20 diciembre 2014

El querido Miguel Ángel

Al igual que muchos, tuve la suerte de conocer al profesor Forte en la maestría de FLACSO. Al igual que tantos me fui dejando seducir -intelectualmente, claro- con su boina y, sus heterodoxos y sabiamente desprolijos pizarrones. Pero, sobre todo, guardo el recuerdo de una clase que terminó de conmoverme. Mi amigo Leonardo, el “chileno-marxista”, como me gusta llamarlo, comenzó un monólogo en el cual criticaba al sistema capitalista y nos hablaba de su -nuestro- querido marxismo. De pronto se detuvo:

- Perdón, estoy hablando mucho y no quiero…

- Tranquilo, en este momento estás dando vos la clase - respondió Miguel Ángel con mirada atenta.

Y mientas a diferencia de mi amigo Leo pensaba que el sistema comunista también es no-amigo de la Madre Tierra, me quedé con esa última frase: “¿Cómo un profesor de Maestría del conocimiento de Forte le decía a un alumno que él daba la clase, que él le enseñaba?”. Hago una aclaración: mi lectura era la de un pibe de clase media del Conurbano criado y educado para obedecer y respetar la autoridad en todas sus formas. Un digno exponente de los aparatos ideológicos del Estado al que de repente le enseñaron que era posible desobedecer y cuestionar no sólo a las partes.

Como esos buenos profesores que lo mejor que dan no es la teoría, ahí me cayó un ejemplo precioso de lo que nos legó Paulo Freire. Ahí decantó la horizontalidad del aula y el diálogo entre educadores y educandos.

La cuestión es que en algún momento construí una amistad con este hincha de San Lorenzo y aquí les cuento lo que pasó el otro día.

De izquierda a derecha: Lucas Rubinich, Miguel Ángel Forte, Norma Giarraca e Inés Izaguirre. Foto: Silvia Pérez Fernández.

La carrera de Sociología de la UBA se despidió de la histórica sede de Marcelo T. de Alvear 2230. O “Marceloté”, como la llaman ellos. Son la última carrera de Ciencias Sociales que se muda al nuevo edificio único de Constitución. Y mi amigo Miguel Ángel me invitó.

Como cada vez que lo veo, levantó sus brazos tras saludar a Norma Giarraca. “Nunca cursé en la UBA y es la primera vez que piso esta sede”, advertí. “Pero estás acá”, completó con su clásica sonrisa. El aula magna Rodolfo Walsh se llenó con media hora de retraso: justo la hora en que San Lorenzo jugaba el tiempo suplementario con un ignoto equipo de no sé dónde. Algo muy raro para un fanático de los Cuervos. 

Al lado del profesor Forte se sentaron el especialista en Sociología de la Cultura y profesor de Sociología General, Lucas Rubinich; la profesora de Sociología Rural y coordinadora del Grupo de Estudios Rurales del Instituto Gino Germani, Norma Giarraca; y la Profesora Consulta de la materia Teoría Sociológica y autora de Lucha de clases, guerra civil y genocidio en argentina 1973 - 1983, Inés Izaguirre.

Los sociólogos de la UBA se reunieron para despedirse del edificio de "Marceloté". Foto: Silvia Pérez Fernández.
“Tengo que agradecer este honor de formar parte de esta brillante línea de cuatro en la que voy a jugar de volante por derecha. Un volante creativo. Y como aquel cuento de Fontanarrosa en que para evitar ponerse nervioso con el clásico Rosario - Newell’s me está pasando lo mismo con San Lorenzo que juega con ‘los canguros’ y está yendo al alargue”, arrancó Miguel Ángel. Y las risas acompañarían toda su presentación.

“Yo no estoy contento”, se sinceró luego de la intro futbolera. Después de tantos años “Marceloté” es como su casa y no quiere irse al edificio único, a pesar de que un ventilador casi le arranca la cabeza a su ayudante. Para él la situación es hegeliana: “Los objetos se valorizan cuando se pierden. Y nada es más dulce que un recuerdo; y lo más real es un recuerdo, como decía Lorca”. Y el volante creativo comenzó a tirar magia:

“Yo estoy convencido de que esta es la mejor carrera de la facultad. La mejor carrera de la Universidad de Buenos Aires. Y la única carrera científica que tiene la facultad. Que si bien no todos los intelectuales de fuste están en esta carrera, todos los que estamos en esta carrera somos intelectuales de fuste. Razón por la cual siempre vamos a jugar de local. Ahora yo propongo que cuando nos vayamos de acá, miremos más hacia el futuro, que es el pasado. Esto es tener una actitud definitivamente imperialista en la nueva sede. Para tratar de tener muchas materias optativas, tenemos que entrar a afanar alumnos de las otras carreras. Explicando con detalle que Sociología es la mejor. Éste es el plan que yo tengo y lo quiero llevar a cabo porque no quiero discutir más por qué no puede darse una materia más en esta carrera”.

Recordó la co-dirección masiva y la dirección solitaria, y la “nueva hegemonía” de la que forma parte y con la que realizó el “golpe de Estado jacobino”. Y agregó que era una tristeza dejar “Marceloté” dado que había muchos recuerdos entre esas paredes. Cuando las risas mermaron un poco, arremetió con un final épico:

“Mirando hacia el futuro, vamos para adelante con toda la fuerza que siempre nos ha caracterizado y no me cabe la menor duda que la paz en la que en este momento está Santiago del Estero se va a terminar cuando los quilomberos -más quilomberos- de esta carrera, de esta facultad y de esta universidad, IRRUMPAMOS, TOMEMOS Y AFANEMOS A LOS ALUMNOS QUE, TODAVÍA, DE MANERA EQUIVOCADA, HACEN CARRERAS TECNOLÓGICAS.”

El cierre de Miguel Ángel quedó ahogado entre las risas y los aplausos del auditorio. Cedió el micrófono a Norma Giarraca, pero yo me lo quedé mirando. Como ex estudiante. Como admirador. O ya como un amigo. O como a uno de los modelos de profesor que elegí copiar. Con mis ojos vi a los suyos recorrer la sala llena, su última vez en el aula Rodolfo Walsh, y emocionarse con las palabras de sus compañeros de años.

Inés Izaguirre cuenta anécdotas y el resto sonríe. Más tarde, Lucas Rubinich concluiría: "La sociología enseña a desobedecer".

Miguel Ángel es un tipo que construye diálogo, desobediencia y pensamiento crítico. Mejor dicho, es un tipo que te da la oportunidad de construirte en el diálogo y el pensamiento crítico, y volverte desobediente. Es un loco lindo que muestra las secuelas de haber militado desde la academia por un mundo mejor. Un mundo que probablemente no encontró y espera que sus educandos encuentren. ¿O será que tampoco nosotros lo encontraremos? La cuestión es que Miguel Ángel hace con sus estudiantes lo que gustó que hicieran con él.

Y lo mejor es que lo hace con coherencia, humildad y generosidad.

Esos tipos no abundan. Y hay que cuidarlos.

Gracias Miguel Ángel.


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