08 junio 2014

Sobre "la grieta"

Creo que fue Jorge Lanata el primero en señalar que en la Argentina vivimos una polarización irreconciliable entre quienes apoyan al Gobierno y quienes lo criticamos. O al menos es quien más lo repite. Y lo llamó la grieta. O sea, kirchneristas y no kirchneristas. Lo hizo de modo discursivo y en formato periodístico, si bien quien más hizo desde la práctica fue Cristina Kirchner: quienes están arriba tienen más responsabilidad.



Con un indisimulable grado de incomodidad voy a coincidir parcialmente con el periodista y decir que también considero que el país vivió una puja simbólica, discursiva y hasta material muy fuerte entre los partidarios y los críticos de Cristina y Néstor. A tal punto, que todos conocemos una pelea entre familiares y amigos por hablar de política. Si es que no lo vivimos en carne propia. Es más, el kirchnerismo fue lo bastante inteligente como para unir, de modo falaz, en un mismo signo ideológico a quienes no coincidíamos con el Gobierno. Incluso amigos que conocen nuestros modos de pensar nos han señalado con el dedo por "hacerle el juego a la derecha" -o directamente ser de "derecha"- o "ser un gorila" o nos han endilgado pensar o actuar como el neonazi de Alejandro Biondini y la fascista de Cecilia Pando.

Sin embargo, mi indisimublable incomodidad de sumarme al coro de las mayorías se quiebra cuando cambiamos el marco temporal. Para mí, no es lo mismo hablar de la grieta en 2011, cuando Cristina Kirchner y sus seguidores nos prepoteaban el 54 por ciento, nos trataban de "cipayos" y prometían un "vamos por todo"; que hablar de la grieta tras la victoria de Sergio Massa en 2013. La derrota de CFK en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias hizo añicos al kirchnerismo duro que azuzaba tenerla lo suficientemente grande como para llevarse puesto a quienes no pensábamos igual.

En una de mis últimas charlas con un amigo intenté explicarle que durante esos años quienes no coincidíamos con la mayoría que apoyaba al Gobierno sufrimos una especie de violencia simbólica. El poder y la disciplina de los Kerner no se palpaba con los aparatos represivos ni con lo que Louis Althusser llama aparatos ideológicos del Estado, sino a través de un orden social y cultural dominante que pregonaba y pugnaba por un pensamiento único, deslegitimaba a los críticos y era reproducido en la cotidianeidad por familiares y amigos: o apoyás al Gobierno y sos de los buenos, o estás en contra y sos de los malos. 

De este modo, la inmensidad del 54 por ciento se repetía cada vez que uno intentaba cuestionar alguito del Gobierno. En esa época los jóvenes progresistas no-kirchneristas vivimos una soledad política que nunca habíamos experimentado en nuestras pocas décadas de democracia. La violencia simbólica fogoneada por quienes apoyaban al Gobierno se palpaba en cada rincón. Antes de criticar debíamos entrever si nuestro interlocutor pensaba más o menos como nosotros para no pasarla mal. Peor aún, en no pocos momentos el "cristinismo" de la gente que queremos o respetamos nos hacía dudar de nuestras propias convicciones. Alguno me podrá decir que esto son pamplinas. Y yo le responderé que su visión y mi visión dependen de la posición política que ocupamos durante aquellos años. 

Actualmente ya no existe el 54 por ciento. Por errores de la propia Cristina Kirchner en materia política y económica, el grado de radicalidad y fanatismo bajó mucho de un lado, y esto repercutió en el otro. Hace poquito un conocido que me cantaba en la cara ser "soldado del pingüino", me pidió que no lo etiquetara como "kirchnerista". Hoy, los amigos oficialistas sobrevivientes sienten lo mismo que vivimos los críticos progresistas en 2011 y por eso los bancamos. Y justamente por eso no vamos a repetir lo mismo que nos hicieron sentir con las mayorías de su lado. Es más, en muchos casos pensamos parecido, pero sólo no coincidimos en el sujeto político "kirchnerismo" como gran transformador. Lo pensábamos antes siendo minoría, y lo seguimos pensando ahora. Ya compartiremos más luchas.

A pesar de que los medios no paren de repetirlo, en 2014 ya no existe la grieta. Así como en 2011 la polarización le sirvió al kirchnerismo hoy le sirve a los medios opositores. Hoy ya no hay una grieta irreconciliable. Hubo una polarización zarpada. Pero ya es parte del pasado. Hoy sólo los muy fanáticos y boludos están en veredas radicalmente opuestas, sintiendo que todo es o totalmente bueno o totalmente malo. Algún día aprenderán que el color político más inteligente es el gris.


Hoy ya no hay una grieta irreconciliable. Hubo una polarización zarpada. Pero ya es parte del pasado. Fuente: Diario Veloz

No hay comentarios:

Publicar un comentario