30 agosto 2015

¿Por qué indios en la universidad?

“Como indios fuimos colonizados y como indios nos liberaremos”
Grito indianista en la Bolivia de la década del ‘70

Los días 13 y 14 de mayo la Universidad del Salvador volvió a dejar su color verde institucional para -al tono de la wiphala- volverse multicolor: por segundo año consecutivo los pueblos originarios y, artistas y cientistas sociales que acompañan sus reivindicaciones volvieron a estar presentes en lo que los organizadores gustamos de llamar las Jornadas Indígenas USALTuvimos una linda convocatoria con mesas conformadas por personalidades tan heterogéneas como Félix Díaz, Leandro Despouy, Charo Bogarin, Relmu Ñanku, Alcira Argumedo, Gabriel Levinas o Miguel Ángel Forte. Pero lo más importante estaba más allá. Nuestros pueblos tuvieron un espacio en la academia. Lejos de la mediación, la invisibilización o los recortes de lo medios de comunicación masivos; tenerlos ahí, escucharlos directamente, conocer sus problemas y vivir sus dolores.

Ahora bien, ¿por qué pueblos originarios en un ambiente académico frente a educandos que desconocen sus problemáticas? Justamente esa es la pregunta que nos lleva a escribir este artículo.

Félix Díaz, Qarashe de la Comunidad Qom Potae Napocna Navogoh y una de las principales voces de los pueblos indígenas. Acompañado por Relmu Ñanku de la comunidad mapuche Winkul Newen, y el titular de la APDH La Matanza, Pablo Pimentel.

- Damián, te pregunto lo mismo que a Darío Aranda un tiempo atrás: ¿y vos, por qué acompañás la lucha de los pueblos indígenas?

La pregunta del amigo y entonces titular del Equipo Nacional de Pastoral Aborigen (ENDEPA), Ponciano Acosta, previa a los preparativos de las I Jornadas Indígenas me descolocó. Me tomé unos segundos para responder. Mi cabeza viajó del bar de la calle Viamonte que uso como bunker académico a mi primer acercamiento con los mineros del cerro rico de Potosí, cuyos rostros, manos y cuerpos de 40 años, en verdad tienen poco más de 20. Y también a ese amanecer en Tiwanaku para vivir la asunción simbólica de Evo Morales rodeado de cientos de representantes de los 36 pueblos indígenas que conforman el Estado Plurinacional de Bolivia. Volví a recordar los dos meses y medio de trabajo de campo en la ciudad aymara de El Alto, rodeado de la hostilidad del terreno, la precariedad y el frío. Viajé nuevamente en “ferrobús” -un colectivo hecho tren que sólo pude entender cuando lo vi- a Charaña, donde presencié cómo mataban una llama para comerla, viví la falta de luz, y aprendí que el monte puede ser un baño de uso diario. Finalmente, la infatigable lucha por la autonomía y la libertad del Ejército Zapatista de Liberación Nacional -los descendientes mayas de las montañas del sureste mexicano- y su dieta a base de café, frijoles y tortillas.

Sin embargo, elegí otra respuesta: “Por la abuela Argentina…”.

Podría decir mucho sobre la abuela Argentina, que para mí es una segunda mamá, pero seré breve. La abuela Argentina tiene 87 años y sus manos son el reflejo de lo mucho que le costó la vida. Es una santiagueña con sangre india que trabajaba en la zafra de azúcar juntando la caña que cortaban sus tíos. Sin goma ni liquid paper borraba mojándose el dedo y a los 18 años viajó a Buenos Aires. Mientras nosotros nos vamos a Bariloche, ella se subía al camión de un desconocido en busca de una vida mejor. La abuela Argentina fue una cabecita negra que ni bien llegada a Retiro se fue a Bernal -¿cómo habrá ido hasta allá en esa época?- a cocinar y limpiar en un caserón. Crió tres hijos a base de mate cocido, huerta y pan, y les inculcó el valor del estudio y el trabajo. Difícilmente yo podría haber estudiado en la universidad sin todo el sacrificio que ella hizo.

Y completé: “Siento que acompañando las reivindicaciones de los pueblos indígenas, de algún modo estoy ayudando a la abuela. Contribuyendo a su lucha, ayudo a quienes sufren lo que mi abuela en otro momento”.


La pensadora Alcira Argumedo, el líder wichi Jorge Palomo y el presidente de la Auditoría General de la Nación, Leandro Despouy.

Y creo que un poco de eso explica la realización de estas II Jornadas Indígenas USAL. En un mundo posmoderno que nos inculca el individualismo y nos enseña que nuestras vidas dependen de nosotros mismos, un grupo de educadores y educandos conformamos un colectivo y, nos comprometimos a difundir el sufrimiento y las luchas de nuestros pueblos originarios. Todos nosotros venimos de familias con sangre indígena o sangre europea, a quienes la vida no les fue fácil. Desde la resistencia o el desarraigo, muchos de nuestros antepasados tuvieron una vida de sacrificio para darnos la posibilidad a nosotros de cursar la carrera que nos apasiona y ser profesionales. Que quede claro: nuestro estudio y trabajo diario valen, pero sin el esfuerzo de nuestras familias, nosotros no seríamos lo que somos.

Y como todos tenemos alguien que sufrió la vida para darnos una existencia más linda… Y como además somos humanos… Sufrimos con los que sufren. Nos es imposible ser indiferente ante el dolor ajeno. Nos es imposible no solidarizarnos con reivindicaciones justas y con la lucha por los Derechos Humanos de los otros. Unos otros que también son nosotros. Sin ir más lejos, las Jornadas Indígenas USAL reflejan el segundo de los principios de la casa de estudios escritos por Jorge Bergoglio en 1974, o sea, 40 años antes de ser Papa.

“El futuro se alcanza profundizando el camino recorrido. Es un proceso de vuelta a los orígenes, o mejor dicho, de afirmación de las diferencias. No es un intento de crítica externa de la experiencia realizada, sino la asunción como propia de una travesía de la que se es parte. En cambio, por eso, no consiste en la imitación servil de modelos ajenos o en el abandono de lo propio, sino en la continuidad crítica de los movimientos populares del signo nacional, protagonistas esenciales de la Argentina moderna. Más aún, el resurgimiento cultural de la América Latina exige retornar a las líneas maestras de su tradición hipánico-indígena, como fundamento del cambio revolucionario hacia un futuro en el que se reconozca. Exactamente el mismo criterio debe aplicarse a la construcción de la Nueva Universidad del Salvador.”

La especialista en Ley de Semillas, Tamara Perlmuter, acompañada del profesor Miguel Ángel Forte y el periodista Gabriel Levinas





















El 13 y el 14 de mayo, la Universidad del Salvador dio un espacio a nuestros pueblos originarios. Un espacio a la Argentina originaria, pero que bien podría haber sido a la Argentina que sufre el hambre, a la que no tiene agua potables ni cloacas, a la que le duele el frío durmiendo en la calle o que carece del derecho a la educación, la salud y el trabajo. Los educadores y educandos que realizamos estas jornadas no creemos en la ciencia por la ciencia misma, ni en la ciencia que sólo engrose nuestro curriculum: entendemos que la ciencia, y sobre todos las ciencias sociales, debe estar al servicio de los pueblos. Debe buscar un mundo más mejor -claro, más mejor- y más bonito para todos. Como decía el maestro Paulo Freire en su Pedagogía del Oprimido: “A los desarrapados del mundo y a quienes descubriéndose en ellos, con ellos sufren y con ellos luchan”.

Bienvenida sea una Universidad del Salvador que esté abierta y se solidarice con las problemáticas sociales..

Bienvenidos sean los pueblos originarios que son faros y nos enseñan a través de la resistencia y las luchas por los Derechos Humanos.

Y bienvenidos sean jóvenes y rebeldes educandos, comprometidos con la realidad, que nos exijan a los educadores no sólo conocimiento y práctica, sino también contenido social.

Gracias a todos por apoyar estas jornadas. De lo contrario no serían posibles.

¡Jallalla!

Mujeres y Torres García: profesora Raquel Soto, cineasta Valeria Mapelman, museóloga Verónica Jeria y cantante Charo Bogarín.

* Publicado en la Revista Asterisco en Agosto 2015.

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