29 diciembre 2011

Boliva 1 - Dami 0

Miércoles 28 de diciembre (20:21)

Escribo estas primeras líneas con la piel de gallina, los ojos doloridos, vestigios de dolor de cabeza y, hasta hace muy poquito, náuseas que desencadenaron en dos vómitos: en el primero tuve que correr hasta el baño (¡pero llegué! Generalmente lanzo a mitad de camino); el segundo me agarró en plena caminata por la feria en busca de ALGO contra la altura, mi estómago no pudo aguantar los múltiples olores a fritos y corrí hacia la alcantarilla más cercana. Todos me miraron. Los 4000 metros de altura de El Alto fueron demasiado para un “gringo” recién llegado desde la llanura.


Vista desde la venta de mi habitación en El Alto. Las construcciones suelen ser verticales y con ladrillo a la vista para disminuir costos. La primera impresión me hizo acordar a la Villa 31. 


La llegada a Santa Cruz de la Sierra (500 metros sobre el nivel del mar) fue noble. Ya desde el aeropuerto me hice amigo de tres chicos que venían a grabar un documental. Me unieron al grupo y fuimos juntos hasta la terminal de ómnibus que nos llevaría a La Paz. Almorzamos, jugamos al truco y la “modalidad Facebook” nos hizo notar que conocían a una amiga de mi novia.

El viaje en micro fue cruel. Primero nos enteramos de que el viaje demoraba 15 horas. Segundo, al ser llano, en el departamento más rico de Bolivia sí se siente el calor: se siente aún más si uno duerme una siesta y se levanta sudando y notando que el chofer nunca prendió el aire. Tercero: paramos a comer a las 18.00 de la tarde. Finalmente, durante la madruga, la pre-llegada a La Paz nos mató: las camperitas que teníamos no eran suficiente contra el frío de la altura.

Llegué a El Alto a las 7.26. La Paz tiene forma de embudo y El Alto queda 500 metros más arriba. Dado que la mayoría de su población son aymaras migrantes del campo a la ciudad, algunos autores lo definen como una bisagra entre ambos mundos. Ovidio, mi “alquilador” (no recuerdo cómo se llama al dueño de un departamento en alquiler) me pasó a buscar “20 minutos más tarde” que fueron un poquito más. Por suerte, la hostilidad andina fue opuesta a la amabilidad de Ovidio y su esposa, Rosa.

Mi cuarto es precario como suponía, pero tiene una cama de una plaza y media que tuve que cubrir con cinco “camas” (frazadas) para no sufrir el frío: cualquier parte de mi cuerpo que quede por fuera de las frazadas lo sufrirá. Un ropero caído, un sillón que nunca usaré, una buena cómoda que ya cubrí de cositas y una amplia vista acompañan la cama.

Sorojchi Pills: las pastillas contra la altura. Las había tomado por primera vez en el Salar de Uyuni dos años antes, pero esta vez no tuvieron el mismo resultado. Debí haberlas tomado en el micro.














Al rato de ordenar mi cuarto, Ovidio y Rosa me acompañaron a la feria, sobre la cual hablaré en otro momento: es una venta informal-mayorista, donde las papas, las cebollas y demás verduras se amontonan. Prometo un lindo post de color al respecto. A la vuelta a casa, procedió el malestar y las muchas horas en la cama. Me tomé una pastilla llamada Sorojchi (que ya tomé una vez en los 5000 metros del Salar de Uyuni) que es bien de dibujitos: una capsula grande, roja y blanca, que dice contener 325 miligramos de ácido acetilsalicífico (o algo así), 160 de salófeno y 15 de cafeína.

Ya son las 20.41 y me dispongo a olvidar las nuevas náuseas con sueño. Parece que no, pero a la distancia los malestares duelen más.


Adioses

2 comentarios:

  1. Solo vos podes escribir de forma tan interesante hasta las veces en que vomitás. Ahora, aunque el nombre del blog sea un tanto fanfarrón, debo admitir que Fafo no tuvo mala idea.
    Me alegra que estés bien, aunque con algunos desajustes, sé que estás feliz.

    "Los únicos errores que cometemos en la vida son las cosas que no hacemos."

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  2. :) Gracias por apoyarme y, a la distancia, estar a mi lado.

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