16 septiembre 2013

Barquitos de papel

No sé bien por qué, pero me encantan los días de lluvia. Tal vez porque gustamos de la melancolía, o porque el ruido de las gotas al encontrarse con el suelo nos hace pensar. O quizás por esa relación extraña que tengo con el agua y aún no entiendo. La cuestión es que me gustan.

Y, para ser sincero, espero, en algunos años, hacer barquitos de papel como ella me los hacía a mí. Fuente: Mario Gustavo

Hay un recuerdo de mi niñez que, a pesar de que los años pasan, no desaparece. Desde que soy chico vivo en un pasaje. Un pasaje que se inunda. Cuando llovía mucho me encantaba ver la calle llena de agua. "De bote a bote", como dice mi abuela. En esos días de gotas gruesas, la tradición era abrir la puerta y simplemente mirar llover. Eran días en los cuales se podía abrir la puerta. Un día mamá nos mostró cómo hacía un barquito de papel y se lo llevaba la corriente. Y a partir de ahí, los días de lluvia fueron días de barquitos de papel.

Nunca pude hacer un barquito y tampoco me importaba saber cómo hacerlos. Lo importante era que mamá los hiciera. Agarraba la hoja de papel, doblaba un lado, doblaba otro, pasaba una parte difícil y, de repente, el barquito aparecía. Mi acción simplemente era agarrarlo, salir a la calle y ponerlo en el agua. El barquito tomaba rumbo y lo seguía con la mirada o corriendo por la vereda hasta donde podía. Cuando desaparecía de mi vista o se lo devoraba el agua, volvía a pedirle a mamá un nuevo barquito.

Más de 20 años después aún no sé hacer barquitos de papel. Tampoco me desvela saberlo. Ahora los días de lluvia me fascinan en sí mismos. Escuchar la lluvia me llama a pensar, el traqueteo de las gotas me inspira a leer o a escribir, el olor a tierra mojada me contagia respirar. Sólo tuve un sentimiento contrario cuando una amiga me dijo: "Pensá en la gente que duerme en la calle". Confieso que me hizo sentir mal, pero aún así no pude odiarlos e hice un pacto con mi egoismo.

Simplemente me gustan. Tal vez sea porque son lindos para hacer el amor o porque son una buena excusa para unas tortafritas que hace rato no como. O porque el cielo gris nos muestra lo lindo que es estar en casa.

O quizás porque la lluvia lava nuestras heridas. Los días de nubes grises ayudan a dar una vuelta de página. A abrir las alas, renovarnos y volver a nacer.

O tal vez porque debajo de un cielo gris hay una pareja que se besa apasionadamente, mientras la lluvia los abraza. A ellos no les importa: un día de lluvia queda hermoso en una historia de amor.

Por lo que sea. Me encantan los días de lluvia. Y, para ser sincero, espero, en algunos años, hacer barquitos de papel como ella me los hacía a mí.

14 septiembre 2013

La entrevista

Hoy Cristina Kirchner respondió dos preguntas seguidas y eso ese noticia.

Cristina fue entrevistada por Adrián Brienza, un periodista K hasta la médula, que no le hizo ni una pregunta "difícil", salvo, tal vez, cuando le preguntó por quienes cuestionan su liderazgo. Pero igual así vale. 



Me quedo con esta frase, que me hizo sentir que tengo mucha cara de boludo: "La política no debe ser una cuestión de amigo-enemigo, ese es un concepto militar". Me parece tan falsa la respuesta, que Cristina la saca desde la nada. Para mí la tenía pre-armada a partir de que un gran sector de la sociedad entiende que el kirchnerismo ve a todo el que no piensa como ellos en un enemigo... Y que esto se reflejó en las urnas.

Con menos ironía, me parece que lo más interesante y sincero es cuando CFK intenta explicar qué es el kirchnerismo en el minuto 15. También sumo cuando Brienza le pregunta su relación con Perón en el minuto 22. Pero en esta segunda no creo que haya sido sincera: en la actualidad CFK no "reconoce" a Perón, sino que lo usa como mito político cada vez que el kirchnerismo tiene conflictos con su brazo peronista.

Al final, a todos nos vino bien que haya perdido el kirchnerismo.

13 septiembre 2013

Coincidencias

Hacía rato no sabía nada de ella. Me sorprendió con un mail. 

Me contaba que había leído esta nota y se había acordado de mí. No entendí qué tenía que ver con un cura que se parece físicamente a Jesús y le pregunté. 

"El periodismo ejercido desde y hacia la marginalidad, este nuevo Papa bastante progresista en una nota y combinados estos ingredientes entre líneas leí: Damián", me respondió. Le dije que no me convencía mucho la respuesta, si bien me había gustado que se acordara de mí, claro. Siempre es lindo que nos recuerden.

"Es probable que sea por muchas coincidencias ideológicas o humanas. O por las sonrisas". Fuente: www.mundovilla.com
Le agradecí con Crónica de una sonrisa y volvió a ensayar una respuesta para convencerme: "Desde un primer momento en que comencé a escuchar su clase no sentí lejanía alguna, como si ya lo conociera. Es probable que sea por muchas coincidencias ideológicas o humanas. O por las sonrisas".

"Las coincidencias ideológicas o humanas", repitió el Principito para acordarse. 

Le sacó una sonrisa y se la llevó a dormir.

07 septiembre 2013

Hoy me acordé

Hoy me acordé de cuando era muy chico e ir "al centro" era todo un acontecimiento. Me acordé también de la primera vez que vi a un nene sucio repartiendo estampitas en lugar de jugar o pasear como lo hacía yo. Me acordé de que le pregunté a mamá por qué. Me dijo que era "un chico de la calle" y que estaba trabajando.

"El corazón se me endureció. Ya no me cuesta ver a un chico pidiendo".  Foto: www.cubadebate.cu/fotorreportajes/2012/09/26/infancias-robadas/ 

Me acordé después de mis primeros viajes solo al centro para ir a la facu y a los nuevos trabajos. Siendo más consciente de la pobreza y el hambre, recuerdo cómo me dolía ver a los chicos trabajando o mendigando comida.

Ya hace 10 años que voy "al centro" diariamente. El corazón se me endureció. Ya no me cuesta ver a un chico pidiendo. Tampoco me cuesta decirle que no... si es que se lo digo. Tampoco me cuesta mirar para otro lado. La culpa no es mía.

Ojalá alguien lo pueda ayudar. O al menos que la vida no le duela tanto.

03 septiembre 2013

Crónica de una sonrisa

No recuerdo bien cuando empecé a ser consciente de mi sonrisa, pero seguramente haya sido señalada por un amor de verano, escondidos debajo de un amanecer. "Me gusta tu sonrisa", me dijo. A esa edad en la cual comenzamos a crecer y nos preguntamos de la vida, mientras caminamos a la sombra, descubrí que una sonrisa es una arma poderosa, contagiosa, de aquellas que pueden conquistar el mundo.

"La sonrisa es la madre de todas las batallas. Los que creemos en ello, simplemente sonreímos y despertamos sonrisas".                    Foto: https://dimequenofuesoloamistad.blogspot.com.ar

Consciente del poder de la sonrisa, comencé a sonreír más y hasta encontré una sonrisa en diagonal que causaba una hermosa reacción en el género femenino. La sonrisa se volvió costumbre. Encontró un parate allá por los 16 años, pero volvió a nacer como lo hace el sol cada mañana.

La sonrisa se convirtió en un hábito. Y una mujer me lo volvió a hacer notar. Ignota esta vez. Una de esas personas que nos duran segundos, pero quedan en la vida para siempre. Iba por la Avenida Córdoba, lo recuerdo. En esas primeras cuadras que son cuesta arriba. Era una mujer de clase media que me pediría dinero porque su sobrino estaba internado en el Garrahan y se estaban comiendo los ahorros. Me diría que ese día no había comido nada. 

Esta mujer venida del interior me lo dijo. Aún lo recuerdo: "Antes que nada, gracias por tu sonrisa. Llegué a Buenos Aires hace unos días y sos la primera persona que me sonríe".

Ahí comprendí que una sonrisa no sólo es poderosa y no cuesta nada, sino que también le hace bien a los demás. Mi hábito de sonreír se radicalizó más. Sonreía incluso por teléfono, consciente de que lo para-verbal se trasluce hasta por la línea teléfonica. Sonreía aún estando triste, al colectivero a la mañana, a laburantes cansados del colectivo. Compartía sonrisas instantáneas con mujeres, mientras pensaba cómo pasarles el teléfono. Sonreía también con hombres dispuestos a sonreirles a otros hombres, sin creer que por eso ponían en duda su hombría.

Copiando a mi viejo, sonreí a los nenes que me cruzaba en la calle, aún sin adquirir esa consciencia de padre que ve ternura en los ojos de un niño. Sonreí cuando daba una moneda; después de putear cuando pisaba una baldoza floja. Sonreí bajo la lluvia y hasta cometí la estupidez de empapar un traje debajo del aguacero recordando mi niñez. Intenté sonreír viajando de noche en la ruta, cuando la melancolía del pasado y las incertidumbres del futuro se hacen presentes. 

Una suiza que me acompañaba hasta la madrugada me enseñó a sonreír de modo digital. Entre otras cosas. La primera vez que vi la carita me pareció ridícula y hasta me molestaba verla en formato horizontal. Sin embargo, la comencé a incorporar repetitivamente en todos los formatos de chat. Cómo no decirle al otro que le estamos hablando sonriendo.

Sonreía. Simplemente sonreía.

Ahora, cuando no sonrío no soy yo. Cuando no sonrío me preguntan si me pasa algo. Sonrío por mí y sonrío por los otros. No sé si al resto le importa, no sé si el resto hace algo por hacerme sonreír. Simplemente sonrío. A veces la tristeza toca la puerta. En esos momentos me cuesta encontrar la sonrisa, pero la sonrisa es una filosofía de vida.

La sonrisa es la madre de todas las batallas.

Los que creemos en ello, simplemente sonreímos e intentamos sacarle una sonrisa al mundo.


02 septiembre 2013

"Después se quejan porque les roban"

"Después se quejan porque les roban", o algo así escuché que le tiró un tipo al chofer del 37, mientras agarraba a un nene y una nena de entre 3 y 5 años. Instantáneamente otro flaco que iba sentado en los asientos de adelante le dejó su lugar y se fue para el fondo. No entendí bien por qué arrancó la discusión y me preguntaba qué habría dicho realmente porque nadie puede tirar eso en voz alta.


"Después se quejan porque les roban. Agradecé que esoy con los nenes". Foto:  https://unavionquenodespega.blogspot.com.ar

"Después se quejan porque les roban. Agradecé que estoy con los nenes", escuché clarito esta vez que le decía el tipo al pelado que manejaba el 37, mientras se sentaba en el asiento cedido con sus hijos, que no llegaban a los cinco años.

"¿Después se quejan porque les roban?", me repetí para adentro, mientras repasaba mi clase viajando en el colectivo que va de Lanús a Ciudad Universitaria. Recordé que había escuchado esa misma frase con 16 ó 17 años, caminando por una calle oscura rumbo a un boliche. Un pibe nos dijo eso cuando le respondimos que no teníamos "un cobre". Esa vez corrimos. Esta vez permanecí sentado, mientras me preguntaba que debía hacer "como hombre".

"Después se quejan porque les roban", recuerdo ahora que le dijo ese flaco a quien manejaba el 37. Y pienso que no está bien que un tipo le grite eso a los cuatro vientos a otro, como si fuera algo que el chofer del 37 se mereciera o, por lo menos, algo "no-malo". 

Tal vez porque soy egocéntrico y observo al mundo desde mi mirada, pero la verdad que yo nunca le diría eso a otro, no sin al menos ponerme colorado. Y pensando rápido nunca escuché a alguien vociferar públicamente eso.

¿Desde cuándo alguien dice "después se quejan porque los roban" sin que se le caiga la cara de vergüenza?

Mientras la frase sigue en mi cabeza me pregunto por la vida del tipo. En qué contexto habrá nacido. Si efectivamente es chorro. Pienso también en sus hijos, qué les esperará con un padre que amenaza a viva voz.

Simplemente recuerdo y me pregunto.

Acumular y concentrar

En Del espíritu de las leyes (1748), Montesquieu plantea una idea que trascenderá hasta nuestra época: "Todo hombre que tiene poder se ve impulsado a abusar de él, y llega hasta donde encuentra límites". A partir de esta premisa, arribará a una interesante y novedosa conclusión: "Para que no se pueda abusar del poder, es necesario que por la disposición de las cosas, el poder detenga al poder". 

La división de poderes será la consecuencia de esta idea dieciochesca.

Siguiendo a Montesquieu, a los federalistas y a la memoria histórica, algunos pensamos que quienes concentran poder, tienden a abusar de él a fines de imponer su voluntad particular, incluso, en detrimento de los intereses de la mayoría. Por esas casualidades históricas, en Argentina estamos viviendo el debate sobre la concentración de poder y sus límites en dos campos no tan distantes: la política y la comunicación.


Montesquieu: "Todo hombre que tiene poder se ve impulsado a abusar de él, y llega hasta donde encuentra límites".

Desde hace 10 años el kirchnerismo es el poder hegemónico en la Argentina. Sólo tuvo un tropezón en 2009 que supo sortear rápidamente a base de buenas políticas y gestión. La victoria del 54 por ciento de 2011 aceleró su afán de poder con el "vamos por todo", que en en los últimos meses se transformó en un avance sobre la Justicia y la reelección indefinida. El proceso de acumulación de poder K tocó su pico con el "Cristina eterna", que tras la derrota legislativa buscaron convertir en un invento mediático ajeno al deseo oficialista.

Desde hace décadas el Grupo Clarin viene comprando medios en el campo de las telecomunicaciones. Nacido durante el peronismo, el diario que supo ser la voz del desarrollismo se terminó convirtiendo en un multimedios que domina el mercado de la televisión, la radio, la prensa escrita y la producción de papel de diario. Ya en tiempos kirchneristas se quedó con el negocio del cable. Todos sus medios en conjunto le permiten a Héctor Magnetto y a Ernestina Herrera de Noble tener una gran capacidad de acción para imponer su discurso y construir así una visión de la realidad que llega a millones de argentinos. De más está decir que esta mirada de la realidad nunca va en detrimento de sus intereses privados.

Quienes estamos en contra de la concentración de poder, creemos que hay que ponerle límites. Que se entienda: no queremos un Gobierno impotente, dado que el partido al frente del Poder Ejecutivo debe ser capaz de llevar a cabo sus políticas. Pero en este juego dialéctico de sumas y restas, el poder no debe ser excesivo ni abusivo en pos de beneficiar un interés particular.

Habiendo dicho esto, podermos decir que agosto de 2013 podría pasar a la historia como el mes en que la sociedad argentina le puso límites a dos poderes hegemónicos.

Por un lado, las reglas de juego de la democracia le pusieron un freno a la acumulación de poder del kirchnerismo. Los mismos votos que le dieron un cheque en blanco a CFK para hacer y deshacer con el dedo, hoy le están poniendo un freno. Veremos qué ocurre en octubre, cuando las elecciones definitivas marquen el resultado final. Pero todo indicaría que el kirchnerismo perdería por 10 puntos.

Por otro lado, en la última semana, las reglas de juego de la república dieron un nuevo paso para que se aplique plenamente la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y que finalmente Clarin inicie el proceso de adecuación y desinversión, o sea, que tenga menos medios. Una ley nacida de la sociedad civil, impulsada por el Poder Ejecutivo, votada por el Poder Legislativo y avalada por el Poder Judicial sería un cuarteto republicano fantástico para ponerle freno a uno de los mayores pulpos mediáticos del mundo. 

Si la Corte Suprema de Justicia falla a favor de la Ley de Medios (o sea, en contra de Clarin) después de una derrota kirchnerista en las urnas creo yo que los jueces del Supremo Tribunal habrán jugado un papel histórico inconmensurable en el trajín diario. Más si sumamos la inconstitucionalidad de algunas de las reformas a la Justicia llevadas a cabo por la mayoría cristinista en el Congreso.

Estamos viviendo uno de esos momentos históricos en los que el tiempo se acelera. Si la sociedad y sus instituciones le ponen freno al poder político y al poder mediático se habrá dado un nuevo paso en la construcción de la democracia.