09 julio 2016

Bicentenario: nada para celebrar

Seamos libres y lo demás no importa nada
La muerte es mejor que ser esclavos de los maturrangos.


A 200 años de su Independencia, la Argentina está muy lejos de ser el país que alguien podría haber soñado.
En un país que produce alimentos para más de 400 millones de personas, la pobreza supera el 30 por ciento.
La indigencia y el desempleo están en alza.
La corrupción fue avalada por la población sistemáticamente.
Cada vez se ve más gente durmiendo en la calle.
La vivienda dejó de ser un derecho para convertirse en un instrumento de especulación económica.
Mientras que las villas y asentamientos precarios avanzan en las ciudades.
Hay que trabajar más que antes para ser un salario digno.
Ya no alcanza con un trabajo por familia.
Miramos más a Estados Unidos y a Europa, que a nuestros hermanos latinoamericanos.
Y para muchos, nuestros pueblos indígenas son el pasado.

¿Qué significará ser independientes?

Hace 200 años dejamos de ser colonia de España. Pero, ¿realmente dejamos de ser colonia? ¿O, en cambio, nuestras élites política y económica no estuvieron a la altura de conducir este país? ¿Nos gobiernan para beneficiar a las mayorías o para que una minoría viva mejor a costa del resto?

Hace 200 años declaramos la independencia y dejamos de ser colonia. Hace 150 años finalizamos las guerras civiles y comenzamos a construir las bases de nuestro Estado Nación. Y hace 30 años, tras seis golpes de Estado y 30.000 desaparecidos, conquistamos la estabilidad democrática.

En pleno siglo XXI, la conquista de la generación de los nacidos en democracia debe ser la equidad y, un modelo económico sustentable y en armonía con la Madre Tierra que nos permita romper la dependencia externa. Es necesario aprender de los errores del pasado y tener gobiernos que piensen en los que menos tienen.

Independencia. Estado. Democracia. Equidad.

También es imperioso romper con el individualismo de esta etapa del modelo capitalista para ir hacia una verdadera solidaridad. Una solidaridad que vaya aún más allá de la donación e implique resignar un poquito para que un otro pueda vivir bien. Necesitaremos mucha pedagogía y mucho corazón.

Que este Bicentenario, muy lejos del que podríamos haber imaginado, nos permita repensar los "imposibles" para que se vuelvan posibles algún día.

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