07 agosto 2015

La tesis

Diarios de un Principito nació en diciembre de 2011, cuando, por sugerencia del amigo Fafo, comencé a compartir mi trabajo de campo en tierras bolivianas. Con el tiempo, este espacio se volvió tan heterogéneo como Bolivia: mucho sobre política y problemas sociales; algo sobre pueblos indígenas y Pachamama; algunas melancolías; y experiencias del ámbito académico. Escribí sobre lo que se me cantaba. La única constante fue el intento de generar pensamiento crítico y compartir reflexiones que ayudaran a los pueblos. La casualidad quiso que tres años después, el post número 100 sea sobre la defensa de la tesis. Para darle glamour, fue escrito en el Café Brasilero, donde tiraban magia Mario Benedetti y Eduardo Galeano.


Flasheé Galeano y Benedetti, y estuve desde las 11 a las 19. Placer el piso de madera y la luz natural que entra por la ventana.

Como tantas otras cosas en la vida, sólo sabe qué es una tesis aquél que hizo una. Y no me refiero a su significado académico. Por supuesto que no. Sino al proceso, que comienza mucho antes de tipear la primera letra. La tesis no es ni más ni menos que una expresión de nosotros mismos. Es verdad que resume nuestras lecturas de toda una vida y desarrolla un esquema de trabajo, pero, especialmente, refleja nuestra mirada sobre el mundo: estudiamos un tema que nos apasiona tanto como para dedicarle pila de nuestro tiempo.

Mi segunda tesis se tituló El nuevo Estado boliviano: la construcción de hegemonía: retoma la categoría gramsciana de "hegemonía" para estudiar la construcción de poder de los pueblos indígena-originario-campesinos en el Estado Plurinacional de Bolivia. A diferencia de la primera, que demoró un año, ésta llevó tres. Se inició con un trimestre de lecturas dirigidas sobre Antonio Gramsci con el director de la carrera de Ciencias Políticas de la UBA, Luis Tonelli, y sobre Bolivia con quien luego sería mi tutor, el historiador y politólogo francés Hervé do Alto. También implicó un trabajo de campo de tres meses en las ciudades bolivianas de El Alto, La Paz, Santa Cruz de la Sierra y Cochabamba. A la vuelta dediqué poco menos de un año al estudio de los Cuadernos de la cárcel y un tiempo similar aprendiendo sobre la historia boliviana. El resto fue dedicado a la redacción y el trabajo de algunas de las más de 50 entrevistas realizadas.

Por supuesto que hacer una tesis no es un trabajo full-time. Las tesis se escriben mientras uno está inmerso en el campo laboral y, por lo tanto, se hace en los tiempos libres. Podemos decir que una tesis entra en conflicto con el descanso y el ocio, la familia y los amigos. Se hacen los fines de semana o a la vuelta del trabajo. Exigen esfuerzo, pero son una instancia de aprendizaje increíble. Nos convertimos en expertos.

Hay también en las tesis algo de alienación. Si existe una verdadera pasión 
por nuestro objeto, en muchas de nuestras charlas aparecerá "la tesis". Será contar una y mil veces qué estudiamos y por qué nos llamó la atención. Nuestro objeto pasa a formar parte de nosotros. Y guay que alguien se meta con él.

Las tesis también activan nuestra psicología interna. La superación y la constancia son variables imprescindibles en un tesista. No en vano la tesis es la segunda instancia de abandono de una carrera universitaria. Si ya escoger un tema es un problema, a continuación no sabremos cómo escribirla. Y en el camino a la meta tendremos que desatar muchos nudos. Sepa que se frustrará más de una vez.

Pero también tenemos ruedas de auxilio. Existe una "solidaridad de clase" entre los tesistas: nos damos fuerza mutuamente. También son importantes las conversas con profesores que ya atravesaron ese recorrido. Ni hablar si podemos entrevistarnos con especialistas que seguramente tendrán interés en expandir el conocimiento del campo y en tratar con personas igual de apasionadas por el mismo tema. Es posible que nos crucemos con alguno al cual le falte humildad o que quiera cuidar su "quintita". Pero son los menos.

Detalle aparte es la escritura. De más está decir que debe ser obsesivo con la ortografía y respetuoso de las normas de estilo. Cite todo: ni se le ocurra caer en el plagio. Sólo puedo sugerir que reescriba una y otra vez, y que demore todo lo que tenga que demorar. Así, en un punto llega la defensa. Algo que nunca hemos hecho. Y justamente esto quería contarles. Aquí comienza un segundo relato dentro de este post.


Auto-aliento: Vital para un tesista. También se puede probar con cantitos de cancha cambiando el nombre del equipo por el suyo.
En mi caso, cada vez que me sentaba frente a la computadora, antes de escribir escuchaba Latinoamérica de Calle 13.


Una vez entregada, la defensa de esta tesis demoró nueve meses. Tuve la fortuna de contar con un jurado de lujo: el historiador especializado en América Latina Waldo Ansaldi quien tiene un texto clásico sobre la aplicación de categorías gramscianas en el análisis histórico; el politólogo Daniel Campione, autor de Leer Gramsci; y la profesora Mabel Thwaites Rey, especializada en el concepto de "Estado" y quien también ha escrito sobre el italiano en Gramsci mirando al sur. Sobre la hegemonía en los 90

"Damián, tienes que pensar que tu trabajo va a ser leído por personas como Waldo, Daniel y Mabel. Ya ganaste con eso", me dijo Hervé. Y tuvo razón. Como si el jurado fuera poco, también tuve la suerte de contar con la presencia de Carlos Strasser: fundador de FLACSO Argentina y de la carrera de Ciencias Políticas de la UBA con la vuelta de la democracia. De más está decir que es una institución de las Ciencias Sociales.

¿Cómo se prepara la defensa de una tesis? No lo sé. Yo preferí mantener la rigurosidad. La volví a leer y la resumí toda. A mano y en lápiz, como me gusta. Fueron 29 páginas rayadas de un cuaderno Avon. En lapicera roja inserté los comentarios del jurado. Mi principal duda fue a quién hablarle: si al jurado experto que sería quien pusiera la nota que quedaría de por vida o si a los familiares y amigos que vienen escuchando hablar de la tesis hace años. Decidí hacer mitad y mitad, privilegiando que entendiera mi gente y memorizando citas textuales, autores, años y cifras que pudieran contentar al jurado. 

Acorde a los dictámines, sabía que el desafío era convencerlos de la correcta traductibilidad de las categorías gramscianas. Que no hubiera un uso mecánico de ellas. Lamentable no lo logré. El jurado no coincidió en aplicar la hegemonía a la larga duración: me sugirieron no ir más allá del katarismo o la revolución del 52. Observar mi interpretación del materialismo histórico y la crítica de Gramsci al economicismo marxista (glup).

La exposición duró alrededor de 40 minutos. En el último de los tres ensayos practicados en casa había clavado 48 minutos exactos. Hay que tener en cuenta la dificultad de las defensas: si uno invita público vamos a verles las caras a nuestros seres queridos. Y nuestros nervios y emociones se ven reflejados en los rostros de ellos. Como el cerebro es maravilloso, mientras la boca habla, las neuronas interpretan la comunicación no verbal del auditorio: "¿Se entenderá algo? ¿Los estaré aburriendo? ¿Estoy convenciendo al jurado?". Hasta que llega el final y las miles de horas que invertimos en la tesis terminan con un "muchas gracias". 

¡Guau!

Después de la devolución el jurado se retiró para deliberar. Y ahí ocurrió algo fantástico. Mi viejo comenzó a conversar con Strasser, quien nos explicó la experiencia de fundar FLACSO Argentina en los años oscuros de la dictadura. "Esto para mí es maravilloso. Los tres jurados fueron alumnos míos. Y verlos hoy acá como jurado y discutiendo con él con tanta pasión... Me voy lleno", dijo el director de la Maestría. Comenté que tras una charla con el profesor me había decidido ir a la escuelita del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y aplicar a una beca de doctorado en el exterior. "O sea que por usted sufro yo", se metió mi papá.

Tras el power point, en la pantalla aparecía Hervé desde Niza vía Skype. Por primera vez mis amigos le veían la cara a mi famoso "tutor francés". Y eso para mí fue genial. Como una fiesta de cumpleaños. Cuánta felicidad. El jurado volvió a la hora y la tesis fue considerada "Distinguida". Agradecí la humildad del jurado por leerme, la compañía de educandos, la presencia de mi hermano en el año nuevo en Bolivia, el apoyo de mis amigos, la formación que me dio Hervé, la imprescindibilidad de mi viejo y el ejemplo de vida que es mi abuela.

Después de tres años de presentarme como "maestrando", pude eliminar el gerundio y decir que soy Magister en Ciencias Políticas y Sociología de la prestigiosa FLACSO. Ojalá la etapa como doctorando en Ciencias Sociales de la UBA sea igual de rica. Pero, sobre todo, espero poder construir conocimiento a favor de los desarrapados del mundo. Ser uno más de los que contribuyen a construir mundos mejores, para las mayorías.

¡Jallalla!

No hay comentarios:

Publicar un comentario