27 marzo 2017

¿Cómo se estudia otro país?

 ¿Cómo se comienza a estudiar otro país?

Siempre me generó admiración aquellas personas que desde muy abajo llegan a muy alto. ¿Por qué? Porque todo me costó mucho y porque nacido en una familia de clase media tuve más facilidades que tantos otros. Por eso admiro al Chino Maidana, a Pablito Lescano o a Evo Morales, el primer presidente indígena-campesino en casi dos siglos de un país cuya mayoría es indígena. O sea, su llegada al poder debió superar siglos de racismo y del imaginario de la superioridad del blanco.

Fue así como en 2010, tras visitar Machu Picchu y Arequipa, esquivé un paro de transporte en Perú para ver la asunción al segundo mandato de Morales como Presidente boliviano (2010-2015) en Tiwanaku. Lo demás se pueden imaginar: amanecer en las ruinas de esa sociedad preincaica rodeado de pueblos indígenas y campesinos fue "harto" para un veinteañero del Conurbano que en ese momento usaba traje y corbata de lunes a viernes.

Mi impresión no fue muy original: "Acá pasa algo...". Y así se convirtió en mi tema de tesis.


Ahora bien, elegido el objeto de estudio de mi tesis de maestría, la pregunta es "¿cómo?". Y así, a través de mails y contactos de contactos, llegué a mi tutor -y ahora amigo- Hervé quien me dio clases por Skype sobre el Estado Plurinacional de Bolivia desde el sur Francia al sur de la Provincia de Buenos Aires. Son lindas esas cositas de la globalización, ¿verdad?

La segunda respuesta al cómo estudiar otro país es viajar allí y conocerlo. Así, renuncié a mi antiguo trabajo y viajé a El Alto del 27 de diciembre de 2011 al 14 de marzo de 2012. Haciendo en el medio un viaje a Cochabamba y Santa Cruz de la Sierra.

¿Qué se hace en el trabajo de campo? O mejor dicho, ¿qué hice en mi trabajo de campo? Primero, mamé Bolivia: la precariedad en la que sumió a Bolivia el colonialismo y el racismo; la hostilidad de los 4000 msnm, y sus consecuentes vómitos y dolor de cabeza de El Alto; lo pintoresco y la efervescencia de La Paz; los valles cochabambinos; y los llanos de Santa Cruz, la ciudad que se levantó contra el Gobierno de Evo Morales. En resumen, "la unidad en la diversidad", como reza un cartel.

¿Qué más se hace? En mi caso, 44 entrevistas con académicos y pensadores, y no menor, recopilar bibliografía para leer en casa. Sumando los 10 libros que llevo para Buenos Aires en este viaje, cuento con una biblioteca de casi 100 ejemplares sobre Bolivia. Todos ellos disponibles para fotocopiar porque sepan que no los presto ni loco.

Dicho todo esto, esta es la quinta vez que visito a este país andino, la tercera que hago trabajo de campo y no puedo explicar mi vida sin el Estado Plurinacional de Bolivia. Debo decir también que su gente es preciosa, que sólo una vez me llamaron "gringo", que El Alto me maltrata, pero es mi segundo hogar y que hay gente aquí que quiero mucho. Por todo esto me da vergüenza cuando los amigos bolivianos me preguntan si es verdad que en Argentina los llaman "bolitas" o si los discriminan o si el muro. Creo que tenemos tanto que aprender de este pueblo que lucha, con su vida, por sus derechos.

Hace algunos meses los amigos científicos del CONICET -los mejores de nosotros- sufrieron el ataque del Gobierno y de un sector de la sociedad. Escribo todo esto por marketing y porque no se ve todo el trabajo de fondo que hacemos quienes nos dedicamos a la ciencia. Y ni hablar si encima nos autofinanciamos.

No hay desarrollo ni futuro sin ciencia. Que la sociedad defienda la ciencia argentina y que los científicos argentinos se acerquen más a la sociedad.

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