24 julio 2017

Aquella "Campaña Bu!" de 2015

Con la cercanía de una nueva elección tras un año y medio de la triste vuelta del modelo neoliberal a la Argentina resulta interesante poder hacer un análisis sobre lo que estimamos ocurriría en caso de que Mauricio Macri ganara las elecciones de 2015. Es decir: ¿estábamos en lo cierto con lo que vendría en caso de que las corporaciones económicas accedieran al poder a través de Cambiemos o efectivamente nuestras especulaciones eran falsas como señalaban los amigos ilusionados con "la revolución de la alegría"? Pues bien, a continuación comparto mis tres Campaña Bu! Haciendo click en el enlace podrá ver la publicación original en las redes sociales y los comentarios que generaron en aquel momento.



I. Miedo SÍ. Macri NO (2 de noviembre de 2015)

Si no quieren ver que gracias a Macri aumentó la mortalidad infantil y se mueren más nenes en la Ciudad más rica del país.

Si quienes defienden la educación pública desconocen que el presupuesto macrista transfiere recursos de escuelas públicas a privadas.

Si no le llegan noticias sobre el aumento de la deuda de la Ciudad de Buenos Aires. O no saben que gran parte del incendio de 2001 fue una crisis por años de acumular deuda.

Si no quieren tomarse el tiempo de conocer el pensamiento político-económico de los referentes económicos como Melconian y Sturzenegger.

Si quienes hablan de salud pública pasan por alto que Mauricio le sacó 500 millones al Garrahan y que para sacar un turno hay que comerse toda la noche esperando en el pasillo.

Si no entiende la gravedad de la exigencia de Macri de salir a arreglar con los fondos buitres antes de que vencieran las cláusulas RUFO. Y que eso habría significado una billonada -literalmente- de deuda extra.

Si se indigna por las villas del conurbano, pero no sabe que Macri subejecuta el presupuesto destinado a la urbanización de las villas de la Ciudad. O que Macri se opone a la urbanización de la Villa 31, si bien la ley 3343 sancionada en 2009 así lo obliga. Porque hay que respetar las leyes, ¿no?

Si los abuelos que accedieron a una jubilación no saben que Mauricio estuvo en contra de la nacionalización de las AFJP. Y que gracias a esa nacionalización se pudieron sumar nuevos jubilados al sistema previsional.

Si no le llegan noticias sobre el cierre de centros culturales.

Si las PyMEs no saben que la apertura económica y el libre mercado de las usinas macristas arruinaría a muchas de ellas por la difícil competencia con los precios chinos. Que eso mermaría la producción y, por ende, generaría desempleo.

Si quienes hablan de crisis energética no entienden la importancia de manejar nuestros recursos naturales a través de una petrolera estatal.

Si está en contra del trabajo esclavo, pero los medios no le informan que Juliana Awada es co-propietaria de la marca Cheeky, denunciada por La Alameda de tener trabajo esclavo.

Si no saben que la Villa 1-11-14 está infectada de paco.

Si no son conscientes de que el poder el económico se relame con una devaluación vía mercado que les permita más pesos por exportación y licúe sus pasivos internos.

Si abusan de los significantes vacíos como "cambio" sin saber qué significa.

Si no leemos el discurso xenófobo que está disimulado detrás de los pedidos de regularización de la inmigración.

Si le importan los Derechos Humanos, pero desconoce que el bloque del PRO en diputados se abstuvo de conformar una Comisión Bicameral que investigue los delitos de los empresarios durante la dictadura.

Si no sabe que el macrismo votó en contra de la fertilización asistida que le cambió la vida a muchas familias que no podían tener hijos y no tenían recursos para hacerlo con la medicina privada.

Si quieren desnaturalizar el conflicto en política bajo la "revolución de la alegría". Porque sepa que en política se beneficia a alguien y se perjudica a otro. Y que para beneficiar a las mayorías hay que tocar los intereses de las minorías.

Y menos importante para muchos: si no sabemos que el modelo de Macri potencia los valores individualistas, la desigualdad y la fractura social.

*   *   *  *  *

Si todo esto no le importa, siga tranquilo.

Si lo sabe, pero cree que del otro lado hay algo peor no vamos a obligarlo a pensar como nosotros como tantas veces lo intentó el kirchnerismo de paladar negro. 

Pero, si no sabía y le importa alguito esto, piense que una cosa es que haga todo eso en la Ciudad más rica del país y otra que maneje la macroeconomía del país.

Si le duele alguito de eso, valore la democracia que tanto nos costó conseguir e infórmese más por medios alternativos. Los grandes medios que leemos cotidianamente no siempre ofrecen esta información.

Una cosa es el miedo infundado. Y otra cosa es miedo a partir del conocimiento. ¿O acaso no fue por miedo que muchos votaron a Vidal?

Lamentablemente, el PRO sigue escondiendo sus intereses de fondo. Si ocultar es una forma de comunicar, tal vez el miedo también lo sea.

Gráfico sobre la evolución de la mortalidad infantil en la Ciudad de Buenos Aires, la más rica del país. Se observa que en los últimos años de la gestión de Mauricio Macri hubo un aumento  en la cantidad de niños que murieron durante el primer año de vida que Martín Lousteau denunció en campaña.


II. Evolución de la deuda en la Ciudad de Buenos Aires (1° de noviembre de 2015)

¿Quien va a pagar esa deuda que, casi en su totalidad, está atada en dólares? De todos los datos del macrismo que circulan, este es el que más miedo me dio. Posta que no aprendemos de los errores. En 2011, re-elegimos por un 54 por ciento un gobierno que ya sabíamos que era corrupto y autoritario. Ahora, elegimos a uno que utiliza las mismas recetas neoliberales que nos llevaron a la crisis de 2001.































III. El pensamiento de Ayn Rand (12 de noviembre de 2015)

Mi última campaña del miedo explicaba el pensamiento individualista y egoísta de Ayn Rand. El post titulado Ayn Rand: la escritora preferida de Mauricio Macri pretendía señalar que si El Manantial era uno de los libros preferidos del candidato de Cambiemos, y si el libro promovía esos valores, en consecuencia uno podría esperar que un gobierno de Macri  no fomentaría la solidaridad precisamente. Sino todo lo contrario: nos haría creer que quien la esté pasando mal es por su propia responsabilidad socavando lentamente nuestra compasión hacia los otros que sufren.

Aquí queda la pregunta abierta: ¿en el último año y medio nos hemos vuelto más solidarios con aquellos que no han tenido la misma fortuna que nosotros o, por el contrario, ha crecido la xenofobia, la discriminación y la intolerancia con los que menos tienen? ¿Cuál es la actitud de los medios alineados con el Gobierno hacia los pibes pobres? ¿Y con quiénes quedan despedidos, protestan y son reprimidos? ¿Los medios hacen mucho énfasis en cómo empeora la situación o la ocultan? Usted sabrá responderlas mejor que nadie.

11 julio 2017

La tristeza está subestimada

"El arte más poderoso de la vida, es hacer del dolor un talismán que cura,
una mariposa que renace florecida en fiesta de colores"
Frida Kahlo


- Che, Dami, ¿escuchaste que te sonó la alarma? ¿Activamos o nos quedamos a dormir?

Felicidad, sí claro. ¿Quién lo duda? Pero la tristeza es igual de importante. Y no se puede elegir. Forma parte del hombre porque la vida es parte del hombre. Porque los otros son nuestra vida. Y porque la vida y los otros a veces nos hacen felices y a veces nos entristecen. Si no, sería un embole. Es más, la tristeza forma parte de la felicidad. Son necesarios los días nublados para disfrutar los días soleados. La lluvia que inunda es la misma que da vida a las flores. Los atardeceres y los amaneceres se retroalimentan hacia el infinito.



- Me duele la cabeza. No sé si tendría que haber salido.

- Tomá una aspirina.

Inclino la cabeza y tomo el agua. Al rato, otro amigo de Dami, me pasa una segunda botella. Más tarde, una tercera.

- Qué amables son tus amigos.

- Después vamos a comprar nosotros.

Una pelota que se pincha. Una final perdida. Una planta que se seca. Un monte que se deforesta. Un hijo que no llega. Una hija que muere. Un trabajo que no se encuentra. Un trabajo que se pierde. Una fábrica que cierra. Un examen que se desaprueba. Un estudio que se debe abandonar. Un auto chocado. Un juguete que se pierde. Una carta que no se escribe. Una novela que tiene un final horrible. Una serie que se destiñe. Un amor que no fue. Un amor que fue. Un hombre que duerme en la calle. Un hombre que tiene hambre, tiene frío y no despertará nunca. Un niño migrante ahogado en la playa. Un niño a punto de ser devorado por un ave de rapiña. Un vaso de leche menos. Un chico que come tierra porque tiene hambre. Una niña que bebe agua contaminada. Una panza llena de lombrices. Un asesinato. Una violación. Un suicidio. Un celular que se estrella. Una bomba que se estrella. El alquiler que sube. Una hipoteca que no se paga. La oportunidad que no llega. La oportunidad perdida. Un padre que se muere. Una abuela que muere. Un órgano que no llega. Una enfermedad que aparece. Un virus que se contagia. Los éxitos que celebran los malos. Las injusticias que sufren los buenos.

- Sonreí, cerrá los ojos, abrazate, zapateá el piso - me explica Dami, mientras yo siento mi sudor más frío y me pregunto qué hace un cumbiero en la pista de electrónica. ¿Alguien se especializa en sociología de la música electrónica? Si por lo menos remixaran a Damas Gratis o Calle 13.

Sacala del ángulo. ¿Cómo no sentir tristeza ante todas estas angustias? Lo triste, lo extraño sería que no la hubiera. El gran problema es que la tristeza está subestimada. En un mundo que nos exige estar sonrientes frente a una pantalla estar tristes es ir contra la corriente. Hoy reconocer la tristeza y la angustia es contracultura. Y está mal no vivir la tristeza porque, simplemente, forma parte de la vida. Porque nos moldea el alma. El viento que arremete contra el árbol hace que sus raíces sean más fuertes. La tristeza nos construye como personas. Es, tal vez, el mejor momento de aprendizaje sobre uno mismo. Y hacia delante nos hace valorar lo bello de la vida. ¿Cómo conocer la felicidad si desconocemos la tristeza? Estamos tristes porque fuimos felices. Estamos tristes para ser felices. La tristeza y la felicidad bailan un tango ad infinitum. ¿Cuántos sentimientos hermosos se esconden detrás de un llanto ahogado? Es más, la tristeza es un momento de creación. No habría canciones si no hubiera tristeza. Ni poemas. Ni literatura. Ni ciencia, aunque no lo crea. La tristeza es aprendizaje y creación. Sólo que hay que trabajarla.

- Mirá esa chica. Esta paradita bailando sola y cada tanto viene un flaco que la besa. Parece un arbolito que cada tanto viene un perrito que le hace pis - La analogía me parece perfecta, aunque no sé por qué la escribo. Me van a decir que soy un misógino del mismo modo que me dijeron que era homofóbico cuando escribí "Los maestros son todos putos".

- ¿Querés más agua?

La foto que acompaña este post es de hace más de 25 años. En Entre Ríos si no me equivoco. Por aquellos años recuerdo había algo que me generaba mucho miedo: que me llevara un OVNI. ¿Usted se imagina lo que debe ser? Tal vez por eso, mi mamá un día apareció con Ami, el niño de las estrellas. Superado ese primer trauma -para usted será algo menor, pero las abducciones pueden ser igual de peligrosas que los baobabs-, hubo otro que me llegó con los años: era el único rubiecito de una familia de morochos y no me parezco ni a mi mamá ni a mi papá. Mire si habré amasado el dolor de la pérdida que hace unos pocos años miraba esta foto en el teléfono y algo pasó. Mi dedo gordo de la mano derecha tapó el flequillo de mamá. Mi dedo gordo de la mano izquierda su boca. Y... me vi muy parecido a mi mamá. Idéntico. Y por supuesto que lloré. No sabría decir si fue de tristeza o de felicidad. Aunque estoy bastante seguro de que fue un poco de ambas. Como le dije: la tristeza y la felicidad bailan un tango.

- Abrí los ojos - me dice mi amigo, mientras me golpea la espalda. ¿Cuánto tiempo habré estado bailando así?

- Estaba escribiendo en mi cabeza, Dami. Me gusta bailar con los ojitos cerrados.

Ya son las 5 de la mañana. La veo a "Arbolito" sentada con la mirada caída. Parece que le llegó su otoño. Que ningún conocido me vea bailando así. Para el segundo semestre mi brote verde será aprender a bailar algo. Tango, murga o flamenco. No sé. Vuelvo a cerrar los ojitos.

- ¡Dejá de escribir!

Y como bailan un tango y como la tristeza es un momento de aprendizaje, cuando mamá murió comprendí dos cosas. La primera de ellas fue que hay muchos acontecimientos que dependen del azar. Una celula que de repente decide multiplicarse. Un, dos, tres: multiplicate. Azar. Elegir una calle -en lugar de otra- puede cambiar nuestra vida. Lo vi bastante rápido, creo, porque unas semanas después de que muriera me entretenía caminando por el medio de la Avenida Hipólito Yrigoyen. La que los lanusenses llamamos Pavón. Un conductor que se quedara dormido en el momento indicado, un mal cálculo a esa hora de la tarde y ¡zas!, a volar. Con 16 años era lo más parecido a tocarle el culo a la muerte. A torearla. "Estoy acá, ¿venís o no?". El segundo aprendizaje fue el dolor de una muerte. En este caso, una muerte que no era evitable. Este aprendizaje duró un poco más porque con los años aprendí que hay un montón de muertes -y un montón de tristezas- que sí son evitables. Comenzando por los chicos que son fagocitados por parásitos. Y como la felicidad y la tristeza se reproducen, comprendí que podemos ser felices colaborando a que haya menos personas tristes. La felicidad es más feliz cuando acompañamos a desarticular las tristezas de los otros. "Las luchas", como lo llamamos. Y hay tantas cosas por hacer. Por suerte hay muchos que han entendido esto.

Son las 7 de la mañana. Hace cuánto no salía hasta tan tarde. Lo bueno de salir en invierno es que a la madrugada no hay ni rayos de sol ni pajaritos. 

¿A qué hora me levanto? A las 13. 

¿Debería escribir ahora todo lo que escribí en mi cabeza durante la noche? No, son las 7 de la mañana, mejor duermo hasta el mediodía y lo escribo mañana. ¿Podré dormir?

Siento mi sudor frío. Miro la hora. Son las 12. Pasaron rápido mis cuatro horas de sueño. 

¿Y ésta que hace acá? ¿Es "Arbolito"? ¿Es nena? Sí, es nena. ¿Le molestará si subo la persiana y escribo? Tiro la correa que chilla. Ni se da cuenta. Veo el cielo nublado. Es domingo y afuera llueve. Qué día más genial para escribir.

El título lo escribí ayer, aunque en verdad lo vengo escribiendo hace 15 años: "La tristeza está subestimada".



Una confesión: dudé bastante en publicar este post porque mezcla algunos sentimientos profundos con algo de ficción. Sin embargo, me crucé con esta entrevista al polifacético Odin Dupeyron que terminó de convencerme. El minuto 6 y el minuto 16 de su charla TED también aplican.

08 julio 2017

Las ciencias, los mundos y las gentes

“Lo que no podemos pensar no lo podemos pensar; 
así pues, tampoco podemos decir lo que no podemos pensar (…) 
Que el mundo es mi mundo se muestra en que los límites del lenguaje 
(del lenguaje que sólo yo entiendo) significan los límites de mi mundo.”

Ludwig Wittgenstein



En su clásico y complejo Tractatus Logico-Philosophicus (1922) escrito bajo el fuego de la Primera Guerra Mundial, el pensador austríaco y discípulo de Bertrand Russell ponía el énfasis en la importancia del lenguaje en la filosofía. Sin embargo, en el marco de la avanzada del Gobierno contra la Ciencia, en general, y de las Ciencias Sociales, en particular, prefiero retomar su análisis sobre el pensamiento: “La figura lógica de los hechos es el pensamiento. (…) La totalidad de los pensamientos verdaderos es una figura del mundo”. Y me permito agregar que los pensamientos no verdaderos también son una figura del mundo. 


Esta introducción para clarificar el primer punto de partida: nuestros mundos se construyen de pensamientos verdaderos y falsos, y también de lo que conocemos y, por supuesto, lo que desconocemos. De este modo, nuestras conversaciones y debates sobre “la realidad” van a estar enmarcados en los límites de nuestro lenguaje que serán los límites de nuestros mundos. Y es justamente éste el segundo punto de partida: las Ciencias Sociales son relevantes porque nos brindan conocimientos sobre diferentes ámbitos de la realidad. Y esos nuevos conocimientos amplían nuestros horizontes y reconfiguran nuestros mundos.

Hasta aquí está todo muy bonito e imagino que el cientista social que nos esté leyendo estará muy contento, pero justamente a esta altura me gustaría señalar el problema que observo: la sociedad precisa tener conocimiento de esos nuevos conocimientos, algo que me cuesta creer que suceda.

En su trascendente trabajo La estructura de las revoluciones científicas (1962), el filósofo de la ciencia Thomas Kuhn describe una particularidad de las comunidades científicas que nos permite iniciar una respuesta a la falta de acceso de los ciudadanos al conocimiento producido: el aislamiento de los investigadores de las exigencias de los ciudadanos y la vida diaria. Si bien para el autor esto es lo que permite a los científicos concentrar la atención y lograr un alto grado de eficiencia -y probablemente tenga razón-, este artículo prefiere poner el foco en la distancia que los separa de la gente. Explica Kuhn: “No hay otras comunidades profesionales en las que el trabajo creador individual se dirija y se avalúe de manera tan exclusiva por otros miembros de la profesión. El más esotérico de los poetas o el más abstracto de los teólogos está muchísimo más preocupado que el científico por la aprobación por parte de las personas comunes de su trabajo creador, si bien tal vez esté menos interesado por la aprobación en general”. 

¿A qué queremos llegar entonces? A que si el Gobierno decidió enfrentar a las Ciencias Sociales es porque o bien no considera su conocimiento relevante para el país o bien considera que el conocimiento de los cientistas sociales son un adversario político. Y, especialmente, que si logró enfrentarlas con relativo éxito es porque, en muchos casos, las Ciencias Sociales están tan alejadas de la sociedad, que la misma sociedad para la cual producimos el conocimiento con el objetivo de ampliar su horizonte no tiene conciencia ni de nuestra existencia ni de la importancia de las Ciencias Sociales para solucionar los problemas que le complican la vida diaria. O, peor aún, si llegaran a tener acceso a nuestras investigaciones, probablemente no nos entenderían. O caerían en cuestionarnos desde la más profunda ignorancia como ocurrió en el pasado diciembre negro cuando decenas de argentinos salieron a criticar a los científicos a través de las redes sociales. ¿Qué otra razón que el desconocimiento sobre el rol de la ciencia en el desarrollo para que un tipo salga a criticar a los científicos de un país?

Pero seríamos muy injustos si saliéramos a señalar con el dedo a ese tipo que, a partir del límite de su mundo, simplemente fue manipulado para salir a cuestionar algo cuya naturaleza desconoce. Lo que sí es justo es criticarnos a nosotros por el hecho de que nuestros escritorios, nuestros trabajos de campo, nuestras computadoras y nuestros egos estén a kilómetros de la sociedad que pretendemos contribuir a mejorar. ¿Cómo puede ser que un gobierno tan adverso al pueblo y unos trolls que no existen estén más cerca de ese pueblo que nosotros?

Y si tenemos la responsabilidad, por supuesto que también tenemos la solución. Abramos las ciencias sociales. Hagamos nuestras tesis, enorgullezcámonos de nuestros títulos, firmemos nuestros libros, publiquemos nuestros artículos en las revistas que lee una minoría y expongamos nuestros papers en congresos. Claro que sí. Pero también acerquemos ese conocimiento a la gente cuyos mundos queremos mejorar. Si no vienen a nosotros, vayamos nosotros a ellos. Vayamos a sus radios y canales de televisión, tanto comerciales como comunitarios, ningún espacio puede ser desestimado. Si la religión lo hace, prediquemos nuestra ciencia en las plazas. No demos clases públicas solo cuando hacemos paros. Y si, supuestamente, se ganan elecciones por las redes sociales, ¿cómo vamos a dejar ese campo por explorar? 

En el Tractatus, Wittgenstein también decía que el mundo es independiente de nuestra voluntad, pero también afirmaba que “lo que es pensable es también posible”. Nuestra voluntad de que la ciencia sea uno de los motores del desarrollo en Argentina ha chocado frente a un gobierno que optó por desfinanciarnos primero y deslegitimarnos después. Pero tenemos algo a nuestro favor: el conocimiento. Hemos estudiado el pasado, observamos continuamente y desde diferentes ángulos el presente, y sabemos que la voluntad de los pueblos libres ha torcido muchas veces los destinos inciertos y oscuros de las naciones. Frente a esto tenemos dos opciones. O explicarle a la sociedad la importancia de la ciencia y persuadir como la gota que erosiona a la roca; o seguir en la soledad y el aislamiento de nuestros libros y egos. Ya sabemos a qué conduce cada camino.

Que el aislamiento mejore nuestra eficiencia y legitime nuestras investigaciones frente a los colegas. Y que nuestra apertura le explique a la sociedad la importancia de la ciencia y, de yapa, mejore sus mundos. Demos clases en la tele como Adrián Paenza, expliquemos ácidamente el mundo en 140 caracteres a lo Gerardo Aboy Carlés, demos cátedra en revistas académicas para la gente que no es como uno tal como hace Pablo Semán, debatamos con necios como Alejandro Grimson, multitaskeemos sobre relaciones bilaterales como Leandro Morgenfeld y subamos nuestros gráficos en Facebook para explicar la economía como Daniel Schteingart.

Abramos las ciencias sociales o sigamos mirando el mundo desde la cima de nuestra torre de marfil y observemos cómo somos derrotados en nuestra egocéntrica soledad.

* Publicado en la Revista Épocas N°4 "De teólogos y cenicientas. La investigación social frente al ajuste" (junio 2017).