12 octubre 2015

Pachamámicos: hacia un periodismo indígena


“Todo empieza con una llamarada
cuando despedimos llamas de nuestras miradas.
Quieren detener el incendio que se propaga
pero hay fuegos que con agua no se apagan”



Comenzar a escribir este post me hace pensar por qué el lector perdería cinco minutos en leerla. ¿Será por la indignación producida por la muerte por desnutrición del niño qom Oscar Sánchez que tenía más años que kilos? ¿O por la solidaridad con el Acampe Qopiwini en plena Avenida 9 de Julio que espera hace más de medio año ser recibido por la Presidente? ¿Tal vez la alusión a la Madre Tierra, tan castigada por el cianuro de la Barrick Gold o el glifosato de Monsanto? ¿O el 12 de octubre y los interminables 500 años de resistencia frente al poder económico y el poder político?

Sea lo que sea, tras su potencia revolucionaria en México con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, y con el acceso a la sociedad política por la vía democrática en el Estado Plurinacional de Bolivia, la emergencia india pudo romper el dique de contención e inundar la escurridiza opinión pública argentina. Ya no llama la atención ver al Qarashe de la Comunidad Qom Potae Napocana Navogoh, Félix Díaz, mano a mano con Alejandro Fantino o debatiendo en Intratables. Tampoco que nuestro Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, abrace la lucha de la mapuche Relmu Ñamku. Incluso la Wiphala -la bandera multicolor de los pueblos indígenas- ha migrado de la región andina a algunos balcones porteños o las mochilas de estudiantes.

"Presidenta. No se vaya sin recibirnos". El pedido del Acampe Qopiwini. Esperan hace siete meses. Foto: RRR On Line.

Toda esta extensa introducción para señalar el hecho de que los pueblos originarios de Argentina han logrado romper la invisibilización mediática, política y económica para pasar a formar parte de los temas que debate la sociedad. Hoy, los indios son noticia.

Esta afirmación permite preguntarnos cómo enfrenta el periodismo la cobertura de las luchas indígenas. En el último tiempo, la comunicación alternativa, popular y comunitaria siguió los pasos del pensamiento crítico latinoamericano para abordar de lleno este tema. Sin embargo, la novedad es que los medios comerciales -menos sensibles a las cuestiones sociales- han comenzado a cubrir las noticias sobre pueblos originarios. 


Ahora bien, este incremento de la cobertura de las luchas indias obliga a los periodistas, los teóricos y la academia a preguntarnos si, del mismo modo que existen especialistas en política, economía, espectáculos o deportes, es posible pensar un periodismo especializado en pueblos originarios.

¿Por qué pensar un periodismo que cubra las problemáticas y las luchas indígenas con una especialización técnica? La respuesta es bastante simple: el mundo no es como nosotros querríamos. A algunas personas que trabajan como periodistas les duelen las consecuencias nocivas del extractivismo en los cuerpos de las personas, a otras no les parece ético que la corrupción del Estado y las corporaciones se queden con recursos que son de la sociedad, a otros les molesta la opresión de las clases dominantes sobre una mayoría dominada y a otras les parece injusto que una historia oculte a otras, y más si esconde un genocidio.

¿Y qué hacen? Lo muestran. Lo investigan, lo cubren, lo escriben, lo graban, lo filman, lo relatan. Dan testimonio de ello. Son mediadores. Visibilizan lo que otros quieren que permanezca oculto. Y no lo hacen ni por fama ni por dinero, sino porque están convencidos de que mostrar empodera a los débiles y que molesta a los poderosos. Y que dando a conocer, comienzan a tejerse las redes de solidaridad entre las personas. Porque es muy difícil no conocer el dolor humano y no solidarizarse con él. 

Pero, ¿sólo los pueblos indígenas? Por supuesto que no. Un periodismo indígena estaría inmerso en el campo más amplio de la comunicación alternativa que incluye y visibiliza otros tantos temas sociales como el género, los trabajadores, los movimientos sociales o el extractivismo. Y si bien este artículo interpela al ámbito académico y a la práctica periodística, no sólo se limita a él: las redes sociales y las nuevas tecnologías permiten que cualquiera participe de estas construcciones colectivas de la información. La comunicación es como la levadura que levanta la masa

Entonces, ¿cómo lograr que más comunicadores profesionales y estudiantes se vuelquen a un periodismo indígena? Simplemente contando: en todos los espacios a los que uno tenga acceso. Ya sea en medios alternativos o en medios comerciales. Con sólo una persona que la lea ya empieza a cambiar el mundo. La comunicación es un Derecho Humano y, en este casos, una herramienta para las luchas indígenas. 

Y entonces, ¿qué contar? Todo lo que afecte los Derechos Humanos de los pueblos indígenas. Sabiendo que las principales demandas son el respeto a los territorios -amparado el artículo 75 inciso 17 de la Constitución Nacional-, el reconocimiento de la identidad por parte del Estado y la perdurabilidad de las lenguas originarias. Tenemos que tener en cuenta que, si bien el principal interpelado será el Estado que no garantiza el cumplimiento efectivo de los Derechos Humanos, también serán confrontados los poderes económicos que afectan la vida de los pueblos en pos del lucro privado.

Y una vez más, ¿por qué? Porque al ver las injusticias te agarra un fuego. Te indignás. Pero va más allá. Te hierve la sangre. Esa llamarada no se apaga ni con agua ni mirando hacia otro lado. Te interpelan todo el tiempo. Y si las ideas y prácticas del capitalismo salvaje, el individualismo postmoderno y el poder político están estrelladas, no tenemos ningún problema en formar parte de un colectivo más amplio que busque enderezarlas. Y lo hacemos con lo que sabemos hacer. Del mejor modo que conocemos: comunicando.


* El artículo recoge las conclusiones de la ponencia "Pachamámicos: hacia un periodismo indígena" presentado en el XIII Encuentro Nacional de Carreras de Comunicación.

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