15 julio 2015

El Papa pachamámico

El 12 de marzo de 2000 Juan Pablo II protagonizó un hecho histórico: en nombre de la Iglesia pidió perdón por los crímenes de la Inquisición, las Cruzadas y la persecución de los judíos. Quince años más tarde, el Papa Francisco vuelve a marcar un hito. En el marco del II Encuentro Mundial de los Movimientos Populares -o sea, organizaciones sociales que están en tensión con el Estado y el poder económico- pidió perdón a los pueblos originarios por el accionar de la Iglesia durante la Conquista.



Si bien los medios se quedaron con la imagen de “la cruz comunista”, Francisco fue bastante claro en señalar el carácter histórico de su discurso: “Quiero detenerme en un tema importante. Porque alguno podrá decir, con derecho, que cuando el Papa habla del colonialismo se olvida de ciertas acciones de la Iglesia. Les digo, con pesar: se han cometido muchos y graves pecados contra los pueblos originarios de América en nombre de Dios. Lo han reconocido mis antecesores, lo ha dicho el CELAM, el Consejo Episcopal Latinoamericano, y también quiero decirlo. Al igual que San Juan Pablo II pido que la Iglesia y cito lo que dijo él: ‘Se postre ante Dios e implore perdón por los pecados pasados y presentes de sus hijos’. Y quiero decirles, quiero ser muy claro, como lo fue San Juan Pablo II: pido humildemente perdón, no sólo por las ofensas de la propia Iglesia, sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América”.

Seguramente el pedido de disculpas no sea suficiente para cinco siglos de opresión, pero qué preferimos: ¿un Sumo Pontífice que reconozca las culpas de la Iglesia y sea un aliado de las reivindicaciones indígenas o uno que continúe el silencio y la connivencia con los gobiernos y los poderes económicos?

El Papa argentino también recordó a “los hombres que defendieron la justicia de los pueblos originarios”. De cierto modo, actualizó las denuncias de fray español Bartolomé de las Casas y retomó la tradición latinoamericana de la Teología de la Liberación. Y recogió el accionar de muchos padres que han acompañado estas causas. Como el obispo mexicano “Don Samuel Ruíz”, quien al frente del municipio de San Cristóbal de las Casas cumplió un rol fundamental durante los diálogos de Paz entre los indígenas zapatistas y el Gobierno en 1994. O del padre Xavier Albo -más boliviano que catalán- que acompañó la construcción de hegemonía de las comunidades indígenas, originarias y campesinas del Estado Plurinacional de Bolivia.

En el ámbito local, su discurso se acerca al Equipo Nacional de Pastoral Aborigen y la resistencia de sacerdotes como Franciso Nazar y Ponciano Acosta frente a un gobierno racista y etnocida como el de Gildo Insfran en Formosa. Y empodera a líderes como el qarashe de la comunidad qom Félix Díaz o la mapuche Relmu Ñanku, ambos perseguidos por el Estado Argentino por su defensa a sus tierras y territorios.


"La casa común de todos nosotros está siendo saqueada, desvastada, vejada impunemente. La cobardía en su defensa es un pecado grave (...) Les pido, en nombre de Dios, que defiendan a la madre tierra", reclamo Francisco. Foto: L'Osservatore Romano.

En sintonía con el teólogo brasileño Leonardo Boff, el Papa pidió “defender a la Madre Tierra”, a la que mencionó en siete oportunidades. “La casa común de todos nosotros está siendo saqueada, desvastada, vejada impunemente. La cobardía en su defensa es un pecado grave (…) Existe un claro, definitivo e impostergable imperativo ético de actuar que no se está cumpliendo. No se puede permitir que ciertos intereses –que son globales, pero no universales– se impongan, sometan a los Estados y organismos internacionales, y continúen destruyendo la creación. Los pueblos y sus movimientos están llamados a clamar a movilizarse, a exigir –pacífica pero tenazmente– la adopción urgente de medidas apropiadas. Yo les pido, en nombre de Dios, que defiendan a la madre tierra”, manifestó Francisco. En un guiño a los pueblos indígenas andinos mencionó el “vivir bien”, el suma qamaña según los aymaras. Nada menor en un continente donde las grandes corporaciones destruyen la naturaleza. 

Fue un discurso revolucionario. La intervención de Francisco en Latinoamérica ha desarraigado a la Iglesia del orden de los “aparatos ideológicos del Estado” en términos del filósofo fránces Louis Althusser para insertarla en la órbita del “campo” de su compatriota sociólogo Pierre Bourdieu. Con su gira latinoamericana el ala progresista de la Iglesia vuelve a dar un paso sobre la facción conservadora.

Hasta la llegada de Jorge Bergoglio al Vaticano, los movimientos sociales y las izquierdas no tenían mucho para debatir. El Vaticano era un aparato ideológico lejos de los pueblos sin “tierra, techo y trabajo”. Sin embargo el panorama hoy es otro. Guste o no, el discurso del Papa tiene una potencia persuasiva inconmensurable. Francisco vilipendia al “capitalismo salvaje” frente a personas que viven -y sobreviven- el día a día desconociendo el materialismo histórico de Karl Marx. Las izquierdas, los movimientos sociales y los pueblos originarios tienen hoy un aliado. Estará en ellos renegar o empoderarse con el discurso de Francisco.

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