sin respaldo, pagaba el aumento, calmaba la movilización, los mineros volvían a sus trabajos y a los 15 días volvía a aumentar la inflación. Un gobierno revolucionario no puede gastar más de lo que tiene. No dura. Se derrumba. Lo primero que dijimos con el Presidente Evo fue hacer todo lo contrario a lo que hizo la UDP. Esos cachafaces no quisieron cerrar el Parlamento ni tener mayoría en el Parlamento, entonces nosotros buscamos la mayoría con la segunda elección. Esos cachafaces no quisieron ajustarles a los empresarios, nosotros les ajustamos a los empresarios, con mercados abastecidos, sin gastar más de lo que tienes y ahorrando. Si te va bien ahora, qué bien, gasta una parte y guárdate una parte. Porque quién sabe qué va a pasar el siguiente año. De eso estamos viviendo los últimos tres años. Las reservas internacionales guardadas en el tiempo de bonanza ahora te permiten continuar la política económica. Otros países han entrado en crisis; en Bolivia ha bajado la inversión, hay un poco de desempleo, pero tienes una situación más o menos parecida a 2012. Nuestro modelo económico nunca fue pensado en función de replicar la estabilidad macroeconómica. Simplemente gasta lo que tienes y ahorra un poco. Yo creo que esto es un elemento clave de cualquier proceso. No puede haber proceso revolucionario duradero si no está asentado en una estabilidad económica.
DA: Es similar a lo que Juan Carlos Portantiero graficó como la reflexión desde la derrota de Antonio Gramsci tras su encarcelamiento.
AGL: Fue el derrumbe de las izquierdas bolivianas. Nuestro Muro de Berlín. Porque después tú tenías a los mineros votando por los dictadores. Ganó Banzer en las regiones mineras, el MNR en el campo. Toditos los izquierdistas, trotskistas y guerrilleros se pasaron al MNR porque se les derrumbó. Habían llegado al poder, tuvieron el mando y fueron una pandilla de inútiles y de ladrones. Eso fracasa, pierdes tu fuerza moral y te derrumbas. Cuando cae el Muro de Berlín, los izquierdistas confirman que era mejor pasarse al otro lado y poner una consultoría. Porque el camino de las nacionalizaciones y los incrementos salariales a petición de cada fábrica no iba funcionar.
DA: Volviendo a la coyuntura, ¿cómo se entiende la derrota del referéndum del 21 de febrero de 2016 para habilitar un período más de gobierno de Evo Morales desde una mirada hegemónica?
AGL: Es un golpe. Es un retroceso. Pero previsible. No se eligió presidente el 21 de febrero, se eligió si podía volverse a postular el Presidente. Y lo que ganó fue un sentido común que nuestros compañeros no supieron comprender. Lo que habla también de cierto distanciamiento de los dirigentes respecto a sus bases. La gente te acaba de entregar cinco años, una autoridad para tomar decisiones. No le podés decir al día siguiente que en vez de cinco te dé diez años. Porque es un abuso. Así de sencillo. ¿Cómo vas a ir a pedirle a los pocos meses? Claro que había otro cálculo: que ahora se tenía más fuerza. Fue una decisión de la Coordinadora Nacional para el Cambio (CONALCAM). Fue un gran error. No se podía. Se trata de un tema moral. Te acabo de pedir cinco años y si vengo a pedirte cinco años más soy un abusivo. Veremos cómo te va en los cinco años, a ver qué haces en estos cuatro años y medio, y si estás haciendo bien las cosas continúa. Pero no pueden darte 10 años. Habíamos ganado las elecciones en octubre y en pocos meses les estábamos pidiendo 10 años más. Rompía con el sentido común de la gente de que no te puedes abusar. Aquí lo que estábamos haciendo era abusar. Y, a pesar de eso, la gente te dio el 49 por ciento de los votos. Lo que es muy fuerte. Es heroico. Pero ojo, no estaban decidiendo si Evo era Presidente, sino si le estábamos dando por anticipado cinco años más. Ahí hubo un mal cálculo de los compañeros que creyeron que aprovechando la gran victoria del 62 por ciento de octubre de 2015 había que montarse en eso para sacar otro 62 por ciento. La gente sabe diferenciar: te da un voto, pero “no abuses de mí”. Cumple con tu trabajo y luego veremos. Consúlteme de aquí a 2019 si vale la pena o no que te autorice. Esa partecita del sentido común gramsciano no la supieron entender los compañeros y nos llevó a este empate. La diferencia fue 130.000 votos. Para revertir necesitábamos 75.000 votos. Yo siento que ese 49 por ciento que nos apoyó lo hizo tensando demasiado ese cariño y esa adhesión moral a este proyecto porque el sentido común te decía que habías hecho una mala pregunta en un mal momento. Pero claro eso ha servido a la oposición para decir: “A partir de ahora el Gobierno vive en minoría”. No es cierto. Sin embargo, el problema de los sectores conservadores es que no logran superar la fuerza de la hegemonía justamente. Si nosotros no hubiéramos derrotado, como se tiene que derrotar, una hegemonía previamente esto hubiera sido suficiente para transformarte totalmente el país y la vida política. Porque la oposición ganó, pero quién canaliza todo eso. En torno a quién. A qué liderazgo, a qué partido, a qué programa. No tienes porque habíamos derrotado previamente su esquema del mundo. Ahorita, claro, está mal el gobierno, pero la manera en cómo razonan sigue en este triángulo que habíamos definido el nuevo campo político: plurinacionalidad, nacionalización y distribución de la riqueza. Es un triángulo en donde el Gobierno y la oposición se mueven. Cuando Donald Trump dice que la colonización y el libre mercado ya no es el gran objetivo de todos los seres humanos, la oposición boliviana se queda sin caparazón internacional, mientras que nacionalmente no tienen todavía un contrapoyecto. Volviendo a tu pregunta, fue un error haber ido al referéndum en esta fecha, deberíamos haberlo hecho en 2019.
DA: Hubo gente que los votó tensando el cariño, pero también hubo gente que apoya el Proceso de Cambio, pero votó en contra. ¿Existe la posibilidad de que este movimiento colectivo que construyeron en Bolivia necesite de nuevos líderes que lo sigan construyendo?
AGL: Se necesitan nuevos líderes porque eso te da un colectivo social más duradero. Lo hemos admitido como un error nuestro por no habernos esforzado a construir esos liderazgos que acompañen. Es imposible construir un liderazgo similar al de Evo porque nació en crisis estatal, en derrumbe de una vieja hegemonía y en inicio de una nueva hegemonía es un liderazgo. Un liderazgo parecido habrá de surgir cuando haya una nueva crisis hegemónica de la misma profundidad. Ésta no afectó solamente a los políticos, sino también al sistema nacional en su conjunto porque se puso en debate: ¿qué es la nación? Los indios. ¿Cuál es el lugar de los indios en la nación? Y es un tema que va más allá de los partidos y la nacionalización. Sino que trataba un tema pendiente desde el siglo XVI. Esa impronta la lleva Evo. Es difícil que surja un liderazgo tan fuerte en los próximos años porque no hay un tema tan profundo a ser resuelto, pero sí pueden surgir liderazgos fuertes políticamente desde los sectores sociales que den continuidad o mejoren elementos del liderazgo del Presidente Evo. Es un poco la tarea que nos hemos propuesto en estos años: potenciar los liderazgos locales, aunque aquí surge un problema, sociológicamente entendible, pero políticamente complicado para nosotros: el Estado siempre fue una especie de castillo acorazado protegido contra los indios y contra la gente pobre, entonces, cuando ellos entran al castillo lo hacen al estilo de Octubre de Serguéi Einsenstein, hermano. Pues quieren estar ahí. Es normal. Siempre viste al Estado a la distancia y ahora estás ahí adentro. Y consideran que el destino normal de cualquier dirigente bueno es hacer la carrera que lo lleva hacia el Estado. Primero, un dirigente sindical bueno y luego alcalde, senador o ministro. Muy rápido. Es normal que los compañeros quieran hacer eso. Y al hacerlo hipotecan su carrera y su liderazgo social. Eso es lo que está dificultando formar líderes sociales porque no es que el Estado los absorba, sino que ellos quieren ser absorbidos por el Estado, pero al hacerlo muy pocos sobreviven porque el Estado es un triturador de liderazgos. Y así has derrochado 10 años de formación. Solamente los muy fuertes logran sobresalir. Es una excelente palestra para proyectarte, pero si no tienes un temple construido previamente, te disuelves fácilmente. Yo he visto muchos compañeros, socialmente grandes líderes, perderse muy rápidamente en el Estado. No es necesario, no les conviene. Donde están apoyan mejor. Pero ellos sienten que es un derecho centenariamente negado y que ahora quieren disfrutarlo. Hay que enfrentar esa dificultad: una cosa es el liderazgo social y otra el liderazgo en el Estado. Es una dificultad que uno tiene que combatir para que Evo esté acompañado de un conglomerado de compañeros que tengan la fuerza política, ideológica y social. Para darle continuidad a que Evo sea Presidente. Pero nos está costando.

18 agosto 2018

¿Quiénes son los senadores que votaron en contra de la legalización del aborto y del matrimonio igualitario en 2010?

Investigación bicéfala con Gritalo Vos!

Previo a la discusión por la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), la última gran ampliación de derechos que dividió a la sociedad fue el Matrimonio Igualitario sancionado en 2010. En aquella oportunidad, tras la media sanción en Diputados, el dictamen de mayoría en la Cámara de Senadores era para rechazar el Matrimonio Igualitario y sustituirlo por la Unión Civil. Finalmente, el dictamen de rechazo no prosperó (32 votos negativos y 30 positivos), se pasó al dictamen de minoría a favor de la media sanción que venía de la Cámara Baja y el casamiento entre personas del mismo sexo fue ley. Casi una década después, resulta interesante observar quiénes son los senadores que se manifestaron en contra del Matrimonio Igualitario en 2010 y en contra de la legalización del aborto en 2018.

Los principales dibujantes del país expresaron su descontento haciendo "Las Figuritas del Senado".


A. Los senadores que votaron en contra de la legalización y en contra del matrimonio igualitario

Roberto Basualdo (San Juan - Cambiemos)

A pesar de su inclaudicable lucha contra la megaminería, San Juan ha demostrado ser una de las provincias más reaccionarias a la ampliación de derechos. En efecto, en el debate sobre la ley IVE los tres senadores por San Juan votaron en contra. Si bien allá por 2010, el Senador Basualdo no formaba parte de Cambiemos, sino del Partido Justicialista, esto no quitaba su coherencia en estar en contra de la ampliación de derechos: “Si se quiere algo igual para todos, se va a discriminar. Y si se quiere ampliar el matrimonio para que sea para cualquier cosa, no le va a servir absolutamente a nadie”. Ocho años más tarde, el senador por San Juan rechazaba la legalización del aborto pidiendo más educación sexual: esta semana un alumno sanjuanino recibió 15 amonestaciones por repartir preservativos en la escuela.




Juan Carlos Marino (La Pampa - Unión Cívica Radical en Cambiemos)

El senador radical no reconocía en la ley de Matrimonio Igualitario una ampliación de derechos, sino una estrategia política de Néstor Kirchner: "Fue una gran jugada de Kirchner para dividir a la oposición; nos sacaron la posibilidad de armar una buena propuesta de unión civil. Nosotros no queríamos que esto fuera un River-Boca, pero terminó así". De más está decir que el movimiento LGTBIQ estaba en contra de la unión civil y reclamaba el matrimonio igualitario para tener el mismo derecho que las parejas heterosexuales. El pampeano definió su voto a favor de la clandestinidad del aborto dos días antes de la sesión: los especialistas señalaban que desea ser gobernador de su provincia y votó acorde a las encuestas de opinión. "Yo no especulo", contradijo el senador de 54 años que no escuchó a la juventud radical.

José Mayans (Formosa - Partido Justicialista)

Si bien uno creería que no existe peor argumentación que rechazar la legalización del aborto señalando que "el domicilio de un embrión es el vientre materno" o preguntándose qué habría sucedido si hubieran abortado las madres de Vivaldi, Mozart, Da Vinci o Miguel Ángel, allá por 2010 el senador Mayans nos dejaba un discurso aún peor: “Yo digo que el varón y la mujer fueron creados para que cuando se junten sean una sola carne y, al constituirse el matrimonio, al fruto del amor, que son los hijos, no solamente puedan darle educación y protección sino también guiarlos y llevarlos adelante en la vida -incluso para la preservación de la especie-, lo que es fundamental para la constitución de nuestro sistema social. Por eso, no creo que haya discriminación ni negación de derechos (...) Así que yo creo que están muy lejos de ser discriminados; y considero que, al contrario, la institución del matrimonio no puede ser avasallada so pretexto de que hay una discriminación”. Resulta extraño escuchar a un senador por Formosa hablar del amor: su provincia es uno de los feudos argentinos que más familias indígenas destruye.

B. Los que votaron en contra de la legalización del aborto como senadores y en contra del matrimonio igualitario como diputados

Mario Fiad (Jujuy - Unión Cívica Radical en Cambiemos)

El entonces diputado Fiad defendía su rechazo al “matrimonio igualitario” desde una posición biologicista y católica: “El matrimonio no es una unión cualquiera, es la base de una familia porque tiene la capacidad biológica y antropológica de autodeterminarse, en tanto la unión entre hombre y mujer basta para asegurar la continuidad de la especie en esa prolongación de la vida que resulta del amor entre los cónyuges". El actual senador por Jujuy observaba en la ampliación de derechos una cruzada contra los valores y los principios, propia de una juventud perdida y una sociedad individualista. En serio: "Estamos en una sociedad fuertemente fragmentada y anómica, en donde se han perdido muchos principios y valores que han dado el marco a nuestra cultura. Vivimos en una Argentina en la que la juventud está seriamente afectada por problemas de adicciones, de violencia, de delitos, en una sociedad signada por un individualismo creciente que impulsa a actuar en el estrecho marco de los propios intereses sin levantar la mirada para tener una visión solidaria de una sociedad que necesita caminar unida".




Dalmacio Mera (Catamarca - Partido Justicialista)

Actualmente, Dalmacio Mera tiene 47 años. Cuando se debatió la Ley de Matrimonio Igualitario sólo tenía 39 años. A pesar de su juventud, esto no quita que sea uno de los legisladores más conservadores del recinto. En el reciente debate sobre la Interrupción Voluntaria del Embarazo, el senador sostuvo que como a los pobres no se les podía cumplir el derecho al acceso a la luz y al agua, tampoco se les podría dar el derecho al aborto legal, seguro y gratuito. Con esa argumentación, la Argentina nunca podría avanzar en la ampliación de derechos. De más está decir que las dos muertes por abortos clandestinos durante la semana posterior al debate se habrían evitado si senadores como Mera no hubieran votado en contra.

Julio César Martínez (La Rioja - UCR en Cambiemos)

El actual senador por La Rioja fue uno de los pocos radicales que obtuvo un cargo jerárquico en el Gobierno de Mauricio Macri al ser Ministro de Defensa hasta su salto a la Cámara de Senadores. En el debate sobre la legalización del aborto, Martínez fue uno de los senadores del radicalismo que desoyó la tradición laica de su partido y votó siguiendo sus creencias personales.

Federico Pinedo (Ciudad de Buenos Aires - PRO en Cambiemos)

Si bien es reconocido como una de las figuras más dialoguistas del macrismo junto al Ministro Rogelio Frigerio, a la hora de votar por las ampliaciones de derechos, el senador  ha sido coherente: siempre ha votado como el nieto del Ministro de Hacienda de la  Década Infame.



C. Los senadores que votaron en contra de la legalización del aborto y que se ausentaron en la aprobación del matrimonio igualitario 

Carlos Menem (La Rioja - Partido Justicialista)

Contrario a la ley de Matrimonio Igualitario, el ex Presidente dio quórum, pero se retiró mucho tiempo antes de la votación, tanto del dictamen de mayoría en rechazo a la media sanción como del dictamen de minoría a favor del Matrimonio Igualitario. A sus 88 años, uno de los presidentes argentinos que más vidas arruinó durante el siglo XX informó su rechazo a la legalización del aborto en una nota en el diario La Nación titulada "Un compromiso en defensa de la vida". Probablemente uno de los principales ganadores en este debate ha sido la hipocresía dado que su ex mujer Zulema Yoma había declarado que el riojano la había acompañado a abortar en 1968: "No voy a ser cínica. Yo tuve un aborto. Me lo hice porque Carlos Menem me apoyó. El estuvo de acuerdo. Inclusive, yo no conocía a nadie en La Rioja (para que me lo practique) y él me acompañó".

Juan Carlos Romero (Salta - Partido Justicialista)

El ex gobernador de Salta se oponía a la denominación de “matrimonio” y fue uno de los cinco firmantes del dictamen de mayoría que proponía sustituirlo por la "unión civil" que no contemplaba la adopción de menores ni la fecundación in vitro. El Senador Romero se victimizaba con profunda originalidad: “Se esgrime la discriminación como una especie de acusación. Creo que si lo aprobado por la Cámara de Diputados se vota, me van a dar unas ganas de gritar que me están discriminando, porque tanto se acusa de discriminación que ya esa es una forma de discriminación (...) Sin duda que esto representa un cambio social y cultural. Así como entendemos las necesidades de aquellos que quieren legalizar una situación de hecho también, con la misma comprensión, se debe respetar a aquellos que opinan diferente, que creemos que este no es el camino o que esta no es la forma de hacerlo”. Se lo ve muy comprometido al senador contra la discriminación: ¿se habrá preocupado por las 160 denuncias realizadas en su provincia ante el INADI durante los últimos dos años?

Adolfo Rodríguez Saá (San Luis - Partido Justicialista)

En línea con los ex gobernadores de Salta y Santa Fe, el deseo de "el Adolfo" era votar la unión civil. Sin embargo, frente al rechazo de la unión civil, se retiró del recinto al momento de votar la aprobación de la media sanción que venía de la Cámara de Diputados. No es menor señalar que su compañera de banca Liliana Negre de Alonso fue quien lideró la cruzada en contra del Matrimonio Igualitario. Resulta interesante que su hermano y entonces Gobernador de San Luis, "el Alberto" se expresó a favor del casamiento entre personas del mismo sexo y cuestionó la exclusión y la intolerancia de los antiderechos.

Ada Rosa Itúrrez de Cappellini (Santiago del Estero - Frente Cívico por Santiago)

La senadora estaba en contra del proyecto de ley, pero terminó ausentándose al acompañar a la entonces Presidente Cristina Kirchner en una comitiva a China. Ya sin viaje a un país extranjero, la Senadora Itúrrez se presentó a la sesión con un gran moño azul. Con sólo el primer minuto de su discurso, uno sabía que iba a votar en contra de la legalización del aborto.

Carlos Reutemann (Santa Fe - Partido Justicialista)

El senador también se opuso al Matrimonio Igualitario y estaba alineado con Romero y Rodríguez Saa para votar por la unión civil. Tras votar a favor del dictamen de mayoría en rechazo del Matrimonio Igualitario que no prosperó, se levantó de la banca y se ausentó de la votación.




Casos especiales

Esteban Bullrich (Ciudad de Buenos Aires - PRO en Cambiemos)

Fue uno de los primeros senadores que se opuso a la legalización del aborto. En 2010 era Diputado Nacional y durante el debate sobre la votación del matrimonio igualitario estuvo ausente por la licencia que se había tomado para ocupar el cargo de Ministro de Educación de la Ciudad de Buenos Aires. Tal vez uno de los políticos con menor poder de argumentación, su discurso fue una oda al cinismo: reclamó más educación sexual cuando durante su paso por el Ministerio de Educación de la Nación desfinanció el programa  de Educación Sexual Integral (ESI). Su poema "Yo te amo, mamá" en contra de la despenalización será recordado como una obra de arte del sentido común.

Gabriela Michetti (Vicepresidente de La Nación - PRO en Cambiemos)

Si bien no le correspondía votar, desde su rol de Presidente del Senado, Gabriela Michetti fue una de las voces oficialistas más abiertamente en contra del aborto. En 2010 era diputada y votó en contra del matrimonio igualitario. Su gestión como Presidente del Senado será recordada por dos razones: no haberse aprendido nunca el reglamento (¿será por eso que el debate lo inició Federico Pinedo?) y su grito "¡Vamos todavía!" tras la votación en contra de la legalización del aborto.


02 agosto 2018

Carta de un amigo católico a favor a un amigo católico en contra

La siguiente carta parte de una premisa: la legalización del aborto implicaría un cambio de paradigma que precisa del mayor consenso posible, aún después de sancionada la ley. Entiendo que el debate posee tres ejes de discusión: una cuestión de salud pública, el derecho de la mujer sobre su propio cuerpo y las diversas miradas sobre el comienzo de la vida humana. Si bien invisibilizar los dos primeros ejes es violento para con las mujeres, el amplio y heterogéneo movimiento a favor de la legalización ha desplegado sobrados argumentos en esos debates. Por esta razón, en búsqueda de un mayor consenso, esta carta está dirigida a los amigos católicos que están en contra de la legalización, pero que son respetuosos de las creencias personales de nuestros prójimos. Como ya lo hemos hecho antes con el divorcio y el matrimonio igualitario.



Le escribo, querido amigo, porque he sentido su tristeza después de la media sanción a favor de la legalización del aborto. Porque conozco muy bien la tristeza de la derrota. Más de una vez. Porque su tristeza es sincera. Y porque soy empático con el dolor de las y los otros. Y porque siento que tal vez estas palabras pueden contribuir a morigerar ese dolor.

Comencemos con la honestidad intelectual, esa honestidad que explica desde dónde hablamos: soy un católico desde la cuna que apoya la legalización del aborto. Como en la mayoría de los temas, no soy neutral ni me propongo serlo. Escuchemos la inexistente neutralidad de quienes esconden su subjetividad e intereses en una falsa objetividad. A partir de aquí usted sabrá apreciar las palabras que siguen.

Como católico desde la cuna, creo tener el pedigree completo: mi familia es católica, de chico mi abuela me hacía rezar el Padre Nuestro y el Ave María antes de dormir la siesta; tengo estampitas desde la billetera a la heladera, incluso en un parcial le regalé una de San Expedito a una educanda; fui bautizado, tomé la comunión y también estoy confirmado; me formé en una escuela católica y no reniego de ello; recé (casi) todas las noches hasta los 23 años; admiro al Papa Francisco y me siento muy representado por la Teología de la Liberación y los Sacerdotes del Tercer Mundo. Finalmente, antes de cada acontecimiento importante le pido a mi vieja que me acompañe, es decir, que soy católico por cultura y por necesidad: fui formado en un entorno católico, pero también tengo la necesidad de creer en que hay algo más después de la muerte.

En fin, soy católico y como todo católico creo que la vida humana comienza desde la concepción: desde la unión entre óvulo y espermatozoide. Si bien siempre creí que esta era una verdad absoluta, en los últimos años comencé a percibir que tal vez más que una verdad intocable era una cuestión de fe. Una cuestión de fe que, al igual que usted, no permito me la discutan. Desde aquí comienza mi argumentación.


¿Patos o conejos? ¿Pelícanos o antílopes? ¿Qué ve usted? Elija cual elija: tiene razón.

Por mis intereses, en los últimos años he conversado con bastante gente en torno a la discusión sobre el aborto. Mis preferidas han sido con extranjeros y extranjeras por una razón: los que viajamos aprendemos que hay muchos modos de ver el mundo. La nuestra es una más entre tantas posibles. Y uno tiene dos opciones: o encerrarse en la mirada de uno o, escuchar, aprender y respetar. Y de este modo han sido mis diálogos con varios europeos que es el continente que más ha avanzado en torno a la legalización. Podría decirle que aprendí mucho de sus opiniones, pero en verdad, aprendí más de sus respetuosas preguntas y sus respetuosas reacciones: ellos intentaban entender cómo un católico formado en las ciencias sociales y progresista estaba en contra del aborto. A la distancia hoy entiendo lo llamativo de esa contradicción.

Les decía que hay muchos modos de ver el mundo. Es más, en epistemología leemos a un tal Norwood Hanson que en medio de una revolución epistemológica encabezada por Thomas Kuhn planteó una frase que para mí hoy es bandera: “Observation is theory laden”. O sea, “la observación está cargada de teoría”. ¡Un frazón! El filósofo sostiene que cuando vemos no todos observamos lo mismo. Una cosa es el acto de ver que significa la impresión de una imagen en nuestra retina, pero otra cosa muy diferente es observar. ¿Por qué? Porque nuestra observación depende de nuestras experiencias pasadas, de nuestras ideas, de nuestros gustos o de nuestra religión. 

Pongamos un ejemplo: aparece un jugador con una camiseta con una banda roja en el pecho. Mientras Rodrigo celebra “El más grande sigue siendo River Plate”, Juan insulta “Te fuiste a la B por puto y cagón”. Ambos ven la camiseta de Riber, pero observan cosas diferentes. Es más, para un futbolero a secas lo recién escrito es un claro ejemplo que no presenta conflicto. En cambio para quienes estamos formados en el respeto a la diversidad sexual, la frase en rojo es una falta de respeto a las minorías sexuales. O para un hincha del segundo club más importante de Argentina la palabra en verde es una burla. Y así.

En fin: la observación depende de nuestra experiencia. Donde usted ve pelícanos yo veo conejos. Y los dos tenemos razón. Es simple. Lo complejo es aplicar esta teoría al inicio de la vida humana. 




Es complejo porque en un momento de la discusión apelamos a la ciencia. Vamos una vez más: para los católicos este momento ocurre cuando se unen el óvulo y el espermatozoide. Y existen estudios científicos que sostienen esta creencia a través de la existencia de un nuevo ADN. Sin embargo, no es el único modo de ver el comienzo de la vida humana. Para otras personas la vida humana comienza cuando el feto tiene sensibilidad. Y también existen estudios científicos que confirman esta posición con la conformación del sistema nervioso a los tres meses de gestación. 

En síntesis: existen estudios científicos que apoyan una mirada como la otra. Por eso planteaba que el comienzo de la vida humana es una cuestión de fe: la ciencia no tiene un consenso. 

Vamos más allá: tampoco las religiones tienen un consenso: ni el judaísmo ni el Islam ni el budismo ni el hinduismo coinciden en torno al comienzo de la vida humana. Y no quiero ponerme instucionalista, pero el artículo 14 de nuestra Constitución señala que todos los habitantes de la Nación gozan del derecho a "profesar libremente su culto". Es más, en sus 2018 años, la postura de la Iglesia católica sobre el aborto no es monolítica: bajo la teoría de la hominización tardía, San Agustín de Hipona y Santo Tomás de Aquino entienden que el aborto temprano no es homicidio porque el feto aún no tiene alma. La Iglesia recién se opuso terminantemente al aborto en cualquier etapa de gestación a partir de la bula papal Apostolicae Sedis del Papa Pío IX en el año 1869. Hace sólo 149 años. Si viviéramos en 1850, habríamos podido abortar tempranamente sin que nuestra Iglesia lo considerara un homicidio.

De vuelta: sin acuerdo científico ni acuerdo entre las religiones, el comienzo de la vida humana es una cuestión personal. Depende de nuestras creencias. Es una cuestión de fe. 


 

La pregunta importante para mí es: si los católicos deseamos que respeten nuestra fe, ¿por qué no respetar la creencia de los otros? ¿Por qué obligar al resto a que piensen igual que nosotros? ¿Por qué razón pedir que la ley de un país laico castigue a los no católicos que no coinciden con nuestras creencias? Exigir respeto a nuestras creencias también debería implicar respetar las creencias de los otros.

Y más aún porque sería bueno pensarlo: ¿estamos tan seguros de que tenemos toda la razón sobre el comienzo de la vida? A mí me lo enseñaron así desde chico y creo que suena muy lógico. Pero, ¿y si tienen razón las otras religiones o los otros estudios científicos? ¿Nuestra Iglesia nunca se equivocó? Todos sabemos la respuesta: desde la Inquisición hasta el genocidio de los pueblos originarios en Latinoamérica, los católicos hemos cometido grandes errores. Por no decir crímenes. Tanto el Papa Juan Pablo II como  el Papa Francisco han pedido perdón por estas equivocaciones históricas.

Los católicos tenemos un mandamiento hermoso, que más que un mandamiento es una filosofía de vida que los no católicos que cuestionan nuestra religión no saben apreciar: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Para mí eso es un llamado a la solidaridad con los que sufren. Sin embargo, pensándolo un poco más, tal vez también sea un llamado a respetar la humanidad de nuestro prójimo. A respetar su cultura. A respetar sus creencias. Los católicos nos hemos equivocado mucho durante nuestros más de 2000 años de vida: tal vez sea el momento de aprender de nuestros errores y amar a nuestros prójimos como a nosotros mismos. Respetando sus creencias. Del mismo modo que deseamos respeten la nuestra.

01 agosto 2018

Santiago: una pedagogía de la solidaridad

Yo no nací sin causa.
Yo no nací sin fe.
Mi corazón pega fuerte
para gritar a los que no sienten
y así perseguir
a la felicidad

Un derecho de nacimiento


Entre sus cuentos, historias y enseñanzas, Eduardo Galeano nos enseñaba la diferencia entre la caridad y la solidaridadLa caridad es vertical: un proverbio africano explica que la mano que da está siempre arriba de la mano que recibe. En cambio la solidaridad es horizontal, se desarrolla entre iguales, implica padecer con el otro y significa un respeto al otro. En el mundo de hoy la solidaridad no es muy frecuente.





"¿Qué hacía ahí ese chico?" 

Todos los que sufrimos la desaparición de Santiago escuchamos en algún momento esa pregunta. Y todos nos enojamos porque en el fondo escuchábamos una pregunta que, para nosotros, en verdad, era una justificación de su desaparición, primero y, de su muerte, después.

Sin embargo, muy probablemente, nuestro prejuicio distorsionaba una pregunta sincera, que realmente significaba un desconocimiento acerca de esa sutil diferencia. Y por eso un año después vale la pena explicarlo: Santiago estaba ahí por solidaridad.


Santiago estaba ahí porque sufría con los que sufren.

Porque acompañaba a los que sufren. 


Algo que no se aprende de memoria ni se rinde en un examen, sino que sólo se aprende con el corazón.

Porque sabía el significado de empatía.

Aunque su piel y su lengua fueran de un diferente color.



Santiago nos interpela. Por eso nos incomoda.

Porque a diferencia de nosotros, él dedicaba su vida a mucho más que a acumular.

Porque nos muestra que otra vida es posible. Y él no tenía miedo a vivir esa vida.

Y su vida perseguía la felicidad. No sólo la suya. La felicidad de todos.



Frente a un mundo que nos enseña el individualismo y la codicia, un hippie nos enseñó el amor.

En un mundo que deshumaniza, el corazón de Santiago les pegó a las almitas que no sienten. 

Con su muerte por solidaridad con otros, Santiago nos tocó el alma. 

Su lucha por un mundo mejor nos toca el alma.

Santiago es solidaridad.





Cinco escritos sobre Santiago

1) La desaparición (no) forzada de Lanata (2 septiembre 2017)


3) Me llamo Santiago (19 septiembre 2017)

4) Querido Santiago (20 octubre 2017)