06 junio 2021

Hasta siempre, Camarada

Edgar Zavala comenzaba su relato autobiográfico diciendo que había nacido en Santa Rosa del Conlara, San Luis, el 17 de agosto de 1955. Por esta razón, esta fecha es feriado nacional.

Llegó a Buenos Aires con la idea de estudiar periodismo cuando casi ninguna universidad enseñaba esa carrera. Entre la Universidad de Lomas de Zamora, la Universidad de La Plata y la Universidad Del Salvador, terminó inclinándose por la casa de estudios de los jesuitas. Una vez graduado, sería docente de la USAL durante más de cuatro décadas.

Puntano de nacimiento y porteño por adopción, ambas 

Con el regreso de la democracia, Edgar ingresó al Congreso en 1983 por concurso público. Durante casi cuatro décadas se desenvolvió como asesor de la Comisión de Sistemas, Medios de Comunicación y Libertad de Expresión del Senado de la Nación. Una década más tarde, su labor parlamentaria lo llevó a ser asesor durante la Convención Constituyente de 1994 en Paraná.

Era Jefe de Trabajos Prácticos en la Cátedra de “Derecho a la Información” de Duhalde y Alén y antes había formado parte de “Teorías y prácticas de la Comunicación II” de Máximo Simpson. Por sus cátedras de “Teoría de la Comunicación” pasaron casi todos los graduados de la Universidad Del Salvador. Y también dejó su huella como Director de la carrera de Periodismo y Comunicaciones de la Universidad Kennedy.

Sin “tuitér” ni “facevoc”, con “hermanos y hermanas” por todos lados, Edgar fue dejando su huella en miles de estudiantes. Y no exageramos: pasó más de la mitad de su vida formando profesionales de la comunicación. Profesor de profesores y carismático, su nombre era conocido en todos los congresos de comunicación de América Latina.

Hincha de Boca y peronista de Perón, nunca nos explicó por qué nos llamaba “camaradas” o saludaba con su clásico saludo alfonsinista: “Felices Pascuas”. Lo que sí sabemos es que detrás de sus corbatas con animalitos, su tonada puntana-porteña y su cataratas de chistes, se encontraba un tipo generoso y una buena persona que, en un pasillo de la facultad, te alegraba el día.

Querido Edgar, queremos recordarte con esa sonrisa, ese chiste siempre a mano y tus gestos de simpatía que supieron pintarte de cuerpo entero. No te decimos adiós, sino te saludamos como a vos te hubiese gustado: “¡Hasta siempre camarada!”.