Bienaventurados los egoístas
porque tienen pocas personas por quien preocuparse.
Bienaventurados quienes se preocupan sólo por su bienestar individual
porque sólo el sufrimiento de quien se refleja en el espejo les causará dolor.
Bienaventurados las consumistas
porque su felicidad dependerá de una tarjeta de crédito.
Bienaventurados los frívolos
porque el reino de los cielos estará en un shopping.
Bienaventurados los hijos de puta
porque sus bolsillos no sufrirán ante el dolor de las mayorías.
Malaventurados los humildes
porque necesitan de poco para ser felices.
Malaventurados los oprimidos
porque la lucha por una causa justa será una compañía por el resto de la vida.
Malaventurados los que sufren con el dolor ajeno
porque su corazón permanecerá puro como cuando eran niños.
Malaventurados los de pensamiento crítico, los que no aplauden, los que no se inclinan
porque sus ideas no han sido colonizadas ni cooptadas.
Malaventurados los soñadores
porque la felicidad de todos es un sueño hermoso, un sueño colectivo y un sueño eterno.
Pido perdón a los niños por escribir para las personas grandes. Tengo una seria excusa: a los grandes se les endurece el corazón. Tengo otra: los grandes desean comprender todo. Tengo una tercera: estas personas grandes no tienen ni hambre ni frío. Y tienen verdadera necesidad de consuelo. Si todas estas excusas no fueran suficientes, quiero escribirle al niño que estas personas grandes fueron en otro tiempo. Todas las personas grandes han sido niños antes. Pero pocas lo recuerdan.
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