27 mayo 2017

El pensamiento crítico y la necesidad de una autocrítica

Durante todo 2016, quienes defendemos el rol del pensamiento crítico como herramientas de transformación esperamos dos autocríticas. En primer lugar, la del kirchnerismo, cuya voracidad de poder, corrupción y autoritarismo terminó haciendo naufragar un proyecto que nació bajo las premisas de la transformación social y la mejora de la calidad de vida de las mayorías. En segundo lugar, la de los amigos que apoyaron enceguecidamente al actual presidente, desconociendo profundamente quién era Mauricio Macri e ignorando la historia política y económica reciente. Creo no es necesario -o sí- recordar sus cuestionamientos a nuestras advertencias sobre el aumento del hambre, la pobreza y la desigualdad bajo el retorno del modelo neoliberal y sus burlas sobre una supuesta "Campaña Bu". Su actual silencio es conveniente para todos.

Sin embargo, seríamos muy soberbios si no reconociéramos una tercera autocrítica. Y es la nuestra.

¿Cuál sería esa tercera autocrítica? La del pensamiento crítico, la de las izquierdas, la del progresismo. La de quienes decimos representar discursos de equidad y solidaridad que permitan construir sociedades más justas. ¿Por qué una autocrítica? Porque mientras le contamos las costillas al Gobierno de Cristina Kirchner por la corrupción y las inequidades que se iban gestando en su segundo mandato tras años de crecimiento económico, no percibimos cómo la élite económica y el poder mediático iban construyendo a su propio candidato bajo el marketing, la propaganda disfrazada de periodismo y el engaño.

Hay que reconocerlo, aunque nos duela: en nuestra (válida) crítica al kirchnerismo fuimos funcionales a la vuelta del neoliberalismo a la Argentina. 

Nos equivocamos cuando creímos que después de lo vivido en el período 1976-2001 (con la salvedad del Gobierno de Raúl Alfonsín), los argentinos habíamos aprendido la lección y nunca más un gobierno para pocos podría volver a gobernarnos. Nos equivocamos al creer que todos sabíamos la historia de los últimos 30 años y que si se le deja al mercado que haga lo que quiera aumenta el desempleo y la pobreza y el hambre y la desigualdad y todo eso que nos llevó a 2001. Nos equivocamos al creer que todos éramos conscientes de lo malo de aumentar la deuda desconsideradamente.

Nos equivocamos al creer que la política de Derechos Humanos era un consenso y que la mayoría del pueblo argentino estaba orgulloso de nuestros juicios de lesa humanidad. Bueno, tal vez después de la marcha contra el 2 x 1 a genocidas, no estemos tan equivocados... Pero cuánta agua corrió bajo el puente en el último año y medio  por parte de los funcionarios y de los familiares de los represores hasta esa histórica movilización.

Nos equivocamos al creer que estábamos de acuerdo en que la industria, la ciencia y la educación pública debían ser los motores de nuestro desarrollo en lugar de la teoría del derrame, las ganancias exorbitantes para una minoría y la bicicleta financiera.

Y nos equivocamos al creer también que la crítica de nuestros periodistas "no-militantes" era una crítica que trascendía a un gobierno y que iba a permanecer viniera quién viniera. Tal vez hayamos sobrestimado la capacidad para reconocer las operaciones periodísticas, mientras subestimamos el poder de la alianza entre corporaciones-gobierno-medios para construir una agenda de noticias conveniente con sus intereses.

Nos equivocamos mucho. Y fuimos funcionales a la llegada de un gobierno para pocos. Aunque no lo hayamos deseado, también somos responsables de la situación actual.

El pensamiento crítico avanza por la autocrítica. Y en el reconocimiento de sus errores no se estanca. Al contrario, crece. Tal vez, las nuevas generaciones formadas en el pensamiento crítico hayamos tenido que pasar por esto para seguir repensando un modelo de desarrollo hacia el futuro.

Afortunadamente, de todo se aprende.

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