05 enero 2014

Las luciérnagas

Los viejos sabios de un pueblo heredero de los mayas cuentan que hace muchos años, cuando aún no existía el sol, había luciérnagas por lados todos. Los antiguos las llamaban chachalac.

Luciérnagas en alta exposición. Fuente: Óscar

Esos bichitos que despiden luz eran pequeños dioses que habían viajado durante mucho tiempo por el espacio para llegar a la tierra e iluminar a los humanos que vivían en la oscuridad.

Humanos y dioses convivieron durante años hasta que el Dios de las Tinieblas, encandilado por su belleza, decidió que quería hacer sus collares con esos bichitos que daban luz.

Ofreció una moneda de oro por cada uno de esos seres y, de este modo, "caza-bichitos" de lados todos comenzaron a perseguirlos. Los chachalac fueron desapareciendo y la luz comenzó a hacerse escasa. Sin embargo los hombres siguieron.

Asustados, algunos chachalac abandonaron rápidamente la Tierra y fueron hacia el firmamento, intentando iluminar cada uno por su cuenta a la Tierra. Si bien su luz es muy débil, todavía se los puede ver allí, cuando asoma la noche.

El resto de los chachalac esperaron hasta último momento, pero vieron que la conducta de los humanos no cambiaba. Partieron todos juntos y la Tierra quedó a oscuras. Recién ahí las personas se dieron cuenta de que sin los bichitos de luz sólo había oscuridad.

Sin embargo, los chachalac no quisieron dejar de iluminar a los humanos y es por eso que salen todas juntas, por la mañana, bien temprano, para ayudar a la gente por dónde andar y para que puedan disfrutar de las bellezas que los rodean.

Pero también se esconden al final del día para recordarles a los pueblos que ellos mismos y su codicia condujeron a la oscuridad. Desde allá arriba y muchísimos años después siguen confiando en que algún día el hombre cambie.

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