26 julio 2018

El gigante chino

Dicen que está dormido,
que descansa sentado,
que tiene la fuerza de una roca:
la fuerza de una montaña.

Existe. Lo vi.
El gigante chino se apoya en un acantilado.
Espera y mira al río.
Dos guardias de piedra lo protegen de la marea.

Sabe de su grandeza,
de sus fuertes brazos,
su mirada bondadosa,
y su piel color bronce.

No se sabe dónde nació.
Cómo vino ni cuándo llegó.
Sólo se sabe que su nombre es Lingyun.
Y que espera hace siglos a un costado del monte.

Cuentan que hace muchos años se enamoró de una princesa.
Su nombre era Dadú.
Ella escapaba de su familia de reyes.
Él huía de su clan de gigantes.

Y jugaban juntos frente al río.

Una vez la princesa se arrojó al agua.
A él le encantaba verla zambullirse.
Pero esta vez Dadú no volvió a sumergir como siempre.
Y el gigante se sentó a esperar.

El sol cayó y volvió a salir.
Una y otra vez.
La luna lo alumbró varias noches.
La noche le encendió varias lunas.

Pero ella no volvió.

Hoy uno puede tomar un tren desde la populosa Chengdú.
Y viajar hasta las profundidades de Leshan.
Internarse en aquella ciudad mediterránea.
Y simplemente admirarlo.

El gigante sigue esperando sentado.
Aguarda pacientemente con las manos sobre sus rodillas.
Es un mensaje: la esperanza vale la espera.
Aunque nubes de musgo crezcan a su alrededor.

Aún espera a que vuelva su princesa.
Espera en el monte Lingyun.
Espera el amor.
A orillas del río Dadú.







Cuentos chinos



II. Fortuna

III. La abuela China

IV. El gigante chino

V. La ruta del dragón

20 julio 2018

La abuela China

Faltaban pocos días para terminar mi viaje. Partí en tren de Nanjing a Jinan para conocer la montaña de los 1000 budas, que resultó ser un destino que no valía la pena. No pude dormir durante toda la noche y llegando a Jinan el padre y el hijo que tenía en frente me mostraron el Monte Tai. No entendí. Ya durante mi estadía, en el hostel me dijeron que la ciudad no era un buen destino turístico, pero que sí lo era Taishan: la traducción al chino del Monte Tai y uno de los cinco picos sagrados de China. Tal vez algún día les cuente el duro ascenso que han hecho cinco emperadores y personalidades muy importantes como Mao Zedong y Confucio. Al día siguiente amanecí temprano para tomar el tren durante 40 minutos y comenzar la subida desde la vecina ciudad de Shandong, cuya economía gira en torno al turismo que genera el monte. En el trayecto de sólo una estación, una abuela no paró de sonreírme, mientras una jovencita me conversaba en inglés. Me despedí agradeciéndoles con un chocolate a cada una, pero la historia es mejor así.

Caminé 50 cuadras desde el bus hasta "la montaña de los 1000 budas". No vale la pena, pero tiene una atracción: el buda dorado gigante. Lo vi desde la cima. Y no lo habría conocido, si no hubiera sido por los amigos catalanes Albert y Neus.

Los días pasan como los trenes. Es víspera de Año Nuevo y las estaciones se llenan de chinos. Hace mucho frío en esta época, pero los campesinos siguen trabajando la tierra. Las heladas golpean en los vagones mal calefaccionados. Y ella tose.

La abuela le sonríe al extranjero que está sentado en frente. Tiene un gorro de lana blanco, los brazos cruzados para ahuyentar el frío y mira la escritura del extranjero como si fueran garabatos.

Le sonríe nuevamente. Le quiere contar que va a visitar a su nieto que cumplió 3 años. Juntó yuan por yuan durante los últimos seis meses vendiendo pancitos cocidos al vapor. El pasaje sale 18 yuanes: casi unos 3 dólares. El extranjero lo sabe porque hace el mismo recorrido. Piensa un instante: en cuántos minutos de trabajo ganará esa módica suma. 

Sin embargo, la abuela china le quiere contar que ha logrado ahorrar 3 yuanes por mes. Le quiere contar que a sus 75 años está cansada. Que le duelen las manos de amasar. Que le cuesta levantarse a las 5 de la mañana para llegar a venderle los pancitos a la gente que va al trabajo.

Sin embargo, sonríe. Para los que menos tienen la felicidad espera a un par de pasos. La abuela  China hurga en un bolsillo de su campera y saca una foto de hace un año. Y quiere explicar: no ve a su nieto desde hace un año. Un chinito peludo sonríe en la falda de la abuela China. Revuelve un poquito más y saca el regalo que le compró: una bolsa llena de caramelos.

Al extranjero se le escapa una lágrima.

La abuela China le convida un caramelo.


El Monte Tai es tan importante para la cultura china que aparece en el billete de 5 yuanes. Me lo contaron en la cima.


Cuentos Chinos

I. Un Mao Posible

II. Fortuna

III. La abuela China

IV. La ruta del dragón

17 julio 2018

Fortuna

El siguiente es un relato veraz, muy veraz, sobre mi llegada a Fenghuang, uno de los pueblos más hermosos que vi en mi vida. No sabía que existía. Todo fue una cuestión de azar. Y es una gran metáfora sobre las muchas experiencias que vivimos los viajeros. Y, por qué no, en la vida. Fui escribiendo el relato en mi cabeza a medida que iba ocurriendo. El pueblo queda al sur de China: exactamente aquí.



Fortuna es mala cuando el pasaje de Guilin a Kunming es más caro de lo que pensabas. 

Fortuna es noble cuando le sacás charla a un francés que te tira el dato de Fenghuang.

Fortuna es triste cuando en la estación te dicen que se acabaron los pasajes de Guilin a Fenghuang para ese día.

Fortuna es incierta cuando agarrás el Google Maps con la vendedora en frente y decidís comprar un pasaje a Huaihua (o algo así), la ciudad más cercana a tu destino.

Fortuna es buena cuando en el micro a Huaihua, una jovencita china te dice que su novio la está esperando en al auto para ir a Fenghuang y, tras un llamado, te invita.

Incluso, fortuna quiso que hiciera un screenshot ayer de un hostel en Fenghuang "por las dudas", a pesar de que sabía que iba a pasar la noche en Huaihua. Espero que el hotel de Booking no se enoje (y, sobre todo, que no me lo cobren), pero prefiero pasar la noche en un hostel en un pueblo turístico que a 100 metros de la estación de micros en una ciudad no turística. 

¿Y si esa pareja me roba? Tan vez fortuna me engaña. Pero prefiero confiar en la cara de sorpresa de novia cuando lee que mi papelito dice "Fenghuang"... y en el tapizado de cuero del auto del novio.

La pareja me deja frente a un restaurant familiar. Me prestan wifi. Fortuna es caprichosa: no encuentro las direcciones en Google Maps. El más joven de la familia, que no habla ni una gota de inglés, me ayuda con un traductor. Hasta que aparece el Blue Sky Hostel.

Más fortuna: se ofrece a acompañarme. Escribe en el traductor: "Te acompaño mi amigo extranjero".

Fortuna es perversa: llegamos a la dirección, pero el hostel cerró. Por fortuna, el jovencito me sigue acompañando para que no me pierda.

Al final, fortuna es gratificante. Tras dar vueltas media hora, mi joven amigo también es vivo y llama a otro hostel. Y la recepcionista nos pasa a buscar.

Fortuna a veces es buena y a veces es mala. Por eso se la disfruta, se la sufre y se la acompaña.

Y como fortuna juega a la ruleta con todos, por eso es bueno (y necesario) acompañar a los desafortunados... Usted es inteligente y entiende la metáfora.

Pero usted también sabe: yo no estaría durmiendo en Fenghuang si no fuera por la generosidad de la jovencita china y su novio. Y la de mi nuevo joven amigo chino.

"Ziezie", novios. Que fortuna los acompañe.

"Ziezie", héroe. Nos vemos mañana a las 20 para recorrer Fenghuang de noche.

Fenghuang se promociona como el pueblo más hermoso de China. Ver la ciudad de noche es increíble. Perderse por la callecitas también.




Cuentos Chinos


II. Fortuna

III. La abuela China

IV. La ruta del dragón

Un Mao posible

Escribí esta crónica después de visitar por segunda vez el Mausoleo de Mao Zedong y recorrer China durante un mes. Deseo destacar que esta es una mirada sobre el líder: una entre tantas posibles. Para una lectura complementaria, sugiero el excelente artículo del amigo Salvador Marinaro que describe con detalle la revolución cultural: "¿De qué hablamos cuando hablamos de Mao?". Tan recomendable como Los cuatro libros de Yan Lianke y la "Breve historia de la civilización china" de Conrad Schirokauer y Miranda Brown.


No soy un revolucionario como lo fue uno de los argentinos más (re) conocidos en el mundo. Ni un comunista como mi admirado Gramsci. Y creo que la vida es más compleja que lo que cuentan en la tele.

Nací en una familia de clase media del Conurbano con un viejo que viajaba cuatro horas por día para darnos una vida mejor. Eso es un orgullo, un aprendizaje y una enseñanza: el esfuerzo vale, pero la vida no siempre premia el esfuerzo y la vida es más que esfuerzo.

Cuando tuve consciencia de esto, despejé una creencia: la gente no siempre es buena y la codicia de unos pocos lastiman a unos cuantos.

El trabajo, la tierra y la vida son para los egoístas simples variables que pueden derrumbarse como la nieve que se resbala de las hojas del bambú al salir el sol.

Y ante la potencia del capital salvaje... 

Y ante la impotencia de los desafortunados...

Algunos iluminados han intentado contrarrestar las almas frías de la codicia.





Elegí a China después de entender que Latinoamérica es y debe ser una. No soy un revolucionario ni un comunista ni un socialista. Y por eso llegué a China sin saber bien qué había hecho Mao, pero sabiendo sí que hoy es una potencia global que le ha dado un gentilicio a las altas tasas de crecimiento.

No las recuerdo, pero aprendí que China tuvo innumerables dinastías que intentaron una y otra vez unificar a la incontenible China. Los Han, los Tang, los Ming y los Qing tal vez sean las más importantes. 

La Ruta de la Seda, doña. Un tipo caminó durante 10 años y gracias a ella llegaron a Occidente el té y la porcelana. Caminó 10 años por el frío del desierto, conociendo comunidades nómadas por primera vez. Y pensar que a mí me da miedo subir solo a una montaña ya descubierta. 

Aprendí que China fue humillada por los occidentales y hasta un país más pequeño cono Japón le ganó dos guerras y masacró a cientos de miles de chinos en Nanjin.

Aprendí que recién en el siglo XX se convirtió en una república, que un nacionalista usurpó el poder y que prefería perseguir a los comunistas antes que ponerle freno al Japón que invadía el noroeste del país. Hasta el incidente de Xi'an. 

Es una vez terminada la guerra cuando emergió la potencia de un hombre. Y es aquí donde después de ver su cara en todos los billetes, entendí que Mao fue enorme. Para bien y para mal. Les adelantó que aquí veremos la cara linda de la moneda.

Mao convenció y persuadió a millones. Distribuir la tierra entre los campesinos pobres frente a la resistencia de las antiguas élites es gigante. Sin embargo, lo verdaderamente gigante es una partecita de la historia que nunca hemos escuchado: tras vencer dos veces al ejército nacionalista, se vio cercado y el Ejército Rojo de Mao emprendió una Larga Marcha de 12.500 kilómetros durante 370 días atravesando el frío de China. Algunos murieron congelados. Otros de hambre. Sobrevivió solo el 10 por ciento y se asentaron en las cuevas de Yan'an: les contaré a mis nietos que estuve a algunas horas de conocerlas, pero me faltó información, tiempo, buen clima y huevos. Sobre todo huevos: ya le dije, no soy un revolucionario.




Recuerde y lea sobre la Larga Marcha. Eso es heroico. Es único en la historia. Es la esperanza de un pueblo contra el egoísmo plasmado en millones de pasos. Me pregunto cómo nunca lo estudié. Cómo nunca me lo enseñaron. Creo que un poco lo sé.

Terminada la Segunda Guerra, el Ejército Rojo de Mao venció al ejército nacional. ¿Cuantas personas conoce que hayan vencido a un ejército? Y la China comunista creció. Y después también vencieron a la Corea del Sur capitalista que había vencido a la Corea del Norte comunista y avanzaba por el norte de China.

Y la China comunista creció. Y los desafortunados vivieron mejor. Ambos lo sabemos: la China de hoy es muy diferente a la China de Mao. Tal vez les pueda contar algo de eso cuando hablemos de Shangai.

Ese es el Mao que elijo contarles.

Y ahora entiendo por qué en la Plaza de Tiananmén, frente a la Ciudad Prohibida, tiene un enorme mausoleo donde van millones de chinos por año. Millones que compran flores amarillas, que ingresan a una primera sala y que depositan el ramo a los pies de una estatua blanca enorme de un Mao sonriente, sentado en un sillón con la pierna izquierda cruzada sobre su pierna derecha.

Que ingresan en fila a una segunda sala y se inclinan ligeramente ante el cuerpo embalsamado de su líder que yace con las manos cruzadas en el pecho, ante la atenta custodia de siete soldados, dos de ellos con armas largas. Todo bajo la omnipresencia de una gran bandera comunista. Tal vez sea uno de los pocos puntos del planeta donde no saquen sus cámaras y celulares. Porque está terminantemente prohibido.

Respeto. Esa es la palabra. Dentro del Mausoleo se siente un enorme respeto. Nunca en mi vida había presenciado algo así.

Visité el mausoleo durante mi primer día en China. No entendí tanto respeto. Por eso elegí seguir leyendo. Y por eso volví el último día de mi viaje casi dos meses después: para sentir (entendiendo, ahora sí) el respeto de esos cientos de chinos que diariamente hacen la cola para ver a un gigante dormido.

Elijo ese Mao. 


El Mausoleo de Mao Zedong en la Plaza de Tiananmén.

El Museo Nacional de China en Beijing: inmenso y nada que envidiarle a los mejores museos de Occidente.

Todas las fotos de este artículo corresponden a cuadros de la sala del Museo Nacional de China dedicada a la Revolución Comunista.
Cuentos Chinos

I. Un Mao Posible

II. Fortuna

Cuentos chinos

¿Dónde nacen los sueños?

                                                       En líneas generales uno sueña con un gran viaje durante mucho tiempo. 

No fue mi caso. 

                                                                                        Mi deseo es conocer las Siete Maravillas del Mundo.

Vaya uno a saber dónde nació ese deseo.

                                                                                                                   Y tras el Cristo Redentor en Brasil, 
                                                                                                                   Machu Picchu en Perú 
                                                                                                                   y Chichén Itzá en México, 
surgió la oportunidad de conocer la maravilla más lejana.

Tal vez la más imponente. 

                                              La Gran Muralla China.

                                                                                        La única que se ve desde el espacio.

No sé dónde nacen los sueños.

                                                   Lo que sí sé es que es lindo concretarlos.

Tal vez vivir la vida sea eso.

                                             Soñar sueños.

                                                                     Y cumplir los sueños.

                                                                                                         Y soñar de nuevo con vos.

Durante mis viajes escribí mucho.

Siempre recuerdo tres de ellos con cariño. La pelota no dobla, sobre un partidito en la altura de Bolivia. Del Bronx a El Alto volviendo solito de Manhattan. Y Los domingos se gana, la crónica de un robo en Ecuador.

Medio año después de volver de China y Vietnam, tengo tiempo para compartir algunos de los cuentos chinos que viví. Y que escribí.

Cuentos Chinos I. Un Mao Posible

Cuentos Chinos II. Fortuna

Cuentos Chinos III. La abuela china

Cuentos Chinos IV. El gigante chino

Cuentos Chinos V. La ruta del Dragón