11 julio 2017

La tristeza está subestimada

"El arte más poderoso de la vida, es hacer del dolor un talismán que cura,
una mariposa que renace florecida en fiesta de colores"
Frida Kahlo


- Che, Dami, ¿escuchaste que te sonó la alarma? ¿Activamos o nos quedamos a dormir?

Felicidad, sí claro. ¿Quién lo duda? Pero la tristeza es igual de importante. Y no se puede elegir. Forma parte del hombre porque la vida es parte del hombre. Porque los otros son nuestra vida. Y porque la vida y los otros a veces nos hacen felices y a veces nos entristecen. Si no, sería un embole. Es más, la tristeza forma parte de la felicidad. Son necesarios los días nublados para disfrutar los días soleados. La lluvia que inunda es la misma que da vida a las flores. Los atardeceres y los amaneceres se retroalimentan hacia el infinito.



- Me duele la cabeza. No sé si tendría que haber salido.

- Tomá una aspirina.

Inclino la cabeza y tomo el agua. Al rato, otro amigo de Dami, me pasa una segunda botella. Más tarde, una tercera.

- Qué amables son tus amigos.

- Después vamos a comprar nosotros.

Una pelota que se pincha. Una final perdida. Una planta que se seca. Un monte que se deforesta. Un hijo que no llega. Una hija que muere. Un trabajo que no se encuentra. Un trabajo que se pierde. Una fábrica que cierra. Un examen que se desaprueba. Un estudio que se debe abandonar. Un auto chocado. Un juguete que se pierde. Una carta que no se escribe. Una novela que tiene un final horrible. Una serie que se destiñe. Un amor que no fue. Un amor que fue. Un hombre que duerme en la calle. Un hombre que tiene hambre, tiene frío y no despertará nunca. Un niño migrante ahogado en la playa. Un niño a punto de ser devorado por un ave de rapiña. Un vaso de leche menos. Un chico que come tierra porque tiene hambre. Una niña que bebe agua contaminada. Una panza llena de lombrices. Un asesinato. Una violación. Un suicidio. Un celular que se estrella. Una bomba que se estrella. El alquiler que sube. Una hipoteca que no se paga. La oportunidad que no llega. La oportunidad perdida. Un padre que se muere. Una abuela que muere. Un órgano que no llega. Una enfermedad que aparece. Un virus que se contagia. Los éxitos que celebran los malos. Las injusticias que sufren los buenos.

- Sonreí, cerrá los ojos, abrazate, zapateá el piso - me explica Dami, mientras yo siento mi sudor más frío y me pregunto qué hace un cumbiero en la pista de electrónica. ¿Alguien se especializa en sociología de la música electrónica? Si por lo menos remixaran a Damas Gratis o Calle 13.

Sacala del ángulo. ¿Cómo no sentir tristeza ante todas estas angustias? Lo triste, lo extraño sería que no la hubiera. El gran problema es que la tristeza está subestimada. En un mundo que nos exige estar sonrientes frente a una pantalla estar tristes es ir contra la corriente. Hoy reconocer la tristeza y la angustia es contracultura. Y está mal no vivir la tristeza porque, simplemente, forma parte de la vida. Porque nos moldea el alma. El viento que arremete contra el árbol hace que sus raíces sean más fuertes. La tristeza nos construye como personas. Es, tal vez, el mejor momento de aprendizaje sobre uno mismo. Y hacia delante nos hace valorar lo bello de la vida. ¿Cómo conocer la felicidad si desconocemos la tristeza? Estamos tristes porque fuimos felices. Estamos tristes para ser felices. La tristeza y la felicidad bailan un tango ad infinitum. ¿Cuántos sentimientos hermosos se esconden detrás de un llanto ahogado? Es más, la tristeza es un momento de creación. No habría canciones si no hubiera tristeza. Ni poemas. Ni literatura. Ni ciencia, aunque no lo crea. La tristeza es aprendizaje y creación. Sólo que hay que trabajarla.

- Mirá esa chica. Esta paradita bailando sola y cada tanto viene un flaco que la besa. Parece un arbolito que cada tanto viene un perrito que le hace pis - La analogía me parece perfecta, aunque no sé por qué la escribo. Me van a decir que soy un misógino del mismo modo que me dijeron que era homofóbico cuando escribí "Los maestros son todos putos".

- ¿Querés más agua?

La foto que acompaña este post es de hace más de 25 años. En Entre Ríos si no me equivoco. Por aquellos años recuerdo había algo que me generaba mucho miedo: que me llevara un OVNI. ¿Usted se imagina lo que debe ser? Tal vez por eso, mi mamá un día apareció con Ami, el niño de las estrellas. Superado ese primer trauma -para usted será algo menor, pero las abducciones pueden ser igual de peligrosas que los baobabs-, hubo otro que me llegó con los años: era el único rubiecito de una familia de morochos y no me parezco ni a mi mamá ni a mi papá. Mire si habré amasado el dolor de la pérdida que hace unos pocos años miraba esta foto en el teléfono y algo pasó. Mi dedo gordo de la mano derecha tapó el flequillo de mamá. Mi dedo gordo de la mano izquierda su boca. Y... me vi muy parecido a mi mamá. Idéntico. Y por supuesto que lloré. No sabría decir si fue de tristeza o de felicidad. Aunque estoy bastante seguro de que fue un poco de ambas. Como le dije: la tristeza y la felicidad bailan un tango.

- Abrí los ojos - me dice mi amigo, mientras me golpea la espalda. ¿Cuánto tiempo habré estado bailando así?

- Estaba escribiendo en mi cabeza, Dami. Me gusta bailar con los ojitos cerrados.

Ya son las 5 de la mañana. La veo a "Arbolito" sentada con la mirada caída. Parece que le llegó su otoño. Que ningún conocido me vea bailando así. Para el segundo semestre mi brote verde será aprender a bailar algo. Tango, murga o flamenco. No sé. Vuelvo a cerrar los ojitos.

- ¡Dejá de escribir!

Y como bailan un tango y como la tristeza es un momento de aprendizaje, cuando mamá murió comprendí dos cosas. La primera de ellas fue que hay muchos acontecimientos que dependen del azar. Una celula que de repente decide multiplicarse. Un, dos, tres: multiplicate. Azar. Elegir una calle -en lugar de otra- puede cambiar nuestra vida. Lo vi bastante rápido, creo, porque unas semanas después de que muriera me entretenía caminando por el medio de la Avenida Hipólito Yrigoyen. La que los lanusenses llamamos Pavón. Un conductor que se quedara dormido en el momento indicado, un mal cálculo a esa hora de la tarde y ¡zas!, a volar. Con 16 años era lo más parecido a tocarle el culo a la muerte. A torearla. "Estoy acá, ¿venís o no?". El segundo aprendizaje fue el dolor de una muerte. En este caso, una muerte que no era evitable. Este aprendizaje duró un poco más porque con los años aprendí que hay un montón de muertes -y un montón de tristezas- que sí son evitables. Comenzando por los chicos que son fagocitados por parásitos. Y como la felicidad y la tristeza se reproducen, comprendí que podemos ser felices colaborando a que haya menos personas tristes. La felicidad es más feliz cuando acompañamos a desarticular las tristezas de los otros. "Las luchas", como lo llamamos. Y hay tantas cosas por hacer. Por suerte hay muchos que han entendido esto.

Son las 7 de la mañana. Hace cuánto no salía hasta tan tarde. Lo bueno de salir en invierno es que a la madrugada no hay ni rayos de sol ni pajaritos. 

¿A qué hora me levanto? A las 13. 

¿Debería escribir ahora todo lo que escribí en mi cabeza durante la noche? No, son las 7 de la mañana, mejor duermo hasta el mediodía y lo escribo mañana. ¿Podré dormir?

Siento mi sudor frío. Miro la hora. Son las 12. Pasaron rápido mis cuatro horas de sueño. 

¿Y ésta que hace acá? ¿Es "Arbolito"? ¿Es nena? Sí, es nena. ¿Le molestará si subo la persiana y escribo? Tiro la correa que chilla. Ni se da cuenta. Veo el cielo nublado. Es domingo y afuera llueve. Qué día más genial para escribir.

El título lo escribí ayer, aunque en verdad lo vengo escribiendo hace 15 años: "La tristeza está subestimada".



Una confesión: dudé bastante en publicar este post porque mezcla algunos sentimientos profundos con algo de ficción. Sin embargo, me crucé con esta entrevista al polifacético Odin Dupeyron que terminó de convencerme. El minuto 6 y el minuto 16 de su charla TED también aplican.

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