20 noviembre 2018

Álvaro García Linera: “Toda hegemonía es un tipo de nacionalismo porque está reorganizando los sentimientos profundos con los que se ordena el sentido de una comunidad”

Álvaro García Linera es un caso poco común en las ciencias sociales: tras estudiar matemática intentó la revolución por la vía armada, fue encarcelado durante cinco años, estudió sociología por su propia cuenta durante la prisión, al salir de la cárcel se convirtió en un intelectual respetado en los medios y, finalmente, fue un actor fundamental como compañero de fórmula de Evo Morales para que la clase media boliviana votara al primer presidente indígena de Bolivia. Criticado por las izquierdas bolivianas y respetado por las izquierdas latinoamericanas, tras toda una vida dedicada a las luchas sociales, hoy ocupa el rol más importante de su vida: fue padre de Alba. Si acepta una recomendación antes o después de leer la entrevista, le sugiero que lea la carta que le escribió. La categoría de hegemonía en Gramsci, su aplicación en el Estado Plurinacional de Bolivia, la relación entre nación y hegemonía, la importancia de la economía para lograr el apoyo de la sociedad, la derrota de Evo Morales en el referéndum del 21 de febrero de 2016 para permitirle presentarse a una nueva elección y la dificultad de los movimientos colectivos para construir nuevos líderes son algunos de los temas que aborda el Vicepresidente en esta entrevista.


DA: ¿Cómo entiende el concepto de hegemonía en Gramsci?
AGL: La hegemonía es un concepto bien fuerte porque requiere la capacidad de tener un sector social, un conglomerado de los sectores sociales para influir, para orientar, para conducir los esquemas reflexivos básicos de una sociedad. Los modos de organizar el mundo y ubicarse en el mundo. Es un modo de conocer. Pero es un modo de conocer el mundo y, mediatamente, actuar en ese mundo. Un mundo producido. No por generación espontánea, sino producido por luchas, por enfrentamientos, herencias, sedimentaciones que están en el cuerpo y la piel de la gente, en su cerebro, en sus neuronas y que luego actúan casi de una manera medio automática. Es más que la conciencia en Althusser. Mucho más que eso. Porque hay cosas que no están en tu conciencia, pero actúan y te permite entender tu vida cotidiana, tu familia; tus expectativas para tus hijos, en tu trabajo, con tus amigos; tu manera de colocarte frente a los gobernantes. Es transversal a tus actividades políticas y culturales, a tus distracciones, es transversal a tus gustos, a tus expectativas. Por eso es una categoría bien complicada. No es fácil definirla ni tiene un modo específico de poder medirla.
DA: Su definición sobre la hegemonía se asocia con otra categoría de Gramsci: el sentido común. Y también al rol que Gramsci atribuye a los intelectuales orgánicos cuya función radica en transformar ese sentido común que se ha construido durante siglos.
AGL: Lo que pasa es que el sentido común es una manera de manifestarse. No hay que confundir. Al hablar de hegemonía estás hablando de la orientación del mundo como una construcción. En el caso del sentido común ya eres tú mismo, pero como sujeto pasivo. Sin embargo, son la misma cosa. Sólo que el sentido común ya ha sido construido, te mueves en él. Se trata del mismo proceso: uno visto uno como lucha y el otro visto como ejecución casi pasiva. Entonces esta categoría es muy importante porque te ubica en el centro de la política. En las ideas, pero más que las ideas: los esquemas mentales. Más que los esquemas mentales: los preceptos morales. Más que los preceptos morales: tu orden lógico. Y te ubica en todo ese fenómeno verbalizable, pero mucho más que verbalizable. Te ubica en el escenario de la lucha política. Esa es la virtud de esta categoría gramsciana.
DA: ¿Cuáles serían las dimensiones de la hegemonía?
AGL: Tiene dos dimensiones. Por un lado, lo cultural, lo lógico, lo discursivo, lo moral, lo simbólico y lo ecléctico. O sea, lo pre-reflexivo. Esta dimensión es el engranaje necesario donde se construyen sujetos e identidades. La segunda dimensión es el lugar de lucha, de conflictos y de antagonismos. Tal como Gramsci la utilizaba, no debemos perder de vista los núcleos de condensación de la hegemonía: la acción colectiva, la lucha política, el Estado. Esto te muestra que uno de los problemas con esta categoría es que, si el sentido común está en todos las partes de tu vida cotidiana, es muy fácil caer en discutir infinitos aspectos de la vida. Pero hay importante de importantes. Hay momentos en que todos esos debates de tu cotidianeidad se condensan, se articulan y adquieren un flujo distinto, una direccionalidad distinta, una influencia distinta que son estos lugares: el sentido común, las tolerancias morales, la lucha política, la acción colectiva, el Estado. Todos estos conceptos más fuertes son lugares donde hay mayor condensación, mayor intensidad de flujos. Los otros también forman parte, pero están menos capilarizados por la acción social. Mientras hay otros donde tú tienes una concentración enorme. Esto te permite Gramsci. Si no, entrarías en una lectura culturalista, que es un uso de Gramsci no peligroso y atemperado. Esa lectura no analiza lugares de condensación. Cuando tienes una mirada demasiado laxa sobre la hegemonía en Gramsci, tienes un problema.
DA: Teniendo en cuenta estas dos dimensiones. ¿Cuándo comenzaría la hegemonía?
AGL: Es que siempre estás en la hegemonía por mucho que te remontes a nuestros ancestros. No hay un punto de partida de la hegemonía. Forma parte del vínculo humano, de las relaciones humanas. En mi lectura, no hay una prehistoria de la hegemonía. La hegemonía no comienza con el Estado. Cuando tú estudias a las sociedades sin Estado, como las guaraníes, y ves su manera de organizar la vida y realizar la guerra, tú tienes ahí una condensación de relaciones de hegemonía entre las personas. La propia autoridad moral de los mayores ya establece una relación de liderazgo y de autoridad moral que no se utiliza para usufructuar personalmente las cosas, pero que te coloca en una posición de mayor atención e influencia. Y eso se vuelve más denso cuando tienes que ir a la guerra porque hay que obedecer a alguien y operan otro tipo de mecanismos atribuidos a fuerzas sobrenaturales en el líder. De este modo, se estructura una red de mandos, jerarquías, decisiones y conducciones. No puedes imaginarte una sociedad sin hegemonía. En las relaciones humanas la gente busca influir en la decisión de las otras. Lo que no sé es si podemos aplicar el concepto de hegemonía a la relación de uno a uno. Ahí tengo mis dudas.
DA: Desde mi perspectiva, no existe un comienzo puntual de la hegemonía, sino que son memorias que se van articulando, como cadenas, que se van pasando la posta. Creo eso, pero, ¿para usted no hay un punto de partida?
AGL: En términos generales, cuando hablas de sociedad siempre vas a hablar de relaciones de hegemonía. Siempre. Porque la gente está ubicada e interpreta de una manera el mundo. No hay un ser humano que no tenga una manera de conocer el mundo. ¿Pero cuál es la diferencia? Que siempre hay hegemonía que se realiza bajo otros determinados tipos de hegemonía. Hay una construcción de una nueva hegemonía en tanto vas vaciando a la antigua. Nunca vas a encontrar una sociedad sin hegemonía. O son momentos muy cortos. Muy acotados. Nunca vas a encontrar una sociedad donde no haya hegemonía, pero sí la vas a poder fechar. La segundo cosa es que aún en tiempos históricos hay varias hegemonías en juego. No hay una sola hegemonía. Hay hegemonía de largo aliento.
DA: Al momento de analizar la hegemonía del Gobierno de Evo Morales en Bolivia comencé pensando en la Guerra del Agua y la Guerra del Gas. Pero luego pensé en la construcción de Evo Morales como líder y en el crecimiento político de los cocaleros en el Chapare. Y luego fui aún más atrás y pensé en los kataristas, en la Revolución del ’52, la Guerra del Chaco y Tupac Katari. ¿Cómo aplicaría su lectura a la construcción de hegemonía de su Gobierno?
AGL: La idea de nación, de parentesco ampliado entre las personas en un territorio, es un tipo de hegemonía profunda de largo plazo. Y sobre ellas hay hegemonías de corto plazo. En el caso de Bolivia, la idea que se tiene de nación se la construye en 1952. Las clases sociales dominantes definen un patrón de ordenamiento de la identidad de las personas que viven en un territorio, que las cohesionan, que las hacen partícipes de una preferencia y de un futuro. Pero esta hegemonía profunda de largo plazo del nacionalismo revolucionario que se quebró en el año 2000 -cuando los indios surgen como sujetos de la nación- aceptó por lo menos dos hegemonías: la civil-democrática y la militar-dictatorial. Ambas van a interactuar con la hegemonía como nación, pero ésta es mucho más duradera. Escarba en los seres humanos los elementos más profundos, mientras que la hegemonía política es más inmediata, superficial, y también tiene efectos en la primera, y viceversa. Uno puede verlo como por olas: una profunda y otras que interactúan. Cuando uno ve los ámbitos de lucha política y discursos se fija en las más cortas, pero nunca dejas de ver los efectos en la de más largo aliento. Más difícil de transformar. Pero si llegas a transformarla estás logrando la perdurabilidad de las otras. Cuando tú veas a los niños en su colegio con sus amiguitos asociar su sentido de patria -que despierta su sentimiento más noble y el compromiso de los niños- y que lo repitan de manera inconsciente hasta que se mueran; cuando los veas asociar a la ritualidad, a la liturgia del Estado Plurinacional, entonces lo que se ha construido en términos de discurso político, de organización política, de interpretación del mundo ha horadado el alma y eso es muy difícil de modificar. Todo nuevo bloque histórico también es una construcción de nación. Viene asociado. Y no hay discurso, liderazgo o hegemonía duradera que obligatoriamente no deba a su vez construir una manera de nación. Por eso toda hegemonía es un tipo de nacionalismo porque está reorganizando los sentimientos profundos con los que se ordena el sentido de tu comunidad. El estudio de la identidad nacional en el fondo es el estudio de las hegemonías duraderas, de la hegemonía de largo plazo.
DA: ¿Cómo se vincula esta relación entre hegemonía y nación en Bolivia?
AGL: En el caso de Bolivia la idea de nación -que emerge del nacionalismo revolucionario del ’52- está asociada al castellano, un idioma único, la pequeña propiedad, el mercado, la ciudadanía adquirida mediante el voto, el servicio militar obligatorio, el mestizaje como el gran horizonte. Eso lo construye la clase dirigente que no solamente toma el poder, articula las elites a las inteligencias locales que venían del viejo régimen, reestructura la economía y moderniza el discurso político, sino que también carga toda una idea distinta de nación. Por otro lado, la emergencia de los movimientos sociales trazó el concepto de plurinacionalidad. Ahora somos muchas naciones, ¿no era que éramos todos mestizos? No puede haber clase social que no imponga en su lógica organizativa del mundo una manera distinta de ordenar la historia larga de la sociedad. Ahora tú tienes el Estado Plurinacional, la existencia de muchas naciones pertenecientes a Bolivia, todos somos bolivianos, pero hay bolivianos que aparte de ser bolivianos son aymaras o quechuas. Y esas naciones han preexistido a Bolivia. Esta es la segunda cosa que quería decirte: la hegemonía no es un corpus cerrado, sino que hay partes hegemónicas en diputa. En toda lucha hegemónica hay varias hegemonías en disputa. En términos sincrónicos, en términos de temporalidad. Y la tercera cosa que quería decirte es que estoy convencido de que la hegemonía no debes reducirla a un tema meramente ideológico, meramente discursivo, que es un poco el riesgo al que se acercan nuestros compañeros Ernesto Laclau e Íñigo Errejón. Ellos tienen una propensión a reducirla al discurso, como si fuera ensamblable: mi discurso constituye al sujeto y ya tengo mi proceso. No está mal hacer este juego porque te permite ver la operatividad del hecho hegemónico, pero es insuficiente. Es aplicable, parcialmente, en momentos de crisis, donde este juego discursivo puede funcionar. Sin embargo, la crisis siempre es una excepcionalidad, inaugurable de lo nuevo, pero una excepcionalidad. En tiempos de normalidad -que es el 98% del tiempo social- ya no funciona ese esquema.
DA: Si no debemos reducir la hegemonía a lo ideológico, ¿qué otros aspectos debemos tener en cuenta?
AGL: En primer lugar, lo económico, que el politólogo y el sociólogo no lo toman en cuenta, y es un hecho elemental, básico y fuerte. En segundo lugar, olvidamos que en el 98 por ciento de su tiempo real la sociedad funciona dirigida por otros parámetros más profundos que el simple juego del discurso político. Y ahí quien te ayuda es Émile Durkheim con los esquemas morales y lógicos que en tiempos de normalidad son resilientes a las construcciones discursivas políticas. También ahí está la hegemonía y la habilidad de un partido de un Estado es cómo transformar y guiar esos esquemas lógicos y esos esquemas morales de la sociedad. Esas son las hegemonías profundas. Que la lectura de Laclau no la puede ver. No la ve. No la visibiliza. Pero cuando tú logras entrar a esa parte del cerebro de las personas estás en otro mundo. Esa es la hegemonía de largo plazo. Que también es lucha. Los esquemas de Gramsci siguen jugando. No es sólo un tema de conciencia, de discurso, de reflexión, ni de masaje a la conciencia althusseriana. Es más que eso. ¿Cómo influyes en los resortes de las vergüenzas de las personas? Uno se avergüenza sin pensarlo. Te pones rojo. O te irritas. Te pones incómodo. ¿Cómo influyes en eso? La vergüenza está ahí en las personas. Y salta cuando hay un problema. ¿Qué cosa construyó lo que luego te va a manifestar como sonrojamiento, como pasión, como odio? ¿Cómo se construyó esos mecanismos? Quien logre construir eso logra construir la hegemonía duradera. Y eso es mucho más que un discurso.
DA: No sé cómo se construyen esos mecanismos que activan la vergüenza, pero le puedo decir que soy un excelente amo de casa: cocino, lavo, limpio… Pero no plancho. Y ayer estuve planchando esta camisa para esta entrevista durante una hora. Ahí tiene un “resorte” que usted ha activado.
AGL: (Risas) Entonces, ¿cómo monopolizar eso? Eso es parte de una hegemonía de largo aliento. Y esos son los mecanismos que regulan tu vida en un 98 por ciento. Ahí está el verdadero momento hegemónico. Ahí ya no es suficiente Ernesto Laclau o Juan Carlos Portantiero. Ellos se quedaron en el ámbito del discurso. En cambio Émile Durkheim trabajó este rol.
DA: Se construye hegemonía en la sociedad civil y se accede a lo que Gramsci denomina sociedad política. ¿Por dónde pasa la lucha por la hegemonía una vez que se tiene el control de Estado?
AGL: Por la derrota de tu adversario. No puedes construir hegemonía duradera o un nuevo ciclo hegemónico sin la derrota de tu adversario. En ese tema yo me peleo con algunos gramscianos que asumen que la lucha de la hegemonía en la sociedad civil se la va construyendo en distintos ámbitos de la vida cotidiana, la actividad cultural, los discursos, el arte, la literatura, los bailes, las universidades o los medios de comunicación. Si eso no se traduce, primero, en un hecho político estatal como dice Gramsci, pero a la vez en derrota política y cultural de tu adversario tu hegemonía es inconclusa. Es una hegemonía bloqueada. Por lo tanto, no es una hegemonía en el sentido pleno de la palabra. Debes derrotar a tu adversario. No puede haber nuevo Estado ni nueva hegemonía si previamente no estás derrotando a tu adversario, al portador de la antigua o de la nueva proto-hegemonía. Y derrotar a tu adversario es un tema discursivo, es un tema simbólico, de esquemas lógicos, de esquemas morales de la vida, pero también es un hecho de arrebatarle su fuerza política, su fuerza moral. Debes deshacerte de ellos, dejarlos sin bandera, sin voluntad colectiva, tienes que desarmar al emisor, a las clases sociales, al bloque, al grupo constructor, irradiador e impulsor de esa antigua hegemonía. Tienes que hacer eso. Sólo así hay una nueva hegemonía. En ese sentido hago mi formulita: Gramsci, Lenin, otra vez Gramsci. Gramsci construyó desde abajo la hegemonía, el liderazgo moral, el liderazgo intelectual, el liderazgo cultural, el liderazgo ideológico, la capacidad de articular a la sociedad en torno a tus discursos, tus propuestas y tu manera de organizar y conocer el mundo. Para ello, tienes que haber derrotado y desarmado a la antigua manera. Tienes que haber liquidado su fuerza histórica. ¿Qué es algo importante para la nueva hegemonía? Haber derrotado a la vieja. No sólo como bloque social y político, sino como fuerza cultural y fuerza ideológica. Tienes que haberla debilitado, deshilachado, fragmentado. Y ahí tienes muchas herramientas: quitarle sus banderas, desorganizarlos, fragmentarlos y transformarlos. Eso es un primer elemento para la consolidación de la nueva hegemonía.
DA: A ver si lo sigo. Primero se construye hegemonía desde abajo en la sociedad civil. En un segundo paso se accede a la sociedad política y se derrota al adversario. ¿Y luego?
AGL: El segundo elemento es que la hegemonía que establece un tipo de conformismo moral entre gobernantes y gobernados se construye sobre cierta satisfacción material de la gente. Muy pocos gramscianos se fijan en la economía. Y ese es un gran error. La autonomía de la política, la fuerza transformadora de las ideas, de los discursos, de los objetos existe. Sí. Pero ellos surgen, se vuelven eficientes, visibles y movilizadores porque ha habido previamente un debilitamiento de tus satisfacciones materiales cotidianas, de tu manera de vivir, de cuánto pan comes, de si puedes mandar a tu hija al colegio, si puedes ahorrar para comprarte un libro. Cuando eso falla lo político comienza a adquirir relevancia, predominancia y se vuelve un factor decisivo, pero para que esta nueva construcción política que ha de derrumbar el viejo régimen vaya a consolidarse tarde o temprano, más pronto que tarde, tiene que darte resultados prácticos en la economía de tu vida cotidiana. Si no ha de derrumbarse. Parte de la hegemonía duradera, de esta duración del conformismo moral entre gobernantes y gobernados, es porque hay una mejora de las condiciones de vida de la gente. La economía. Lo que vengo discutiendo en cada foro: “La clave va a ser la economía, compañeros”. La gente no se moviliza perpetuamente, la gente no va al sindicato perpetuamente. No lo hace. Lo hizo por un tiempo. Luego irá su casa y si en su casa ve que vive peor, todo se va a derrumbar. Y si ve que vive bien: valió la pena. Si vivo mejor que antes significa que este proyecto tiene un efecto práctico en mi vida cotidiana. Y ahí la hegemonía se vuelve duradera. La hegemonía requiere un tipo de mejoramiento de las condiciones de vida de las personas. Si no, no va a ser hegemonía por muy excelentemente que tenga construido el discurso o el ensamble de significantes y significados como quieran hablarle los gramscianos idealistas que sobredimensiona el papel de lo ideológico. En el fondo esa es la meta. ¿Por qué Lenin tiene que pasar a la NEP? Porque si no los iban a botar. Y los obreros iban a botarlo. Kromstadt fue el primer momento revelador como un rayo que te dice que las cosas no están bien. Tengo que comer, no puedo morirme de hambre. La NEP es la respuesta leninista a la importancia decisiva a una base económica que te dé tiempo para construir más hegemonía, para irradiar, para vincularte con el mundo. Pero tu estabilidad te la juegas no en la excelencia del discurso hegemónico. Al revés, el discurso hegemónico logra su estabilidad en la economía.
DA: Si analizamos la economía, el Estado Plurinacional de Bolivia se diferencia de otros gobiernos postneoliberales en que ha realizado un sólido manejo macroeconómico. Mientras Venezuela, Brasil y Argentina han tenido déficit fiscal e inflación, Bolivia cumplió con el orden fiscal pregonado por el neoliberalismo, con la diferencia de que mejoró la vida de las personas a través de la disminución de la pobreza y el hambre, y la mejora de la redistribución del ingreso y el coeficiente de Gini.
AGL: Sin embargo, nosotros no tomamos el equilibrio fiscal como meta. No es eso. Tomamos la experiencia de la Unidad Democrática Popular [NdeR: la UDP fue una alianza de los partidos de izquierda que gobernó Bolivia después de la Dictadura entre 1982 y 1985 y se fue eyectado por una hiperinflación que provocó una crisis económica] como algo que no deberíamos repetir. Somos una generación marcada por la UDP. Yo tenía 20 años y hacía fila desde las 4 de la mañana para comprar cinco panes. Era un gobierno de izquierda: estaba el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), el Partido Comunista de Bolivia (PCB), Movimiento Nacionalista Revolucionario de Izquierda (MNRI) y el Partido Revolucionario de la Izquierda Nacionalista (PRIN). Es más, me invitaron. Guardabas la plata y en una semana valía 40 por ciento menos. En un mes, 80% menos. Si caminabas por la calle y encontrabas a alguien que vendía un queso, cómpratelo porque luego no vas a volver a encontrar ese queso. Esta idea de la escasez, de las filas, de la falta de alimentos, del desabastecimiento, de la inflación, de que te comprometes sin tener, de que gastas lo que no tienes... Esa experiencia vale para nosotros más que mil artículos y reflexiones sobre la importancia del equilibrio fiscal. Significa simplemente que tú no puedes gastar más de lo que tienes. Tú quieres gastar más, pues ten más. Así de claro. Y en el caso del Presidente, se suma su lógica campesina. Más que Luis Arce Catacora debes enfocarte por otro lado en el manejo económico: guarda para tiempos duros, no te los gastes todo ahorita, no gastes más de lo que tienes. Es una especie de lógica económica campesina. A partir de eso, como nacionalista y como revolucionario puedes nacionalizar el gas y el petróleo. Puedes acogotar los banqueros. Tienes una mezcla de lógica campesina y marxista. Y eso ha dado esta idea de economía. Pero muy importante fue para nosotros la experiencia de la UDP: no tenía plata, aumentaba los salarios, el banco central imprimía más plata sin respaldo, pagaba el aumento, calmaba la movilización, los mineros volvían a sus trabajos y a los 15 días volvía a aumentar la inflación. Un gobierno revolucionario no puede gastar más de lo que tiene. No dura. Se derrumba. Lo primero que dijimos con el Presidente Evo fue hacer todo lo contrario a lo que hizo la UDP. Esos cachafaces no quisieron cerrar el Parlamento ni tener mayoría en el Parlamento, entonces nosotros buscamos la mayoría con la segunda elección. Esos cachafaces no quisieron ajustarles a los empresarios, nosotros les ajustamos a los empresarios, con mercados abastecidos, sin gastar más de lo que tienes y ahorrando. Si te va bien ahora, qué bien, gasta una parte y guárdate una parte. Porque quién sabe qué va a pasar el siguiente año. De eso estamos viviendo los últimos tres años. Las reservas internacionales guardadas en el tiempo de bonanza ahora te permiten continuar la política económica. Otros países han entrado en crisis; en Bolivia ha bajado la inversión, hay un poco de desempleo, pero tienes una situación más o menos parecida a 2012. Nuestro modelo económico nunca fue pensado en función de replicar la estabilidad macroeconómica. Simplemente gasta lo que tienes y ahorra un poco. Yo creo que esto es un elemento clave de cualquier proceso. No puede haber proceso revolucionario duradero si no está asentado en una estabilidad económica.
DA: Es similar a lo que Juan Carlos Portantiero graficó como la reflexión desde la derrota de Antonio Gramsci tras su encarcelamiento.
AGL: Fue el derrumbe de las izquierdas bolivianas. Nuestro Muro de Berlín. Porque después tú tenías a los mineros votando por los dictadores. Ganó Banzer en las regiones mineras, el MNR en el campo. Toditos los izquierdistas, trotskistas y guerrilleros se pasaron al MNR porque se les derrumbó. Habían llegado al poder, tuvieron el mando y fueron una pandilla de inútiles y de ladrones. Eso fracasa, pierdes tu fuerza moral y te derrumbas. Cuando cae el Muro de Berlín, los izquierdistas confirman que era mejor pasarse al otro lado y poner una consultoría. Porque el camino de las nacionalizaciones y los incrementos salariales a petición de cada fábrica no iba funcionar.
DA: Volviendo a la coyuntura, ¿cómo se entiende la derrota del referéndum del 21 de febrero de 2016 para habilitar un período más de gobierno de Evo Morales desde una mirada hegemónica?
AGL: Es un golpe. Es un retroceso. Pero previsible. No se eligió presidente el 21 de febrero, se eligió si podía volverse a postular el Presidente. Y lo que ganó fue un sentido común que nuestros compañeros no supieron comprender. Lo que habla también de cierto distanciamiento de los dirigentes respecto a sus bases. La gente te acaba de entregar cinco años, una autoridad para tomar decisiones. No le podés decir al día siguiente que en vez de cinco te dé diez años. Porque es un abuso. Así de sencillo. ¿Cómo vas a ir a pedirle a los pocos meses? Claro que había otro cálculo: que ahora se tenía más fuerza. Fue una decisión de la Coordinadora Nacional para el Cambio (CONALCAM). Fue un gran error. No se podía. Se trata de un tema moral. Te acabo de pedir cinco años y si vengo a pedirte cinco años más soy un abusivo. Veremos cómo te va en los cinco años, a ver qué haces en estos cuatro años y medio, y si estás haciendo bien las cosas continúa. Pero no pueden darte 10 años. Habíamos ganado las elecciones en octubre y en pocos meses les estábamos pidiendo 10 años más. Rompía con el sentido común de la gente de que no te puedes abusar. Aquí lo que estábamos haciendo era abusar. Y, a pesar de eso, la gente te dio el 49 por ciento de los votos. Lo que es muy fuerte. Es heroico. Pero ojo, no estaban decidiendo si Evo era Presidente, sino si le estábamos dando por anticipado cinco años más. Ahí hubo un mal cálculo de los compañeros que creyeron que aprovechando la gran victoria del 62 por ciento de octubre de 2015 había que montarse en eso para sacar otro 62 por ciento. La gente sabe diferenciar: te da un voto, pero “no abuses de mí”. Cumple con tu trabajo y luego veremos. Consúlteme de aquí a 2019 si vale la pena o no que te autorice. Esa partecita del sentido común gramsciano no la supieron entender los compañeros y nos llevó a este empate. La diferencia fue 130.000 votos. Para revertir necesitábamos 75.000 votos. Yo siento que ese 49 por ciento que nos apoyó lo hizo tensando demasiado ese cariño y esa adhesión moral a este proyecto porque el sentido común te decía que habías hecho una mala pregunta en un mal momento. Pero claro eso ha servido a la oposición para decir: “A partir de ahora el Gobierno vive en minoría”. No es cierto. Sin embargo, el problema de los sectores conservadores es que no logran superar la fuerza de la hegemonía justamente. Si nosotros no hubiéramos derrotado, como se tiene que derrotar, una hegemonía previamente esto hubiera sido suficiente para transformarte totalmente el país y la vida política. Porque la oposición ganó, pero quién canaliza todo eso. En torno a quién. A qué liderazgo, a qué partido, a qué programa. No tienes porque habíamos derrotado previamente su esquema del mundo. Ahorita, claro, está mal el gobierno, pero la manera en cómo razonan sigue en este triángulo que habíamos definido el nuevo campo político: plurinacionalidad, nacionalización y distribución de la riqueza. Es un triángulo en donde el Gobierno y la oposición se mueven. Cuando Donald Trump dice que la colonización y el libre mercado ya no es el gran objetivo de todos los seres humanos, la oposición boliviana se queda sin caparazón internacional, mientras que nacionalmente no tienen todavía un contrapoyecto. Volviendo a tu pregunta, fue un error haber ido al referéndum en esta fecha, deberíamos haberlo hecho en 2019.
DA: Hubo gente que los votó tensando el cariño, pero también hubo gente que apoya el Proceso de Cambio, pero votó en contra. ¿Existe la posibilidad de que este movimiento colectivo que construyeron en Bolivia necesite de nuevos líderes que lo sigan construyendo?
AGL: Se necesitan nuevos líderes porque eso te da un colectivo social más duradero. Lo hemos admitido como un error nuestro por no habernos esforzado a construir esos liderazgos que acompañen. Es imposible construir un liderazgo similar al de Evo porque nació en crisis estatal, en derrumbe de una vieja hegemonía y en inicio de una nueva hegemonía es un liderazgo. Un liderazgo parecido habrá de surgir cuando haya una nueva crisis hegemónica de la misma profundidad. Ésta no afectó solamente a los políticos, sino también al sistema nacional en su conjunto porque se puso en debate: ¿qué es la nación? Los indios. ¿Cuál es el lugar de los indios en la nación? Y es un tema que va más allá de los partidos y la nacionalización. Sino que trataba un tema pendiente desde el siglo XVI. Esa impronta la lleva Evo. Es difícil que surja un liderazgo tan fuerte en los próximos años porque no hay un tema tan profundo a ser resuelto, pero sí pueden surgir liderazgos fuertes políticamente desde los sectores sociales que den continuidad o mejoren elementos del liderazgo del Presidente Evo. Es un poco la tarea que nos hemos propuesto en estos años: potenciar los liderazgos locales, aunque aquí surge un problema, sociológicamente entendible, pero políticamente complicado para nosotros: el Estado siempre fue una especie de castillo acorazado protegido contra los indios y contra la gente pobre, entonces, cuando ellos entran al castillo lo hacen al estilo de Octubre de Serguéi Einsenstein, hermano. Pues quieren estar ahí. Es normal. Siempre viste al Estado a la distancia y ahora estás ahí adentro. Y consideran que el destino normal de cualquier dirigente bueno es hacer la carrera que lo lleva hacia el Estado. Primero, un dirigente sindical bueno y luego alcalde, senador o ministro. Muy rápido. Es normal que los compañeros quieran hacer eso. Y al hacerlo hipotecan su carrera y su liderazgo social. Eso es lo que está dificultando formar líderes sociales porque no es que el Estado los absorba, sino que ellos quieren ser absorbidos por el Estado, pero al hacerlo muy pocos sobreviven porque el Estado es un triturador de liderazgos. Y así has derrochado 10 años de formación. Solamente los muy fuertes logran sobresalir. Es una excelente palestra para proyectarte, pero si no tienes un temple construido previamente, te disuelves fácilmente. Yo he visto muchos compañeros, socialmente grandes líderes, perderse muy rápidamente en el Estado. No es necesario, no les conviene. Donde están apoyan mejor. Pero ellos sienten que es un derecho centenariamente negado y que ahora quieren disfrutarlo. Hay que enfrentar esa dificultad: una cosa es el liderazgo social y otra el liderazgo en el Estado. Es una dificultad que uno tiene que combatir para que Evo esté acompañado de un conglomerado de compañeros que tengan la fuerza política, ideológica y social. Para darle continuidad a que Evo sea Presidente. Pero nos está costando.