22 febrero 2017

Crónica de una foto

En migraciones boliviana de Desaguadero, un mural muestra a una mujer indígena -una "chola" o una "mujer de pollera" como las llaman acá- con un preservativo. Como la imagen me gustó, le saqué una foto.

Mi actitud llamó la atención de mi compañero de fila que me preguntó si me parecía bien el mural a lo cual respondí que sí argumentando sobre la educación y la salud sexual, el derecho de la mujer a elegir sobre su cuerpo y todo lo que ya sabemos y nos cuesta explicitar.

Sin embargo, mi compañero refutó que la parecía mal porque la Biblia estaba en contra. "Yo soy católico y no recuerdo que la Biblia diga que está prohibido usar preservativo", respondí. El señor sacó su Biblia de bolsillo -esta gente es más insistente que los troskos- toda subrayada y me mostró los mandamientos: "No cometerás adulterio". 

A partir de allí comenzamos a hablar del placer, de las diferentes miradas del mundo hasta que llegamos a un punto clave: "¿No sabe lo que es un preservativo o cómo se usa?". El señor negó con la cabeza con incomodidad. E hice lo que haría cualquiera. Saqué un preservativo puse mi dedo índice erecto -¿debí haber usado el del fuck you?- y le mostré en la fila.

Desde ya que el hombre siguió insistiendo. Me mencionó otra cita de San Pablo. Le pedí que me la mostrara -la cita- y no la encontró. Y luego me quiso chamuyar con otro pasaje que nada que ver. Más tarde me diría que estaba volviendo de un congreso de adventistas en Puno.

Como católico, creo que la Iglesia ha hecho estragos por estos pagos. Que Francisco hable cuanto antes del preservativo. Si no... me va a decepcionar.

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