31 octubre 2015

Macri, Grosso y la corrupción

En la breve presidencia del puntano Adolfo Rodríguez Saá entre el 23 y el 30 de diciembre de 2001, recuerdo un cacerolazo. Después de haber acompañado a mis viejos a los cacerolazos contra la Alianza en la Avenida Hipólito Yrigoyen -antes llamada Pavón, en Lanús-, le pregunté a mi mamá a qué se debía esa nueva protesta. Mi vieja me respondió que era por haber nombrado a Carlos Grosso en el Gobierno.

Grosso había sido el Jefe de Gobierno del menemismo en la Ciudad de Buenos Aires y era un personaje vinculadísimo a la corrupción. En una nota en Clarín de 2012, el periodista Mariano Thieberger sintetizaba: 

"En 1992, tres años después de haber sido designado por Menem, debió renunciar a la intendencia porteña a raíz de una serie de escándalos por presuntos hechos de corrupción. Enfrentó 40 causas penales: por la concesión del Campo Municipal de Golf y del Velódromo de Buenos Aires -por lo que estuvo ocho meses preso, en 2002-, o la conocida como 'escuela shopping', por la que fue 'sobreseído definitivamente' recién a fines de 2011".

Tras su designación como jefe de asesores de la Secretaría General de la Presidencia de Rodrígueza Saá, Carlos Grosso había afirmado sin ponerse colorado: "El Presidente no eligió mi prontuario sino mi inteligencia". La frase circuló por todos los medios.

Finalmente, Grosso terminó renunciando a su cargo e inició el ciclo de salida de "el Adolfo" del Gobierno. Tal vez, inconscientemente, comencé a comprender el poder de la protesta social.

Frente a la construcción mediática del macrismo como un espacio de honestidad, pureza y ajeno de corrupción, se me ocurren las siguientes preguntas.




El kirchnerismo está repleto de corruptos. Pero del otro lado no está Heidi. Vote al macrismo con ganas, pero sabiendo que su corrupción está invisibilizada por los medios. Niembro fue el caso más resonante. Pero no es el único que está sucio en el entorno de Mauricio Macri.



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