Álvaro García Linera es un caso poco común en las ciencias
sociales: tras estudiar matemática intentó la revolución por la
vía armada, fue encarcelado durante cinco años, estudió sociología
por su propia cuenta durante la prisión, al salir de la cárcel se
convirtió en un intelectual respetado en los medios y, finalmente,
fue un actor fundamental como compañero de fórmula de Evo Morales
para que la clase media boliviana votara al primer presidente
indígena de Bolivia. Criticado por las izquierdas bolivianas y
respetado por las izquierdas latinoamericanas, tras toda una vida
dedicada a las luchas sociales, hoy ocupa el rol más importante de
su vida: fue padre de Alba. Si acepta una recomendación antes o
después de leer la entrevista, le sugiero que lea la carta que le escribió. La categoría de hegemonía en Gramsci, su aplicación en el Estado Plurinacional de Bolivia, la relación entre nación y
hegemonía, la importancia de la economía para lograr el apoyo de la
sociedad, la derrota de Evo Morales en el referéndum del 21 de
febrero de 2016 para permitirle presentarse a una nueva elección y
la dificultad de los movimientos colectivos para construir nuevos
líderes son algunos de los temas que aborda el Vicepresidente en
esta entrevista.
DA:
¿Cómo entiende el concepto de hegemonía en
Gramsci?
AGL: La hegemonía es un concepto bien fuerte porque
requiere la capacidad de tener un sector social, un conglomerado de
los sectores sociales para influir, para orientar, para conducir los
esquemas reflexivos básicos de una sociedad. Los modos de organizar
el mundo y ubicarse en el mundo. Es un modo de conocer. Pero es un
modo de conocer el mundo y, mediatamente, actuar en ese mundo. Un
mundo producido. No por generación espontánea, sino producido por
luchas, por enfrentamientos, herencias, sedimentaciones que están en
el cuerpo y la piel de la gente, en su cerebro, en sus neuronas y que
luego actúan casi de una manera medio automática. Es más que la
conciencia en Althusser. Mucho más que eso. Porque hay cosas
que no están en tu conciencia, pero actúan y te permite entender tu
vida cotidiana, tu familia; tus expectativas para tus hijos, en tu
trabajo, con tus amigos; tu manera de colocarte frente a los
gobernantes. Es transversal a tus actividades políticas y
culturales, a tus distracciones, es transversal a tus gustos, a tus
expectativas. Por eso es una categoría bien complicada. No es fácil
definirla ni tiene un modo específico de poder medirla.
DA: Su definición sobre la hegemonía se
asocia con otra categoría de Gramsci: el sentido común.
Y también al rol que Gramsci atribuye a los intelectuales
orgánicos cuya función radica en transformar ese sentido
común que se ha construido durante siglos.
AGL: Lo que pasa es que el sentido común es una manera
de manifestarse. No hay que confundir. Al hablar de hegemonía
estás hablando de la orientación del mundo como una construcción.
En el caso del sentido común ya eres tú mismo, pero como
sujeto pasivo. Sin embargo, son la misma cosa. Sólo que el sentido
común ya ha sido construido, te mueves en él. Se trata del
mismo proceso: uno visto uno como lucha y el otro visto como
ejecución casi pasiva. Entonces esta categoría es muy importante
porque te ubica en el centro de la política. En las ideas, pero más
que las ideas: los esquemas mentales. Más que los esquemas mentales:
los preceptos morales. Más que los preceptos morales: tu orden
lógico. Y te ubica en todo ese fenómeno verbalizable, pero mucho
más que verbalizable. Te ubica en el escenario de la lucha política.
Esa es la virtud de esta categoría gramsciana.
DA: ¿Cuáles serían las dimensiones de la hegemonía?
AGL: Tiene dos dimensiones. Por un lado, lo cultural, lo lógico, lo
discursivo, lo moral, lo simbólico y lo ecléctico. O sea, lo
pre-reflexivo. Esta dimensión es el engranaje necesario donde se
construyen sujetos e identidades. La segunda dimensión es el lugar
de lucha, de conflictos y de antagonismos. Tal como Gramsci la
utilizaba, no debemos perder de vista los núcleos de condensación
de la hegemonía: la acción colectiva, la lucha política, el
Estado. Esto te muestra que uno de los problemas con esta categoría
es que, si el sentido común está en todos las partes de tu
vida cotidiana, es muy fácil caer en discutir infinitos aspectos de
la vida. Pero hay importante de importantes.
Hay momentos en que todos esos debates de tu cotidianeidad se
condensan, se articulan y adquieren un flujo distinto, una
direccionalidad distinta, una influencia distinta que son estos
lugares: el sentido común, las tolerancias morales, la lucha
política, la acción colectiva, el Estado. Todos estos conceptos más
fuertes son lugares donde hay mayor condensación, mayor intensidad
de flujos. Los otros también forman parte, pero están menos
capilarizados por la acción social. Mientras hay otros donde tú
tienes una concentración enorme. Esto te permite Gramsci. Si no,
entrarías en una lectura culturalista, que es un uso de Gramsci no
peligroso y atemperado. Esa lectura no analiza lugares de
condensación. Cuando tienes una mirada demasiado laxa sobre la
hegemonía en Gramsci, tienes un problema.
DA: Teniendo en cuenta estas dos dimensiones. ¿Cuándo comenzaría
la hegemonía?
AGL: Es que siempre estás en la hegemonía por mucho
que te remontes a nuestros ancestros. No hay un punto de partida de
la hegemonía. Forma parte del vínculo humano, de las relaciones
humanas. En mi lectura, no hay una prehistoria de la hegemonía.
La hegemonía no comienza con el Estado. Cuando tú estudias a
las sociedades sin Estado, como las guaraníes, y ves su manera de
organizar la vida y realizar la guerra, tú tienes ahí una
condensación de relaciones de hegemonía entre las personas.
La propia autoridad moral de los mayores ya establece una relación
de liderazgo y de autoridad moral que no se utiliza para usufructuar
personalmente las cosas, pero que te coloca en una posición de mayor
atención e influencia. Y eso se vuelve más denso cuando tienes que
ir a la guerra porque hay que obedecer a alguien y operan otro tipo
de mecanismos atribuidos a fuerzas sobrenaturales en el líder. De
este modo, se estructura una red de mandos, jerarquías, decisiones y
conducciones. No puedes imaginarte una sociedad sin hegemonía.
En las relaciones humanas la gente busca influir en la decisión de
las otras. Lo que no sé es si podemos aplicar el concepto de
hegemonía a la relación de uno a uno. Ahí tengo mis dudas.
DA: Desde mi perspectiva, no existe un comienzo puntual de la
hegemonía, sino que son memorias que se van
articulando, como cadenas, que se van pasando la posta. Creo eso,
pero, ¿para usted no hay un punto de partida?
AGL: En términos generales, cuando hablas de sociedad siempre
vas a hablar de relaciones de hegemonía. Siempre. Porque
la gente está ubicada e interpreta de una manera el mundo. No hay un
ser humano que no tenga una manera de conocer el mundo. ¿Pero
cuál es la diferencia? Que siempre hay hegemonía que se
realiza bajo otros determinados tipos de hegemonía. Hay
una construcción de una nueva hegemonía en
tanto vas vaciando a la antigua. Nunca vas a encontrar una
sociedad sin hegemonía. O son momentos muy cortos. Muy
acotados. Nunca vas a encontrar una sociedad donde no haya hegemonía,
pero sí la vas a poder fechar. La segundo cosa es que aún en
tiempos históricos hay varias hegemonías en
juego. No hay una sola hegemonía. Hay hegemonía
de largo aliento.
DA: Al momento de analizar la hegemonía del
Gobierno de Evo Morales en Bolivia comencé pensando en la Guerra del
Agua y la Guerra del Gas. Pero luego pensé en la construcción de
Evo Morales como líder y en el crecimiento político de los
cocaleros en el Chapare. Y luego fui aún más atrás y pensé en los
kataristas, en la Revolución del ’52, la Guerra del Chaco y Tupac
Katari. ¿Cómo aplicaría su lectura a la construcción de hegemonía
de su Gobierno?
AGL: La idea de nación, de parentesco ampliado entre
las personas en un territorio, es un tipo de hegemonía
profunda de largo plazo. Y sobre ellas hay hegemonías de
corto plazo. En el caso de Bolivia, la idea que se tiene de nación
se la construye en 1952. Las clases sociales dominantes definen un
patrón de ordenamiento de la identidad de las personas que viven en
un territorio, que las cohesionan, que las hacen partícipes de una
preferencia y de un futuro. Pero esta hegemonía profunda de
largo plazo del nacionalismo revolucionario que se quebró en el año
2000 -cuando los indios surgen como sujetos de la nación- aceptó
por lo menos dos hegemonías: la civil-democrática y la
militar-dictatorial. Ambas van a interactuar con la hegemonía
como nación, pero ésta es mucho más duradera. Escarba en los seres
humanos los elementos más profundos, mientras que la hegemonía
política es más inmediata, superficial, y también tiene efectos en
la primera, y viceversa. Uno puede verlo como por olas: una profunda
y otras que interactúan. Cuando uno ve los ámbitos de lucha
política y discursos se fija en las más cortas, pero nunca dejas de
ver los efectos en la de más largo aliento. Más difícil de
transformar. Pero si llegas a transformarla estás logrando la
perdurabilidad de las otras. Cuando tú veas a los niños en su
colegio con sus amiguitos asociar su sentido de patria -que despierta
su sentimiento más noble y el compromiso de los niños- y que lo
repitan de manera inconsciente hasta que se mueran; cuando los
veas asociar a la ritualidad, a la liturgia del Estado Plurinacional,
entonces lo que se ha construido en términos de discurso político,
de organización política, de interpretación del mundo ha horadado
el alma y eso es muy difícil de modificar. Todo nuevo bloque
histórico también es una construcción de nación.
Viene asociado. Y no hay discurso, liderazgo o hegemonía
duradera que obligatoriamente no deba a su vez construir una manera
de nación. Por eso toda hegemonía es un
tipo de nacionalismo porque está reorganizando los sentimientos
profundos con los que se ordena el sentido de tu comunidad. El
estudio de la identidad nacional en el fondo es el estudio de las
hegemonías duraderas, de la hegemonía de largo plazo.
DA: ¿Cómo se vincula esta relación entre hegemonía y
nación en Bolivia?
AGL: En el caso de Bolivia la idea de nación -que
emerge del nacionalismo revolucionario del ’52- está asociada al
castellano, un idioma único, la pequeña propiedad, el mercado, la
ciudadanía adquirida mediante el voto, el servicio militar
obligatorio, el mestizaje como el gran horizonte. Eso lo construye la
clase dirigente que no solamente toma el poder, articula las elites a
las inteligencias locales que venían del viejo régimen,
reestructura la economía y moderniza el discurso político, sino que
también carga toda una idea distinta de nación. Por otro
lado, la emergencia de los movimientos sociales trazó el concepto de
plurinacionalidad. Ahora somos muchas naciones, ¿no era que
éramos todos mestizos? No puede haber clase social que no imponga en
su lógica organizativa del mundo una manera distinta de ordenar la
historia larga de la sociedad. Ahora tú tienes el Estado
Plurinacional, la existencia de muchas naciones pertenecientes a
Bolivia, todos somos bolivianos, pero hay bolivianos que aparte de
ser bolivianos son aymaras o quechuas. Y esas naciones han
preexistido a Bolivia. Esta es la segunda cosa que quería decirte:
la hegemonía no es un corpus cerrado, sino
que hay partes hegemónicas en diputa. En toda lucha hegemónica hay
varias hegemonías en disputa. En términos sincrónicos, en términos
de temporalidad. Y la tercera cosa que quería decirte es que
estoy convencido de que la hegemonía no debes reducirla a un
tema meramente ideológico, meramente discursivo, que es un poco el
riesgo al que se acercan nuestros compañeros Ernesto Laclau e Íñigo
Errejón. Ellos tienen una propensión a reducirla al discurso, como
si fuera ensamblable: mi discurso constituye al sujeto y ya tengo mi
proceso. No está mal hacer este juego porque te permite ver la
operatividad del hecho hegemónico, pero es insuficiente. Es
aplicable, parcialmente, en momentos de crisis, donde este juego
discursivo puede funcionar. Sin embargo, la crisis siempre es una
excepcionalidad, inaugurable de lo nuevo, pero una excepcionalidad.
En tiempos de normalidad -que es el 98% del tiempo social- ya no
funciona ese esquema.
DA: Si no debemos reducir la hegemonía a lo
ideológico, ¿qué otros aspectos debemos tener en cuenta?
AGL: En primer lugar, lo económico, que el politólogo y el
sociólogo no lo toman en cuenta, y es un hecho elemental, básico y
fuerte. En segundo lugar, olvidamos que en el 98 por ciento de su
tiempo real la sociedad funciona dirigida por otros parámetros más
profundos que el simple juego del discurso político. Y ahí quien te
ayuda es Émile Durkheim con los esquemas morales y lógicos que en
tiempos de normalidad son resilientes a las construcciones
discursivas políticas. También ahí está la hegemonía y la
habilidad de un partido de un Estado es cómo transformar y guiar
esos esquemas lógicos y esos esquemas morales de la sociedad. Esas
son las hegemonías profundas. Que la lectura de
Laclau no la puede ver. No la ve. No la visibiliza. Pero cuando tú
logras entrar a esa parte del cerebro de las personas estás en otro
mundo. Esa es la hegemonía de largo plazo. Que
también es lucha. Los esquemas de Gramsci siguen jugando. No es sólo
un tema de conciencia, de discurso, de reflexión, ni de masaje a la
conciencia althusseriana. Es más que eso. ¿Cómo influyes en los
resortes de las vergüenzas de las personas? Uno se avergüenza sin
pensarlo. Te pones rojo. O te irritas. Te pones incómodo. ¿Cómo
influyes en eso? La vergüenza está ahí en las personas. Y
salta cuando hay un problema. ¿Qué cosa construyó lo que luego te
va a manifestar como sonrojamiento, como pasión, como odio? ¿Cómo
se construyó esos mecanismos? Quien logre construir eso logra
construir la hegemonía duradera. Y eso es mucho más que un
discurso.
DA: No sé cómo se construyen esos mecanismos que activan la
vergüenza, pero le puedo decir que soy un excelente amo de casa:
cocino, lavo, limpio… Pero no plancho. Y ayer estuve planchando
esta camisa para esta entrevista durante una hora. Ahí tiene un
“resorte” que usted ha activado.
AGL: (Risas) Entonces, ¿cómo monopolizar eso? Eso es
parte de una hegemonía de largo aliento. Y esos son los
mecanismos que regulan tu vida en un 98 por ciento. Ahí está el
verdadero momento hegemónico. Ahí ya no es suficiente Ernesto
Laclau o Juan Carlos Portantiero. Ellos se quedaron en el ámbito del
discurso. En cambio Émile Durkheim trabajó este rol.
DA: Se construye hegemonía en la sociedad
civil y se accede a lo que Gramsci denomina sociedad
política. ¿Por dónde pasa la lucha por la hegemonía
una vez que se tiene el control de Estado?
AGL: Por la derrota de tu adversario. No puedes construir
hegemonía duradera o un nuevo ciclo hegemónico sin la
derrota de tu adversario. En ese tema yo me peleo con algunos
gramscianos que asumen que la lucha de la hegemonía en la
sociedad civil se la va construyendo en distintos ámbitos de
la vida cotidiana, la actividad cultural, los discursos, el arte, la
literatura, los bailes, las universidades o los medios de
comunicación. Si eso no se traduce, primero, en un hecho político
estatal como dice Gramsci, pero a la vez en derrota política y
cultural de tu adversario tu hegemonía es inconclusa. Es una
hegemonía bloqueada. Por lo tanto, no es una hegemonía
en el sentido pleno de la palabra. Debes derrotar a tu adversario. No
puede haber nuevo Estado ni nueva hegemonía si previamente no
estás derrotando a tu adversario, al portador de la antigua o de la
nueva proto-hegemonía. Y derrotar a tu adversario es un tema
discursivo, es un tema simbólico, de esquemas lógicos, de esquemas
morales de la vida, pero también es un hecho de arrebatarle su
fuerza política, su fuerza moral. Debes deshacerte de ellos,
dejarlos sin bandera, sin voluntad colectiva, tienes que desarmar al
emisor, a las clases sociales, al bloque, al grupo constructor,
irradiador e impulsor de esa antigua hegemonía. Tienes que
hacer eso. Sólo así hay una nueva hegemonía. En ese sentido hago
mi formulita: Gramsci, Lenin, otra vez Gramsci. Gramsci construyó
desde abajo la hegemonía, el liderazgo moral, el liderazgo
intelectual, el liderazgo cultural, el liderazgo ideológico, la
capacidad de articular a la sociedad en torno a tus discursos, tus
propuestas y tu manera de organizar y conocer el mundo. Para ello,
tienes que haber derrotado y desarmado a la antigua manera. Tienes
que haber liquidado su fuerza histórica. ¿Qué es algo importante
para la nueva hegemonía? Haber derrotado a la vieja. No sólo
como bloque social y político, sino como fuerza cultural y fuerza
ideológica. Tienes que haberla debilitado, deshilachado,
fragmentado. Y ahí tienes muchas herramientas: quitarle sus
banderas, desorganizarlos, fragmentarlos y transformarlos. Eso es un
primer elemento para la consolidación de la nueva hegemonía.
DA: A ver si lo sigo. Primero se construye hegemonía
desde abajo en la sociedad civil. En un segundo
paso se accede a la sociedad política y se
derrota al adversario. ¿Y luego?
AGL: El segundo elemento es que la hegemonía que
establece un tipo de conformismo moral entre gobernantes y gobernados
se construye sobre cierta satisfacción material de la gente. Muy
pocos gramscianos se fijan en la economía. Y ese es un gran error.
La autonomía de la política, la fuerza transformadora de las
ideas, de los discursos, de los objetos existe. Sí. Pero ellos
surgen, se vuelven eficientes, visibles y movilizadores porque ha
habido previamente un debilitamiento de tus satisfacciones materiales
cotidianas, de tu manera de vivir, de cuánto pan comes, de si puedes
mandar a tu hija al colegio, si puedes ahorrar para comprarte un
libro. Cuando eso falla lo político comienza a adquirir relevancia,
predominancia y se vuelve un factor decisivo, pero para que esta
nueva construcción política que ha de derrumbar el viejo régimen
vaya a consolidarse tarde o temprano, más pronto que tarde, tiene
que darte resultados prácticos en la economía de tu vida cotidiana.
Si no ha de derrumbarse. Parte de la hegemonía
duradera, de esta duración del conformismo moral entre gobernantes y
gobernados, es porque hay una mejora de las condiciones de vida de la
gente. La economía. Lo que vengo discutiendo en cada foro: “La
clave va a ser la economía, compañeros”. La gente no se moviliza
perpetuamente, la gente no va al sindicato perpetuamente. No lo hace.
Lo hizo por un tiempo. Luego irá su casa y si en su casa ve que vive
peor, todo se va a derrumbar. Y si ve que vive bien: valió la pena.
Si vivo mejor que antes significa que este proyecto tiene un efecto
práctico en mi vida cotidiana. Y ahí la hegemonía se vuelve
duradera. La hegemonía requiere un tipo de mejoramiento de las
condiciones de vida de las personas. Si no, no va a ser
hegemonía por muy excelentemente que tenga construido el discurso o
el ensamble de significantes y significados como quieran hablarle los
gramscianos idealistas que sobredimensiona el papel de lo ideológico.
En el fondo esa es la meta. ¿Por qué Lenin tiene que pasar a la
NEP? Porque si no los iban a botar. Y los obreros iban a botarlo.
Kromstadt fue el primer momento revelador como un rayo que te dice
que las cosas no están bien. Tengo que comer, no puedo morirme de
hambre. La NEP es la respuesta leninista a la importancia decisiva a
una base económica que te dé tiempo para construir más hegemonía,
para irradiar, para vincularte con el mundo. Pero tu estabilidad te
la juegas no en la excelencia del discurso hegemónico. Al revés, el
discurso hegemónico logra su estabilidad en la economía.
DA: Si analizamos la economía, el Estado Plurinacional de Bolivia
se diferencia de otros gobiernos postneoliberales en que ha realizado
un sólido manejo macroeconómico. Mientras Venezuela, Brasil y
Argentina han tenido déficit fiscal e inflación, Bolivia cumplió
con el orden fiscal pregonado por el neoliberalismo, con la
diferencia de que mejoró la vida de las personas a través de la
disminución de la pobreza y el hambre, y la mejora de la
redistribución del ingreso y el coeficiente de Gini.
AGL: Sin embargo, nosotros no tomamos el equilibrio fiscal
como meta. No es eso. Tomamos la experiencia de la Unidad Democrática
Popular [NdeR: la UDP fue una alianza de los partidos de izquierda
que gobernó Bolivia después de la Dictadura entre 1982 y 1985 y se
fue eyectado por una hiperinflación que provocó una crisis
económica] como algo que no deberíamos repetir. Somos una
generación marcada por la UDP. Yo tenía 20 años y hacía fila
desde las 4 de la mañana para comprar cinco panes. Era un gobierno
de izquierda: estaba el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR),
el Partido Comunista de Bolivia (PCB), Movimiento Nacionalista
Revolucionario de Izquierda (MNRI) y el Partido Revolucionario de la
Izquierda Nacionalista (PRIN). Es más, me invitaron. Guardabas la
plata y en una semana valía 40 por ciento menos. En un mes, 80%
menos. Si caminabas por la calle y encontrabas a alguien que vendía
un queso, cómpratelo porque luego no vas a volver a encontrar ese
queso. Esta idea de la escasez, de las filas, de la falta de
alimentos, del desabastecimiento, de la inflación, de que te
comprometes sin tener, de que gastas lo que no tienes... Esa
experiencia vale para nosotros más que mil artículos y reflexiones
sobre la importancia del equilibrio fiscal. Significa simplemente que
tú no puedes gastar más de lo que tienes. Tú quieres gastar más,
pues ten más. Así de claro. Y en el caso del Presidente, se suma su
lógica campesina. Más que Luis Arce Catacora debes enfocarte por
otro lado en el manejo económico: guarda para tiempos duros, no te
los gastes todo ahorita, no gastes más de lo que tienes. Es una
especie de lógica económica campesina. A partir de eso, como
nacionalista y como revolucionario puedes nacionalizar el gas y el
petróleo. Puedes acogotar los banqueros. Tienes una mezcla de lógica
campesina y marxista. Y eso ha dado esta idea de economía. Pero muy
importante fue para nosotros la experiencia de la UDP: no tenía
plata, aumentaba los salarios, el banco central imprimía más plata
sin respaldo, pagaba el aumento, calmaba la movilización, los
mineros volvían a sus trabajos y a los 15 días volvía a aumentar
la inflación. Un gobierno revolucionario no puede gastar más de lo
que tiene. No dura. Se derrumba. Lo primero que dijimos con el
Presidente Evo fue hacer todo lo contrario a lo que hizo la UDP. Esos
cachafaces no quisieron cerrar el Parlamento ni tener mayoría
en el Parlamento, entonces nosotros buscamos la mayoría con la
segunda elección. Esos cachafaces no quisieron ajustarles a
los empresarios, nosotros les ajustamos a los empresarios, con
mercados abastecidos, sin gastar más de lo que tienes y ahorrando.
Si te va bien ahora, qué bien, gasta una parte y guárdate una
parte. Porque quién sabe qué va a pasar el siguiente año. De eso
estamos viviendo los últimos tres años. Las reservas
internacionales guardadas en el tiempo de bonanza ahora te permiten
continuar la política económica. Otros países han entrado en
crisis; en Bolivia ha bajado la inversión, hay un poco de desempleo,
pero tienes una situación más o menos parecida a 2012. Nuestro
modelo económico nunca fue pensado en función de replicar la
estabilidad macroeconómica. Simplemente gasta lo que tienes y ahorra
un poco. Yo creo que esto es un elemento clave de cualquier proceso.
No puede haber proceso revolucionario duradero si no está asentado
en una estabilidad económica.
DA: Es similar a lo que Juan Carlos Portantiero graficó como la
reflexión desde la derrota de Antonio Gramsci tras su
encarcelamiento.
AGL: Fue el derrumbe de las izquierdas bolivianas. Nuestro
Muro de Berlín. Porque después tú tenías a los mineros votando
por los dictadores. Ganó Banzer en las regiones mineras, el MNR en
el campo. Toditos los izquierdistas, trotskistas y guerrilleros se
pasaron al MNR porque se les derrumbó. Habían llegado al poder,
tuvieron el mando y fueron una pandilla de inútiles y de ladrones.
Eso fracasa, pierdes tu fuerza moral y te derrumbas. Cuando cae el
Muro de Berlín, los izquierdistas confirman que era mejor pasarse al
otro lado y poner una consultoría. Porque el camino de las
nacionalizaciones y los incrementos salariales a petición de cada
fábrica no iba funcionar.
DA: Volviendo a la coyuntura, ¿cómo se entiende la derrota del
referéndum del 21 de febrero de 2016 para habilitar un período más
de gobierno de Evo Morales desde una mirada hegemónica?
AGL: Es un golpe. Es un retroceso. Pero previsible. No se
eligió presidente el 21 de febrero, se eligió si podía volverse a
postular el Presidente. Y lo que ganó fue un sentido común
que nuestros compañeros no supieron comprender. Lo que habla también
de cierto distanciamiento de los dirigentes respecto a sus bases. La
gente te acaba de entregar cinco años, una autoridad para tomar
decisiones. No le podés decir al día siguiente que en vez de cinco
te dé diez años. Porque es un abuso. Así de sencillo. ¿Cómo vas
a ir a pedirle a los pocos meses? Claro que había otro cálculo: que
ahora se tenía más fuerza. Fue una decisión de la Coordinadora
Nacional para el Cambio (CONALCAM). Fue un gran error. No se podía.
Se trata de un tema moral. Te acabo de pedir cinco años y si vengo a
pedirte cinco años más soy un abusivo. Veremos cómo te va en los
cinco años, a ver qué haces en estos cuatro años y medio, y si
estás haciendo bien las cosas continúa. Pero no pueden darte 10
años. Habíamos ganado las elecciones en octubre y en pocos meses
les estábamos pidiendo 10 años más. Rompía con el sentido
común de la gente de que no te puedes abusar. Aquí lo que
estábamos haciendo era abusar. Y, a pesar de eso, la gente te dio el
49 por ciento de los votos. Lo que es muy fuerte. Es heroico. Pero
ojo, no estaban decidiendo si Evo era Presidente, sino si le
estábamos dando por anticipado cinco años más. Ahí hubo un mal
cálculo de los compañeros que creyeron que aprovechando la gran
victoria del 62 por ciento de octubre de 2015 había que montarse en
eso para sacar otro 62 por ciento. La gente sabe diferenciar: te da
un voto, pero “no abuses de mí”. Cumple con tu trabajo y luego
veremos. Consúlteme de aquí a 2019 si vale la pena o no que te
autorice. Esa partecita del sentido común gramsciano no la supieron
entender los compañeros y nos llevó a este empate. La
diferencia fue 130.000 votos. Para revertir necesitábamos 75.000
votos. Yo siento que ese 49 por ciento que nos apoyó lo hizo
tensando demasiado ese cariño y esa adhesión moral a este proyecto
porque el sentido común te decía que habías hecho una mala
pregunta en un mal momento. Pero claro eso ha servido a la oposición
para decir: “A partir de ahora el Gobierno vive en minoría”. No
es cierto. Sin embargo, el problema de los sectores conservadores es
que no logran superar la fuerza de la hegemonía justamente.
Si nosotros no hubiéramos derrotado, como se tiene que derrotar, una
hegemonía previamente esto hubiera sido suficiente para
transformarte totalmente el país y la vida política. Porque la
oposición ganó, pero quién canaliza todo eso. En torno a quién. A
qué liderazgo, a qué partido, a qué programa. No tienes porque
habíamos derrotado previamente su esquema del mundo. Ahorita, claro,
está mal el gobierno, pero la manera en cómo razonan sigue en este
triángulo que habíamos definido el nuevo campo político:
plurinacionalidad, nacionalización y distribución de la riqueza. Es
un triángulo en donde el Gobierno y la oposición se mueven. Cuando
Donald Trump dice que la colonización y el libre mercado ya no es el
gran objetivo de todos los seres humanos, la oposición boliviana se
queda sin caparazón internacional, mientras que nacionalmente no
tienen todavía un contrapoyecto. Volviendo a tu pregunta, fue un
error haber ido al referéndum en esta fecha, deberíamos haberlo
hecho en 2019.
DA: Hubo gente que los votó tensando el cariño, pero también
hubo gente que apoya el Proceso de Cambio, pero votó en contra.
¿Existe la posibilidad de que este movimiento colectivo que
construyeron en Bolivia necesite de nuevos líderes que lo sigan
construyendo?
AGL: Se necesitan nuevos líderes porque eso te da un
colectivo social más duradero. Lo hemos admitido como un error
nuestro por no habernos esforzado a construir esos liderazgos que
acompañen. Es imposible construir un liderazgo similar al de Evo
porque nació en crisis estatal, en derrumbe de una vieja hegemonía
y en inicio de una nueva hegemonía es un liderazgo. Un liderazgo
parecido habrá de surgir cuando haya una nueva crisis hegemónica de
la misma profundidad. Ésta no afectó solamente a los políticos,
sino también al sistema nacional en su conjunto porque se puso en
debate: ¿qué es la nación? Los indios. ¿Cuál es el lugar de los
indios en la nación? Y es un tema que va más allá de los partidos
y la nacionalización. Sino que trataba un tema pendiente desde el
siglo XVI. Esa impronta la lleva Evo. Es difícil que surja un
liderazgo tan fuerte en los próximos años porque no hay un tema tan
profundo a ser resuelto, pero sí pueden surgir liderazgos fuertes
políticamente desde los sectores sociales que den continuidad o
mejoren elementos del liderazgo del Presidente Evo. Es un poco la
tarea que nos hemos propuesto en estos años: potenciar los
liderazgos locales, aunque aquí surge un problema, sociológicamente
entendible, pero políticamente complicado para nosotros: el Estado
siempre fue una especie de castillo acorazado protegido contra los
indios y contra la gente pobre, entonces, cuando ellos entran al
castillo lo hacen al estilo de Octubre de Serguéi
Einsenstein, hermano. Pues quieren estar ahí. Es normal. Siempre
viste al Estado a la distancia y ahora estás ahí adentro. Y
consideran que el destino normal de cualquier dirigente bueno es
hacer la carrera que lo lleva hacia el Estado. Primero, un dirigente
sindical bueno y luego alcalde, senador o ministro. Muy rápido. Es
normal que los compañeros quieran hacer eso. Y al hacerlo hipotecan
su carrera y su liderazgo social. Eso es lo que está dificultando
formar líderes sociales porque no es que el Estado los absorba, sino
que ellos quieren ser absorbidos por el Estado, pero al hacerlo muy
pocos sobreviven porque el Estado es un triturador de liderazgos. Y
así has derrochado 10 años de formación. Solamente los muy fuertes
logran sobresalir. Es una excelente palestra para proyectarte, pero
si no tienes un temple construido previamente, te disuelves
fácilmente. Yo he visto muchos compañeros, socialmente grandes
líderes, perderse muy rápidamente en el Estado. No es necesario, no
les conviene. Donde están apoyan mejor. Pero ellos sienten que es un
derecho centenariamente negado y que ahora quieren disfrutarlo. Hay
que enfrentar esa dificultad: una cosa es el liderazgo social y otra
el liderazgo en el Estado. Es una dificultad que uno tiene que
combatir para que Evo esté acompañado de un conglomerado de
compañeros que tengan la fuerza política, ideológica y social. Para darle continuidad a que Evo sea Presidente. Pero nos
está costando.