De todas las
definiciones que escuché del kirchnerismo, la que más me gusta es aquella que
lo define como "un proyecto de poder y negociados".
Cuando el poder
es el fin, los medios se vuelven heterogéneos: desde medidas que favorecen al
pueblo a decisiones a favor de las elites; luchar por los Derechos Humanos y
después crear el Proyecto X o nombrar a César Milani; ser muy amigo de Evo para
después masacrar a los Qom.
Cuando se habla
de “fin de ciclo” kirchnerista, se habla desde el desconocimiento o desde la “esperanza”.
No es la primera vez que el Gobierno atraviesa una crisis de hegemonía: la
llegada al poder con el veintipico por ciento, el conflicto con el campo, la
derrota de 2009 y la muerte de Néstor Kirchner fueron algunas de las crisis que
el Gobierno superó con creces.
Dentro de estos
ciclos de caída y resurgimiento podemos afirmar que las mejores medidas del
Gobierno se dieron en los contextos de crisis (Asignación Universal por Hijo,
Matrimonio Igualitarios, Ley de Servicios Audiovisuales o nacionalización del
sistema previsional por nombrar algunos), mientras que las fases de radicalización,
centralización y autoritarismo provinieron tras el apoyo popular en las urnas (las
alianzas con los barones del Conurbano y los poderes fácticos tras las
elecciones de 2005, la confrontación radical con el campo tras las elecciones
de 2007 y, el “Cristina Eterna” y el avance sobre la justicia tras los comicios
de 2011).
Con esto, quiero
decir que más allá del “sentimiento de derrota” que sobrevuela al kirchnerismo,
no creo que nos esperen meses de inacción política. Cristina Kirchner está
convencida de que ella misma puede dar vuelta el resultado y no tendrá ningún
resquemor en utilizar todos los recursos económicos y de gestión que estén en
sus manos. Otra vez el Estado de todos (y todas) a favor del partido
gobernante.
Personalmente,
no descartaría un anuncio de impacto como rever el Impuesto a las Ganancias o
un proyecto de ley para gravar la Renta Financiera (una medida progresista promovida
por la oposición, pero bloqueada por el kirchnerismo, ¿quién será el “titular”
ahí?).
Cristina
Kirchner aún tiene herramientas para dar vuelta el resultado (lo han logrado en
el pasado), pero difícilmente podrá hacerlo si se sumerge en la soberbia, la
negación y la confrontación. De Narvaez puede dar fe de ello.
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